El año 2020 será recordado inevitablemente como el del inicio de la pandemia del coronavirus, la COVID-19, el virus SARS-CoV-2, y un largo etcétera de términos técnico-sanitarios. Más desapercibida pasará también en el recuerdo la Cumbre de Naciones Unidas sobre Biodiversidad que ha tenido lugar este pasado 30 de septiembre. Como si de una venganza de la naturaleza se tratara, la crisis sanitaria tiene su origen en una enfermedad zoonótica, es decir, que se ha transmitido de animales a la especie humana.
“La humanidad está librando una guerra contra la naturaleza, y necesitamos reconstruir nuestra relación con ella”, afirmaba el noveno Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres. A lo que añadía datos sobre la situación de la biodiversidad recordando que más del 60% de los arrecifes del mundo está en peligro por exceso de pesca y prácticas humanas destructivas; la vertiginosa disminución de poblaciones de vida silvestre por el consumo excesivo y la agricultura intensiva. Guterres también recordó que el 60% de las enfermedades conocidas y el 75% de las nuevas descubiertas son zoonóticas.
El pangolín una de las especies más cazadas y con mayor número de tráfico ilegal en la fauna silvestre mundial
Paradójicamente con un año de antelación a la pandemia del coronavirus – a finales del año 2019– un grupo de investigación estudió los virus y patógenos que afectaban al pangolín malayo (Manis javanica) en el empeño de ayudar a la conservación de la especie ante su peligro de extinción. Existen hasta ocho especies de pangolín; cuatro son endémicas de África y las otras cuatro de Asia.
La fuerte demanda de su carne y sus escamas ricas en queratina que se destina a las medicinas tradicionales orientales, hacen del pangolín una de las especies más cazadas y con mayor número de tráfico ilegal en la fauna silvestre mundial. Diferentes investigaciones acreditan que el virus SARS-CoV-2 de la familia del coronavirus proviene del murciélago que lo transmitió al pangolín y este a humanos.
En 2008 una investigación publicada en la revista Nature advertía que más del 70% de las enfermedades infecciosas emergentes de los últimos más de 40 años –entre 1940 y 2004– son de origen animal –zoonóticas–. En el mismo estudio también se alertaba de la importante carga para la economía y los sistemas de salud pública a nivel mundial.
El estudio concluía que los causantes de tales enfermedades infecciosas emergentes zoonóticas eran “factores socio económicos, ambientales y ecológicos” como se demuestran con los virus del VIH y el Ébola que se “originaron en la vida silvestre”. De la misma manera, se sabe que las enfermedades infecciosas emergentes del Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS), el SARS-CoV-1 o el SARS-CoV-2 provienen de animales, de camellos, de civetas y pangolines respectivamente.
La Cumbre sobre Biodiversidad, en el 75 º aniversario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), partió de dos premisas fundamentales a partir de datos cuantitativos. Primero: que el 75% de la superficie terrestre de la Tierra ha sido alterada significativamente por acciones humanas, tales como la pérdida del 85% del área de humedales. Y segundo: que 66% del área oceánica está experimentando múltiples impactos por parte de las personas, incluida la pesca, la contaminación y los cambios químicos por acidificación.
Las buenas intenciones de los Gobiernos no sirven de nada si no se acompañan de acciones vinculantes
GREENPEACE, ONG ecologista
Horas antes a la fecha de la cumbre por la biodiversidad de la ONU, agrupaciones ecologistas como Greenpeace señalaban la falta de acciones de los Gobiernos ya que ninguno ha alcanzado los objetivos que se acordaron en 2010 para frenar la pérdida de biodiversidad, por lo que se mostraban muy incrédulos ante los anuncios que se pudieran hacer ya que “las buenas intenciones de los Gobiernos no sirven de nada si no se acompañan de acciones vinculantes”. Y recordaban que “solo el 15% de los bosques del mundo permanecen intactos y solo el 3% de los océanos están libres de la presión del ser humano”.
Un desequilibrio peligroso
En la misma línea se manifestaba el director general de WWF Internacional, Marco Lambertini, que advertía que la pérdida de la naturaleza y la biodiversidad "es tan grave que plantea serios riesgos para la salud, economía y modos de vida". "Las pandemias, los incendios forestales, la disminución de la vida silvestre y el cambio climático son síntomas de nuestra relación peligrosamente desequilibrada con el mundo natural. No podemos ignorarlo más y debemos actuar con decisión", manifestaba Lambertini.
Por otro lado, el presidente del Ejecutivo español, Pedro Sánchez, durante su intervención en la Cumbre sobre Biodiversidad de la ONU, pronunció un discurso en el que reconocía la "emergencia medioambiental sin precedentes". De manera bastante elocuente, manifestaba que "la inacción no es una opción", destacando que el estilo de vida y el modelo productivo están destrozando la biodiversidad a un ritmo "imparable".
La sexta extinción masiva ya está aquí. En 13 años se extinguieron 173 especies de vertebrados
PEDRO SÁNCHEZ, Presidente del Gobierno
Pedro Sánchez, aún fue más específico cuando arguyó: "La sexta extinción masiva ya está aquí. Entre 2001 y 2014 se extinguieron 173 especies de vertebrados. 400 en los últimos 100 años. En circunstancias normales, esa desaparición habría llevado 10.000 años”, refiriéndose a la sobreexplotación de recursos y la deforestación que amenazan, no solo la salud y bienestar, sino la propia supervivencia de la especie humana.
Unas horas antes al discurso, desde Ecologista en Acción exigía a Pedro Sánchez menciones específicas y relevantes para lograr que en España se empiece a adoptar medidas para cumplir las metas mundiales de diversidad biológica, más allá de generalidades y datos, cosa que no parece haber ocurrido. La ONG también le recordó a Sánchez que los incumplimientos del Ejecutivo español en materia de biodiversidad refiriéndose a las de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y hacer realidad la visión Vivir en armonía con la naturaleza que figura en el convenio, y con la que el Ejecutivo se comprometió en 2010 pero "no ha cumplido".
Para la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la falta de medidas de los gobiernos contrasta fuertemente con los datos sobre la pérdida de biodiversidad en los ecosistemas ante la necesidad de “reglas que protejan las especies y fortalezcan nuestra resiliencia y nuestro bienestar”.
La biodiversidad y los ecosistemas son esenciales para el progreso
ANTONIO GUTERRES, Secretario General de Naciones Unidas
El sistema alimentario no ayuda
Ante la Cumbre sobre Biodiversidad se hizo un llamamiento por parte Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, a todo el planeta para “reconstruir” su relación con la naturaleza, la biodiversidad y medio ambiente en general; una realidad tozuda de cambiar de acuerdo a la tendencia general de falta de compromisos por parte de los Gobiernos y los datos que no son nada esperanzadores. Antonio Guterres también manifestó que “la biodiversidad y los ecosistemas son esenciales para el progreso y la prosperidad humana” y que la actual pandemia de la COVID-19 se debe al “desequilibrio” con la naturaleza.
Hace pocos días ante el Día Mundial de la Alimentación WWF denunciaba que el sistema alimentario actual es el responsable del 75% de la deforestación mundial y del 26% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Según la ONG conservacionista, enfermedades infecciosas como el coronavirus se deben en gran medida a la conversión de tierras para la agricultura, la ganadería intensiva y el comercio ilegal de vida silvestre, en un sistema alimentario basado en la explotación insostenible de los recursos naturales.
Recientemente Greenpeace alertaba con datos el sector ganadero industrial por el aumento del 27% en las emisiones de dióxido de carbono (CO2). Este incremento se produjo entre los años 2000 y 2018, lo que convierten a España en el tercer país de la Unión Europea (UE) con más gases de efecto invernadero producido por la industria ganadera.
Según datos de esta misma semana, se estima que existe un millón de especies de insectos, lo que representa el 80% de la biodiversidad de todo el planeta. Se calcula que la tasa de extinción de estos invertebrados es ocho veces más rápida que la de los mamíferos, aves o reptiles. Diferentes especialistas explican la causa de esta situación a a la pérdida de hábitats por los usos agrícolas.
Los insectos son 80% de la biodiversidad y su tasa de extinción es ocho veces más rápida que el resto de especies
Por otro lado, este mismo miércoles se ha sabido que la nueva Política Agraria Común (PAC) ha sido aprobada por el Europarlamento y el Consejo de Ministros de Agricultura de la Unión Europea (UE). Las organizaciones ecologistas opinan que los acuerdos alcanzados resultan "decepcionantes" porque dan la espalda al Pacto Verde Europeo y desoye las recomendaciones y evidencias de la ciencia y las demandas de la sociedad civil.
Restaurar los ecosistemas para proteger la biodiversidad
Un informe recientemente publicado también en la revista Nature y que ha sido llevado a cabo por 27 investigadores de 12 países distintos, asegura que restaurar ecosistemas devolviéndolos a su estado natural, –que han sido reemplazados por la agricultura– rescataría a la mayoría de las especies terrestres de mamíferos, anfibios y aves bajo amenaza de extinción, a la vez que se absorberían más de 465.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, –casi la mitad del carbono acumulado en la atmósfera desde la Revolución Industrial–.
La propuesta consiste en de llevar a su estado original bosques, pastizales, matorrales, humedales y ecosistemas áridos, entre otros muchos. Para Bernardo B.N. Strassburg, autor principal del estudio “impulsar planes para devolver importantes extensiones de la naturaleza a un estado natural es fundamental para evitar la pérdida masiva de biodiversidad y las crisis climáticas y sanitarias”. Para ello, es importante escoger bien las zonas a restaurar, sin que impacte en la producción agrícola ni la seguridad alimentaria. El trabajo de B.N. Strassburg y sus coautores demuestra que la restauración puede ser 13 veces más rentable en función del lugar de implementación de medidas.
La ONU estima que se perderán hasta un millón de especies en las próximas décadas
Después de las severas advertencias de las Naciones Unidas hace pocas semanas sobre estado planetario de la biodiversidad –que estiman que se perderán hasta un millón de especies en las próximas décadas– y haberse puesto de manifiesto la falta de compromisos y los fracasos para proteger la vida en el planeta la investigación de Bernardo B.N. Strassburg y sus colegas podría dar respuesta a los objetivos de protección de la biodiversidad establecidos a nivel mundial para 2020 que incluye el objetivo de restaurar el 15% de los ecosistemas de todo el mundo.
Nexos entre la salud humana y la planetaria
En este sentido cabe destacar que el pasado 22 de septiembre, el Consejo de Ministros de España aprobó el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) 2021-2030, un instrumento que sirve para dicha reconstrucción, todo y que desde diversas organizaciones ecologista ya se haya tachado de insuficiente. Entre los objetivos estarían los de ser menos vulnerables, estar más seguros y una mayor resiliencia al cambio climático. El año 2019, fue el segundo más cálido en el mundo –desde que existen registros– y el más cálido en Europa. También fue el sexto más caluroso de España desde 1965.
Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) también advierten que el 23% de las muertes mundiales están relacionadas con el daño y la destrucción del medio ambiente. La pandemia de la COVID-19 es una buena prueba de ello, si bien tiene sus raíces en la pérdida del hábitat y el comercio ilegal de vida silvestre; y la biodiversidad.
Múltiples organizaciones de la sociedad civil y hasta más 100.000 ciudadanos de diferentes países a través de la campaña Un planeta, un derecho reclaman a la Organización de Naciones Unidas que incluya a los Derechos Humanos el derecho a un medio ambiente sano. Para muchos, el reconocimiento y la inclusión de este nuevo derecho podrían garantizar la recuperación verde social y económica pospandemia, a través de una agenda internacional verde dando prioridad al cambio climático y a la conservación ambiental.
El relator especial de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos David Boyd, cree que "el derecho a un planeta sano, como derecho humano universalmente reconocido, sería una poderosa adición al conjunto de herramientas para salvar el planeta".
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