Redacción
Martes, 26 de noviembre de 2024
El próximo 29 de noviembre, a las 10:30 h, el Aula Ramón y Cajal será escenario de un evento clave para la sensibilización sobre la crisis climática: la presentación del Observatorio Mediterráneo del Cambio Climático.
Esta iniciativa tiene como objetivo establecer una plataforma de análisis y divulgación sobre los impactos del cambio climático en la región mediterránea, una de las zonas más afectadas por el calentamiento global.
El evento contará con la participación especial del reconocido fotoperiodista Alfons Rodríguez, quien presentará su exposición The Melting Age (del inglés, La Edad del Deshielo) y el documental del mismo nombre. La exposición, que ha sido oficialmente presentada en la COP28 celebrada en Dubái, ofrece un impactante recorrido visual por más de 30 países de siete continentes. A través de imágenes capturadas desde finales del siglo XX y a lo largo del siglo XXI, Rodríguez documenta las causas y consecuencias del cambio climático antropogénico, es decir, derivado de la acción humana.
Fotogalería sobre dos décadas de crisis climática
Rusia. Siberia. La idea de vivir mejor y más suele estar asociada a la industrialización y al progreso tecnológico. Crisis climática / Foto: Alfons Ridríguez
Manila, Filipinas. Este país asiático es el más castigado del mundo por los ciclones y tormentas tropicales / Foto: Alfons Rodríguez
Namibia. Una plataforma petrolífera preside el horizonte en un tramo de la Costa de los Esqueletos / Foto: Alfons Rodríguez
Madagascar. Este país isla es uno de los más afectados del mundo por el Cambio Climático y el más damnificado de África / Foto: Alfons Rodríguez
Rusia. Siberia. Esta es la gran controversia de la industrialización / Foto: Alfons Rodríguez
Namibia. El desierto del Namib, el más antiguo del mundo. La OMM estima que la última década (2010-2019) ha sido la más cálida desde que hay registros / Foto: Alfons Rodríguez
Chad. La región del Lago Chad, en pleno corazón del Sahel / Foto: Alfons Rodríguez
Sudan del Sur. Región de Gogrial Oriental. Un grupo de pastores guerreros nómadas de etnia Dinka atraviesa la aldea de Dubek con sus familias. Migraciones climáticas / Foto: Alfons Rodríguez
Namibia. La sequía azota el Etosha Pan. Las lluvias estacionales son importantes para la vida en estas regiones y cada vez son más escasas / Foto: Alfons Rodríguez
Antártida. Wilhelmina Bay. Se calcula que la temperatura en la zona polar sur ha aumentado en unos 3 grados centígrados / Foto: Alfons Rodríguez
Antártida. Ballenas Jorobadas se alimentan en la superficie junto a la costa de la Tierra de Graham / Foto: Alfons Rodríguez
Groenlandia. Región polar ártica. Desde los años 90, la pérdida de hielo en esta isla americana se ha multiplicado por 7 según la revista 'Nature' / Foto: Alfons Rodríguez
Antártida. Nieva en Isla Decepción. Se estima que en los últimos 70 años se han fundido unos 10 billones de toneladas de hielo/ Foto: Alfons Rodríguez
Emiratos Árabes Unidos. Dubái. Las vistas desde el edificio más alto del planeta con 828 metros, el Burj Khalifa, son tan espectaculares como innecesarias / Foto: Alfons Rodríguez
Qatar. Los países más pequeños y ricos son los que más contaminan en proporción / Foto: Alfons Rodríguez
Cada vez gastamos antes los recursos que nos ofrece el planeta Tierra durante un año / Foto: Alfons Rodríguez
España. Los bosques y selvas del planeta son como un sumidero para eliminar CO2 / Foto: Alfons Rodríguez
España. Poco más del 30% del territorio español está cubierto por bosques / Foto: Alfons Rodríguez
Debido a los efectos derivados de la crisis climática, la biodiversidad animal del planeta ya está altamente afectada / Foto: Alfons Rodríguez
Costa Rica. Uno de los países con más biodiversidad del planeta tiene mucho que perder / Foto: Alfons Rodríguez
La obra de Alfons Rodríguez muestra de manera conmovedora cómo el cambio climático afecta distintos rincones del planeta. Desde el deshielo en Groenlandia y la Antártida, que provoca el aumento del nivel del mar y altera las corrientes oceánicas, hasta la desertificación y la sobreexplotación de recursos en regiones más cálidas, el proyecto revela el alcance devastador de la crisis climática.
Uno de los puntos más destacados de la exposición es su capacidad para mostrar no solo el impacto ambiental, sino también las implicaciones sociales y económicas. El deshielo de los polos, por ejemplo, no solo representa una catástrofe ecológica: también abre nuevas oportunidades para la explotación de recursos naturales, como petróleo y gas, en territorios que hasta ahora permanecían congelados. Esta paradoja —que los mismos recursos responsables del calentamiento global se utilicen para agravar la crisis— es una de las críticas más incisivas que plantea Rodríguez.
La exposición también reflexiona sobre el uso desmedido de recursos esenciales, como el agua. Datos tan contundentes como el hecho de que se utilicen cuatro litros de agua para fabricar una sola botella de plástico resaltan las contradicciones de un modelo de consumo insostenible.
La presentación del Observatorio Mediterráneo del Cambio Climático en el marco de este evento subraya la urgencia de actuar. Aunque en los últimos años se han celebrado conferencias internacionales y se han firmado acuerdos para mitigar los efectos del cambio climático, los avances reales siguen siendo limitados. Como señala la narrativa de The Melting Age, el verdadero desafío no reside únicamente en las buenas intenciones, sino en la implementación de medidas concretas que transformen la forma en que usamos los recursos naturales del planeta.
El Mediterráneo, una región especialmente vulnerable al calentamiento global, enfrenta retos significativos: aumento de las temperaturas, escasez de agua, pérdida de biodiversidad y fenómenos meteorológicos extremos. En este contexto, el Observatorio busca convertirse en un referente para impulsar políticas basadas en datos científicos, fomentar la educación ambiental y promover la colaboración entre países y comunidades locales.
Fotogaleria sobre vivir en Bielorrusia después de la catástrofe de Chernóbil
Además de en toda la zona de exclusión, a lo largo de toda el área afectada de la región de Gomel, en el sureste de Bielorrusia, existen cuantiosos cárteles que indican la radiación / Foto: Alfons Rodríguez
Algunas personas y viajeros a la zona afectada se han acostumbrado a llevar y usar un medidor de radiación para evitar zonas más expuestas / Foto: Alfons Rodríguez
Las viviendas abandonadas desde el accidente quedaron ancladas en aquel fatídico día: 26 de abril de 1986 / Foto: Alfons Rodríguez
Los restos y enseres que muchos de los vecinos de los pueblos más cercanos en Bielorrusia a la frontera con Ucrania dejaron atrás, todavía se pueden ver hoy en las viviendas deshabitadas / Foto: Alfons Rodríguez
Casas enteras que con el tiempo y el pillaje se convirtieron en ruinas / Foto: Alfons Rodríguez
Iván Titok de 82 años, vecino de Strelichevo junto a su casa. A pesar de las recomendaciones nunca abandonó su hogar. No tenía a donde ir. Tanto él como sus nietos tienen en la actualidad serios problemas de tiroides / Foto: Alfons Rodríguez
Todas las carreteras que conducen al sur de Bielorrusia avisan del peligro en la región y sobre todo permanecer un tiempo prolongado / Foto: Alfons Rodríguez
Cuatro vecinas de Stralichava pasan la tarde junto a sus viviendas. La aldea perdió gran parte de sus habitantes. Los que se quedaron suelen sufrir las consecuencias: tiroides, tumores, problemas neuronales y otras secuelas del accidente de Chernóbil / Foto: Alfons Rodríguez
Cementerio de Gubarevichi, un pueblo fronterizo con la zona de exclusión. Aquí yacen algunas de las víctimas de la catástrofe / Foto: Alfons Rodríguez
Sergey Zovin es enterrador en el cementerio de Gubarevichi. Su padre trabajó como liquidador en Chernóbil. Murió a los dos meses / Foto: Alfons Rodríguez
Acceso prohibido a la zona de exclusión, en la región de Gomel, al sureste de Bielorusia / Foto: Alfons Rodríguez
Los cultivos de la región están afectados por la radiación, a pesar de ello muchos decidieron quedarse y seguir alimentándose de los productos de sus tierras / Foto: Alfons Rodríguez
Los tubérculos, como las patatas, y otros cultivos han proporcionado alimento a los que se quedaron, pero también radioactividad a sus organismos / Foto: Alfons Rodríguez
Iván y Vera Shilets viven en Krasniahia a 40 kilómetros de Chernóbil, permanecieron en su hogar tras el accidente. Iván trabajaba en una granja estatal / Foto: Alfons Rodríguez
Alexander Turchin de 55 años, trabaja su huerto en Ivankova, una aldea semi-abandonada que todavía hoy arroja un nivel de radiación de 0,90 microsieverts/hora / Foto: Alfons Rodríguez
Alexander Turchin vive con su madre sin nadie más alrededor. Por culpa de sus secuelas neuronales le abandonaron su mujer y sus tres hijos / Foto: Alfons Rodríguez
Alexander muestra su tarjeta de discapacidad al 100% otorgada por el gobierno a causa de la radiación. Aún así nunca llegó toda la ayuda que la administración prometió a los afectados / Foto: Alfons Rodríguez
Stas Sukhval de 9 años nació con un tumor en el cerebro del que fue operado a los 3 años. Ahora se le ha vuelto a reproducir / Foto: Alfons Rodríguez
Un aula en la escuela abandonada cercana a Buda Koshelenko. Zona afectada por la radiación del accidente de Chernobil. Esta escuela fue abandonada años después / Foto: Alfons Rodríguez
La obra de Alfons Rodríguez es un ejemplo de cómo el arte puede desempeñar un papel crucial en la sensibilización sobre temas urgentes. A través de sus fotografías y el documental The Melting Age, Rodríguez logra conectar con el espectador a nivel emocional, mostrando tanto la belleza de los paisajes naturales como su fragilidad ante las acciones humanas.
Su enfoque abarca historias de personas y comunidades afectadas por la crisis climática, destacando que este no es un problema del futuro, sino una realidad que ya afecta la vida de millones de personas en todo el mundo.
El evento del 29 de noviembre será una oportunidad única para reflexionar sobre la responsabilidad colectiva frente a la emergencia climática y para inspirar acciones concretas que permitan un futuro más sostenible. La combinación de la presentación científica del Observatorio y la narrativa visual de The Melting Age promete ofrecer una experiencia transformadora para todos los asistentes.
Si bien el panorama puede parecer desolador, el mensaje final de The Melting Age es claro: aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo. La clave está en actuar ahora.