Greta Thunberg, la adolescente sueca que se manifiesta por el clima cada viernes desde agosto de 2018, ha movilizado a millones de jóvenes en todo el mundo con sus protestas. Muchos se sorprenden de que actúe como lo hace. Muchos piensan que es una marioneta, resultado de la manipulación ejercida por adultos, empresas y organizaciones. Muchos ridiculizan su rabia y sus lágrimas al defender el planeta y su futuro. Pero muchos olvidan que esta joven activista no es solo la voz de una, sino de varias generaciones.
Hace 27 años, el 3 de junio de 1992, durante la celebración de The Earth Summit, la Cumbre de Medio Ambiente y Desarrollo organizada por Naciones Unidas en Río de Janeiro (Brasil), una niña canadiense de tan solo 12 años, Severn Suzuki, ya habló a favor de la Tierra, también cuestionó el sistema económico y exigió cambios a los adultos. Fundadora con 10 años de la Environmental Children's Organization (ECO), la ahora ecóloga y activista ambiental pidió, en definitiva, un futuro mejor para todos, sobre todo para los más pequeños.
Casi tres décadas más tarde, esos niños y niñas han crecido, y ahora mantienen la preocupación por sus propios hijos, cada vez más concienciados por el medio ambiente. Muchos de ellos formaron parte de los grupos de jóvenes convocados el 27 de septiembre a la Huelga Mundial por el Clima.
Pero, aunque este último año ha sido especialmente activo, las protestas por el clima vienen de lejos. Ya en 2014 se produjeron marchas masivas, una de ellas, la People’s Climate March, congregó a más de 300.000 personas en Nueva York frente a la sede de la ONU. Los movimientos, ahora denominados People's Climate Movement, se han sucedido en los últimos años y se unen a las protestas juveniles. Pero, ¿por qué el mensaje de Greta con Fridays For Future parece haber calado más que ningún otro movimiento?
Mayor conciencia medioambiental
“Los sociólogos siempre decimos que tiene que existir una base social para que se apoyen los cambios, y se ha ido fraguando en estas últimas décadas”, explica a Sinc Mercedes Pardo-Buendía, directora del grupo de investigación de Sociología del Cambio Climático y el Desarrollo Sostenible de la Universidad Carlos III de Madrid.
Las movilizaciones actuales parten de una base social ya concienciada sobre el cambio climático, después de décadas de informes científicos advirtiendo sobre modelos climáticos catastróficos y consecuencias devastadoras del aumento de las temperaturas. El discurso de Greta ha cristalizado justamente ahora, “en un momento en que los científicos están alertando fuertemente sobre el problema”.
Sin embargo, también lo hicieron en 1992 con la Primera Advertencia para la Humanidad –el segundo aviso se produjo 25 años después en 2017 con amenazas medioambientales más evidentes y serias–. En aquel momento, la juventud no obtuvo la repercusión en los medios de comunicación ni en la sociedad como lo está logrando ahora Fridays For Future, cuyo mensaje ha llegado incluso a las escuelas.
En realidad, entran en juego muchos más factores: redes sociales, exacerbación de los efectos del cambio climático en el día a día de muchos países, más presencia en los medios de comunicación, más apoyo institucional, el momento de toma de decisión en la ONU, entre otros.
Durante las reuniones de los estados para alcanzar medidas que reduzcan las emisiones de CO2, la acción peculiar de Greta Thunberg, “muy articulada y determinada”, especifica Pardo-Buendía, se ha visibilizado mucho. “Su propuesta de huelga de estudiantes de los viernes era fácil de seguir y estos han respondido. Las redes sociales han ayudado mucho a su difusión”, indica la experta. La activista suma ya más de 2,3 millones de seguidores en su cuenta de Twitter.
El 15 de marzo de 2019, en la primera gran huelga estudiantil a escala internacional, más de 2.000 ciudades de todo el mundo –58 de ellas españolas– concentraron a más de millón y medio de manifestantes. Lo volvieron a hacer en mayo de este año en 125 países, durante la segunda jornada.
“También hay que tener en cuenta que está siendo sobre todo en los países económicamente desarrollados. Cuando las sociedades han superado más o menos sus penurias económicas, quieren calidad de vida. Se trata de valores posmaterialistas, como es el caso de la calidad del medio ambiente”, explica la socióloga.
Por sus esfuerzos para sensibilizar sobre la crisis climática, a principios de septiembre, Amnistía Internacional otorgó a Greta Thunberg y al movimiento estudiantil de activistas contra el cambio climático Fridays For Future el premio Embajadora de Conciencia de Amnistía Internacional de 2019. Esta semana, a la activista sueca también le han concedido el premio The Right Livelihood, considerado el Nobel alternativo, por su labor en la protección del medio ambiente.
Greta, que ha sido portada en la revista Time, es un fenómeno sociológico, pues ha impregnado los medios de comunicación, las cumbres de Naciones Unidas y la conciencia de las personas. “Eso es muy positivo porque puede empujar más al cambio concreto de políticas y actuaciones”, señala Pardo-Buendía.
El apoyo a la adolescente muestra una importante conciencia medioambiental en la sociedad, aunque todavía queda que se concrete en la acción, tanto de los gobiernos como de las empresas y de la ciudadanía. Es necesario que el problema se conecte más con la vida cotidiana de las personas, “es decir, con el uso del coche privado o el transporte público, por ejemplo, entre otras formas de organización social que requieren transformaciones”, apunta la experta.
Inspirados por la joven sueca, otros niños de diferentes países (EE UU, Nigeria, Islas Marshall, Brasil, Francia, Alemania, India, entre otros) son las caras visibles de los movimientos semanales en contra del cambio climático. Ellos son Children vs Climate Crisis, y tienen nombres y apellidos: Iris Dusquesne, Raina Ivanova, Carl Smith, Catarina Lorenzo, Chiara Sacchi, Alexandria Villasenor, Deborah Adegbile, Litokne Kabua, entre otros.
En nuestro país, la versión española de Fridays for Future (Juntos por el clima) junto a otras organizaciones también ha firmado el manifiesto para que los estados declaren la emergencia climática y “se tomen las medidas concretas necesarias para reducir rápidamente a cero neto las emisiones de gases de efecto invernadero, en línea con lo establecido por la ciencia y bajo criterios de justicia climática”, exponen.
Los científicos apoyan a los estudiantes
Al igual que los jóvenes han empezado a actuar, alertados por las evidencias de los científicos, estos últimos no han quedado indiferentes ante los movimientos estudiantiles. A pesar de llevar décadas advirtiendo de las consecuencias del aumento de temperaturas, parte de la comunidad científica se ha inspirado del movimiento juvenil para crear su propia protesta: Scientists for Future (S4F).
El alemán Gregor Hagedorn ha sido el impulsor de esta iniciativa, motivado por sus propios hijos, confiesa a Sinc. El investigador en el Instituto Leibniz para la Investigación Evolutiva y de Biodiversidad en Berlín se esforzó durante años, como muchos otros científicos en todo el mundo, en mostrar la cruda realidad del cambio climático, pero fracasó. Con Greta vio la luz.
“Cuando Greta empezó a despertar el interés de los periodistas, comencé a esperanzarme. Tenía un mensaje y recibió una gran atención por parte de los medios de comunicación, justo donde los científicos fallamos”, declara Hagedorn. Después, miles de estudiantes alemanes siguieron el ejemplo de la joven sueca y, como ella, iniciaron las protestas los viernes con un objetivo: pedir un cambio en nuestras actitudes sociales y políticas.
Sin embargo, algunos medios y políticos han seguido ignorando las manifestaciones de los jóvenes, y se han centrado en criticar el absentismo escolar. Otros incluso han realizado ataques personales a los niños. “Tuve la sensación de que los científicos debíamos hacer algo”, señala Hagedorn.
“Al basar sus demandas y supuestos en nuestros datos, estos jóvenes se han aliado con la ciencia y dicen: ayudadnos a convencer a nuestras sociedad para asegurarnos un buen futuro. La ciencia, o más bien los científicos, debían actuar”, recalca.
Desde principios de año, S4F ha logrado reunir unos 60 grupos locales en Alemania, Austria y Suiza, además de otros emergentes en Países Bajos, Italia, Portugal y algunos países más que comienzan a formar equipos. “¡Los científicos en España son bienvenidos!”, manifiesta a Sinc el investigador. En el mes de marzo, para la primera gran huelga lograron recoger 26.800 firmas.
En abril, Hagedorn y otros compañeros respaldaron las acciones de los jóvenes en una declaración publicada en la revista Science. En ella, explicaron que las preocupaciones juveniles están justificadas y respaldadas por la mejor ciencia disponible. “Las medidas actuales para proteger el clima y la biosfera son profundamente inadecuadas”, expusieron.
El científico está convencido de que las cosas pueden cambiar y que los gobiernos se implicarán más en la lucha. “Nuestro estilo de vida es el resultado de nuestras decisiones políticas y sociales. Creo que amamos a nuestros hijos y estamos dispuestos a cambiar por ellos. Pero hacerlo no es una elección individual, es una elección social”, advierte.
Las evidencias no engañan: solo si dejamos de emitir CO2 y otros gases de efecto invernadero en los próximos 20 a 30 años limitaremos el aumento de temperaturas. No hacerlo pondrá en peligro las futuras generaciones, que ya no son puras estadísticas ni figuras abstractas, sino seres humanos de carne y hueso que piden ayuda aquí y ahora.
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