Para empezar, una pregunta un poco genérica: ¿cómo determina el medio ambiente el hambre?
Más que nada, creo que los factores principales del hambre son la desigualdad económica y social, no el medio ambiente. Lo decisivo es la distribución de la riqueza. El mundo produce comida para todos. Tiene capacidad para alimentar a 12.000 millones de personas. Somos 7.500 y unos 900 millones pasan hambre. No es una cuestión climática, es un problema de distribución. Hay muchos lugares con problemas climáticos que producen toneladas de comida. Y otros que tienen climas idóneos y carecen de los productos que generan, porque la producción está pensada para el mercado mundial. Un ejemplo es Dinamarca. Que yo sepa, no cultiva ni puede cultivar plátanos y, sin embargo, te puedes comer todos los plátanos que quieras. Es algo que proviene del sistema económico global. El clima siempre lo hemos podido solventar gracias a la técnica. Con ella, los ricos pueden encontrar forma de sobreponerse a las inclemencias climáticas y los más pobres no.
Afirma que es el hambre es una plaga.
Claro. Y la solución pasa por cambiar el sistema global. Argentina, mi país de origen, es uno de los principales productores de alimentos, pero más de un millón de personas pasa hambre. Insisto: es un problema de distribución y mercado. Algo muy difícil de cambiar sin un movimiento político fuerte.
Se ceba en África, Asia o Sudamérica, pero también se habla de hambre en Europa. ¿Es igual?
No. No hay hambre al mismo nivel. Se puede hablar de desnutrición, pero no que genere serios problemas. Y solo en algunos países. Muy pocos. En la mayoría de Europa puede que haya quien no tenga todos los nutrientes que necesita, pero no pasa hambre.
¿Cómo se distinguen el hambre y la desnutrición?
Hay que matizar. Lo que llamamos hambre es una desnutrición severa. No ingerir los nutrientes necesarios para mantenerse con vida. En general, hay muy pocos lugares en donde existan estas hambrunas. Afortunadamente, no sucede en muchos sitios y en algunos otros se da en momentos de guerra, sequía, inundaciones u otros accidentes climáticos. La desnutrición severa puede provocar muchas víctimas de enfermedades.
Denuncia que se ha dejado de invertir en cooperación...
Bueno, digo que se destina mucho menos que hace años. La cooperación siempre ayuda, pero no resuelve el grueso de los factores culpables. Se han enviado muchos recursos, pero no cambia del todo la situación habitual.
¿No es una respuesta efectiva y sostenible?
Es un paliativo, digamos. Lo que habría que hacer es conseguir que cada país pudiera producir o recibir los alimentos legítimamente, no como una limosna. Y la cooperación es limosna.
¿Somos hipócritas cuando hablamos de medio ambiente desde los países occidentales?
Bueno, yo he dicho que EE. UU. lideraba la lucha ambientalista -y está bien que lo haga-, pero para pedir que Brasil o Borneo mantuvieran su selva deberíamos empezar por nosotros mismos y recuperar, por ejemplo, la selva de Manhattan. Ellos han obtenido ese lugar de predominio del mundo destruyendo el ecosistema y ahora pretenden que otros no lo hagan, condenándolos a una posición subalterna.
En Contra el cambio dice que la ecología es un tema de debate del Primer Mundo, pero que en los lugares donde afecta realmente casi ni conocen el concepto.
Se trata de un compromiso complicado. A partir de los años setenta u ochenta del siglo pasado, el planeta comenzó a poder dar de comer a todo el mundo. No digo que lo haga, sino que empezó a poderse hacer. Hay un aumento de la producción agraria gracias a unos productos químicos que degradan la tierra, es cierto, pero que en el día a día dan de comer a mucha gente que antes no comía. Y es controvertido decirles que no coman en beneficio del medio ambiente. Está claro que hay que buscar un sistema que sea respetuoso, pero con las técnicas tradicionales no puedes producir tanto. Para un tomate ecológico necesitas mucho más terreno que para los industriales.
En sus libros se usa la palabra ecololó para denominar a los activistas medioambientales. ¿Cómo la definiría?
Es esa especie de buena consciencia que te da estar a favor de que se cuide el medio ambiente. Y por supuesto hay que cuidarlo, pero contemplando los distintos elementos. Hay que ver cómo se da de comer a millones de personas. Eso, los ecololós no lo ven. Es una forma de ser conservador y de decir que todo siga como estaba. Cuando, si todos hubiéramos querido que todo se quedara como estaba, aún nos moriríamos a los cincuenta años de una gripe.
¿Han ayudado a este perfil las redes sociales?
Bueno, no solo ellas tienen la culpa. A mí me parece que es una propuesta vaga. Está bien, pero la puede adoptar tanto un obrero de Frankfurt como el jefe de la Mercedes Benz. Y eso es fácil. La diferencia entre el hambre y el medio ambiente es que este nos afecta a todos. A nosotros y a la dueña del Banco Santander.
¿Es el ambientalismo una bandera con la que sentirse bien sin hacer nada?
Sí. Creo que me topé por primera vez con el ecologismo en los años setenta. Estudiaba en París y entonces iba en contra de las centrales nucleares. Las protestas no eran solo por la contaminación de los arroyos, sino porque esa energía dotaba de mucho poder a muy pocas personas. Un solo señor con un botón decidía sobre la energía de muchas personas. Ahora todo se centra en los arroyos y los pajaritos. Y está bien, pero creo que hay que apuntar a otros factores.
¿Qué le parece la aparición de Greta Thunberg?
Me parece muy interesante porque ella refleja precisamente esto. Dice "me han dañado la vida, la infancia". Y es algo que dicen los ecololós: les están dañando a ellos. A mí me interesan los movimientos que se preocupan por todos, por el colectivo.
¿Y por qué cree que el ecologismo sigue teniendo tanta controversia o detractores?
No sé si el ecologismo tiene tantos detractores. La enorme mayoría de ciudadanos y líderes creen en él. Hay algunos que se oponen porque hay empresas detrás que no quieren cambiar sus actividades. Porque las fábricas que más polución emiten son las más grandes. Y ahí está la pelea interesante. No me gusta eso de hacernos creer que todos tenemos la culpa. Es cierto, todos tenemos la culpa del deterioro del medio ambiente, pero hay algunos que tienen muchísima más. Una empresa de automóviles o una petrolera tienen mucha más culpa que el señor que no separa la basura en casa. Sin embargo, nos han hecho creer que es nuestra responsabilidad. Y podemos separar la basura, pero no podemos hacer nada contra una petrolera.
¿Es una lucha de países ricos contra pobres?
No tiene por qué. Es cierto que hay muchas naciones en que no se pueden permitir el lujo del ecologismo y que éste está mucho más desarrollado en sociedades donde los problemas más urgentes están solucionados.
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