El lince ibérico (Lynx pardinus) no levanta cabeza. En lo que llevamos de año han muerto atropellados 20 ejemplares del felino más amenazado del planeta, una cifra histórica que ya supera a la de 2013, cuando murieron 14. La última víctima falleció el pasado 18 de octubre cerca de la localidad de Valencia de las Torres (Badajoz). Las ruedas de los coches se han convertido ahora en la mayor amenaza para el futuro de la conservación de este mamífero.
El lince lleva habitando la península Ibérica desde hace dos millones de años, pero en menos de un siglo la población se dio casi por extinguida como consecuencia de la pérdida de su hábitat, la caza furtiva y las enfermedades que a mediados del siglo XX diezmaron al conejo, animal del que depende casi exclusivamente para subsistir. El número de linces en libertad pasó de un millar de individuos en la década de los 80 a menos de 200 a principios de este siglo.
Unos 300 ejemplares viven actualmente en libertad, el triple que hace una década
Ante tal situación, los expertos trabajan desde hace años para luchar contra su desaparición, gracias sobre todo a los programas LIFE de la Unión Europea. Y parece que, poco a poco, el trabajo obtiene su recompensa. El número de linces se ha triplicado en la última década y hoy se estima que viven en libertad, principalmente en los dos núcleos estables de población en Andalucía, en la Sierra de Andújar (Jaén) y el Parque Nacional de Doñana (Huelva), unos 300 ejemplares.
Pese a los avances, la especie sigue catalogada como en Peligro crítico de extinción, antesala de la Extinción en libertad, por la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El objetivo del proyecto LIFE+ Iberlince es lograr que la especie pase a la más tranquilizadora categoría En peligro mediante el incremento del número de ejemplares al menos a 70 hembras territoriales en Sierra Morena (50 en Andújar-Cardeña, 10 en Guadalmellato y 10 en Guarrizas) y otras 25 en Doñana-Aljarafe. Asimismo, se pretende identificar, preparar y establecer cinco nuevas áreas de reintroducción en Portugal, Castilla–La Mancha, Extremadura, Murcia y Andalucía, con capacidad para conseguir poblaciones autosostenibles.
Con este fin, se han creado cinco centros de cría en cautividad, los de El Acebuche (en el parque de Doñana, Huelva), La Olivilla (Jaen), el Parque Zoobotánico de Jerez de la Frontera (Cádiz) y Zarza de Granadilla (Cáceres) y el Centro Nacional de Reproducción del Lince Ibérico portugués, ubicado en Silves, en el Algarve.
Sin embargo, el crecimiento de la población silvestre –un 17,3% desde 2011 si se tienen en cuenta los felinos nacidos en cautividad reintroducidos desde ese año y sin conocer todavía los cachorros llegados al mundo en libertad durante 2014– no es suficiente para compensar el número de animales muertos en las carreteras.
Puntos negros
Mientras que en el trienio 2009-2011 hubo cuatro atropellos de lince anuales, en 2012 se produjeron siete, 14 en 2013 y 20 en lo que llevamos de 2014, según los datos de los programas LIFE para la conservación de este felino.
El aumento de atropellos, que causan el 40% de las muertes de los linces, se debe a la fragmentación y alteración del hábitat, que les obliga a recorrer grandes distancias en busca de un nuevo territorio donde asentarse en el que no les falte el alimento, especialmente el conejo (Oryctolagus cuniculus).
Su principal presa escasea por la pérdida del medio natural, la desaparición de las prácticas agrícolas tradicionales, la sobreexplotación de los cotos de caza, el exceso de depredadores y la presencia anual de dos enfermedades: la mixomatosis –inoculada por un doctor francés a unos conejos que dañaban sus viñedos, y extendida posteriormente por el viejo continente–, que acabó con poblaciones de estos lagomorfos en cifras superiores al 90% en algunas zonas de la península, y la enfermedad hemorrágica vírica, que llegó a España a finales de 1980.
A largo plazo, las autoridades prevén la construcción de nuevos pasos de fauna
Los grupos ecologistas exigen que se tomen medidas para frenar los accidentes. “Lo más escandaloso es que la mayoría de estos atropellos podrían haberse evitado aplicando medidas tan sencillas y económicas como reparar o mejorar el vallado de las carreteras, instalar señalización o desbrozar los márgenes”, defienden desde WWF, organización conservacionista que ha puesto en marcha una campaña de recogida de firmas para que se arreglen los puntos negros de las carreteras.
Por su parte, a mediados de septiembre, las autoridades competentes movieron ficha y establecieron una estrategia de trabajo a corto y medio plazo para habilitar infraestructuras existentes como pasos reutilizables por el lince ibérico y, a largo plazo, construir nuevos pasos de fauna como los que se levantaron en Doñana con buenos resultados. Unos buenos propósitos para los que, sin embargo, no se han establecido todavía plazos.
Además de los atropellos, las peleas entre hermanos, la caza ilegal y las enfermedades son el resto de causas que diezman a la vulnerable población del lince. Cinco más han muerto durante este año de forma no natural, uno de ellos, el reintroducido en Extremadura, envenenado, y otro, en Vilches (Jaén), apaleado. Todo ello subraya la necesidad de concienciar a la sociedad sobre la importancia de conservar al felino más amenazado del mundo para que todos los esfuerzos no sean en vano.