El Congreso Mundial de la Naturaleza de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), celebrado el mes pasado bajo el título Planeta en la encrucijada, aprobó los Compromisos de Hawái ─archipiélago estadounidense del Pacífico en cuya capital, Honolulu, tuvo su sede─, una hoja de ruta para mantener la biodiversidad y la salud del planeta, y en los cuales se identificaron una serie de desafíos como la pérdida de especies o el declive de los ecosistemas.
En el encuentro de Honolulu se dieron cita más de 8.000 personas de 184 países
La directora general de la UICN, Inger Andersen, avisaba en la clausura del evento: “Algunas de las mentes más brillantes y de los profesionales más entregados se han dado cita en este congreso para decidir las acciones más urgentes necesarias para asegurar la supervivencia a largo plazo de la vida en la Tierra y su capacidad de mantenernos. Este congreso ha llegado en un momento crucial en la historia del planeta, cuando nos encontramos en una encrucijada, enfrentados a retos de una magnitud sin precedentes”.
Uno de estos retos es la pérdida de biodiversidad, que la UICN monitoriza a través de su Lista Roja de Especies Amenazadas. Durante el congreso se actualizó la clasificación de algunas de ellas, en la mayoría a peor, como el gorila oriental, que ha pasado a la categoría “en peligro crítico”, y la cebra de llanura, que ahora está “casi amenazada”. En cuanto al mundo vegetal, se destacó que de las 415 especies de plantas endémicas de Hawái, el 87% están amenazadas. Las buenas noticias vinieron del panda gigante ─2.060 ejemplares en libertad en 2015, frente a los 1.596 de 2004─, el antílope tibetano y las ballenas grises, que han mejorado su situación gracias a los grandes esfuerzos proteccionistas desarrollados en su favor.
El congreso, en el que participaron más de 8.000 personas de 184 países, incluyendo dirigentes políticos de todo el mundo ─con Barack Obama entre ellos─ y representantes de ámbitos tan diferentes como la sociedad civil, la política, los pueblos indígenas, el sector académico y el empresarial, grupos religiosos y espirituales, identificó tres ejes muy importantes para el futuro de la conservación: el vínculo entre la diversidad biológica y cultural, ya que se necesitarán conocimientos antiguos y modernos para protegerlas; la importancia de los océanos y, finalmente, los retos a asumir, como son la pérdida de los hábitats o el cambio climático.
El 30% de las aguas internacionales
El documento final, los Compromisos de Hawái, se divide en dos partes: la necesidad de involucrar a la gente y los desafíos. El primer punto destaca la importancia de “establecer nexos entre la espiritualidad, la religión, la cultura y la conservación” para que los saberes tradicionales nos recuerden cómo se vive junto con la naturaleza y sin aprovecharse en demasía de ella. También se menciona en este apartado la importancia de involucrar a la juventud mundial en la lucha por mantener la biodiversidad a través del contacto con la naturaleza. Para este fin, el congreso lanzó la iniciativa #NatureForAll.
El acuerdo identifica numerosos desafíos. En primer lugar, se señala uno muy realista: “Asegurar el suministro mundial de alimentos y conservar la naturaleza”. El equilibrio entre alimentar a una población mundial cada vez mayor y el cuidado del medio ambiente es realmente complicado, pero es necesario hallar las formas que hagan la agricultura más sostenible y eficiente, sin olvidar la diversidad genética de los cultivos y las formas de producción locales y tradicionales.
El primer reto es asegurar el suministro mundial de alimentos sin dañar el entorno
El congreso propuso como algunas soluciones una mejor gestión de las cadenas de producción que garantice la reducción del desperdicio de alimentos y un nuevo sistema de impuestos e incentivos. “La conservación de la naturaleza y el progreso humano no son mutuamente excluyentes, sino que son aliados esenciales para lograr el desarrollo sostenible”, destaca el documento, donde se clasifican todas las áreas protegidas por la UICN como zonas vetadas a la construcción o cualquier actividad económica, cosa que hasta ahora sólo afectaba a los lugares Patrimonio de la Humanidad.
El segundo desafío es “preservar la salud del océano mundial”. La subida del nivel del mar, la acidificación de las aguas y la pérdida de recursos pesqueros y biodiversidad marina en general son algunos de los problemas a los que se enfrentan los mares. Y estos no sólo afectan a los animales y plantas, sino también directamente a la seguridad humana. En los últimos meses, diversos gobiernos han protegido amplias zonas del mar, destacando entre ellos Estados Unidos, que ha ampliado el Monumento Marino Nacional de Papahānaumokuākea (Hawái), transformándolo en el área protegida más grande del mundo, con 1.508.670 km2.
Palau, Colombia y la Polinesia Francesa también han ampliado o creado nuevas zonas marinas protegidas. El texto insiste en la necesidad de coordinar esfuerzos para solucionar el problema de los residuos plásticos en los océanos, el calentamiento del agua (que ha absorbido más de un 90% de la subida de temperaturas global), la acidificación y la protección del alta mar, ya que más de dos tercios de los océanos están fuera de la jurisdicción de los estados. El objetivo es proteger el 30% de estas zonas para el 2030.
Amor a la tierra
El tercer desafío es “poner fin al tráfico ilegal de vida silvestre”. Este comercio ha extinguido o enviado al borde de la extinción a muchas especies, entre ellas el pangolín, muy apreciado por su carne en África y Asia. Tanto este animal como la vaquita marina están en peligro de desaparecer de forma casi inmediata y el congreso dio salida a diversas mociones para redoblar los esfuerzos de protección. Además, este comercio es fuente de financiación de milicias armadas y redes de crimen organizado internacional. Es necesario combinar el trabajo de las diferentes agencias y gobiernos, tanto nacionales como locales, de forma que resulte más atractiva la economía legal que la ilegal. Por otro lado, se abogó por abordar en la lucha toda la cadena de venta de estos productos, también el consumidor. Así, el congreso instó a sus miembros a cerrar sus mercados domésticos al comercio de marfil de elefante y a prohibir la cría de leones para la llamada caza enlatada.
El cuarto desafío es “involucrar al sector privado” para que entienda que es más rentable trabajar en favor de la naturaleza que deteriorarla. Para ello, es necesario gravar las actividades que afectan más al medio ambiente y recompensar fiscalmente a las más sostenibles.
El documento concluye con una llamada
a la acción pero también a la esperanza
El quinto y último desafío es el cambio climático. La comunidad internacional es ahora plenamente consciente de la importancia y alcance de este fenómeno, pero para conseguir que se cumplan los Acuerdos de París de diciembre pasado es necesario impulsar soluciones basadas en la naturaleza (como la restauración de bosques que absorben carbono) y con la colaboración de pueblos indígenas y mujeres. En esta línea, durante el congreso se anunció que el Desafío de Bonn, una iniciativa que intenta restaurar 150 millones de hectáreas de bosque hasta el 2020 y 350 hasta el 2030, había superado los 100 millones de hectáreas prometidas.
Los Compromisos de Hawái finalizan con una llamada a la acción pero también a la esperanza, defendiendo que aunque “los problemas que nos aquejan son complejos, los valores son controvertidos, y el futuro incierto [...] debemos ampliar y profundizar el diálogo global acerca de nuestra relación con la naturaleza, motivar acciones colectivas y asegurar que las soluciones basadas en la naturaleza sean equitativas, justas y perdurables. La comunidad de conservación afrontará estos desafíos alentada por la creatividad de la imaginación humana, empoderada por los conocimientos científicos y tradicionales, e inspirada por el espíritu de Aloha ʻĀina”, un concepto de la cultura tradicional hawaiana que significa amor a la tierra.
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