Antonello Dellanotte tiene cientos de amigos gorriones a los que alimenta, observa y fotografía de cerca. Todas las mañanas, acude al parque del Retiro, su oficina de trabajo, donde lleva a cabo numerosos proyectos para poner en valor la biodiversidad y el patrimonio monumental de este precioso espacio de paz en el corazón de Madrid. Acaba de lanzar la plataforma divulgativa Gorriones.org, desde la que nos ilustra sobre las maravillosas anécdotas de estos personajillos agradables; pero también, sobre los retos a los que hace frente esta ave en peligro con la que convivimos, y en la que no siempre reparamos.
Hace tan solo unos meses, a pesar del parón de la pandemia, decidió lanzar la plataforma Gorriones.org. Cuéntenos, ¿cómo surgió la iniciativa?
En 2020, debido a la pandemia, tuve que dejar mi trabajo como profesor de fotografía. Dada mi cercanía con los gorriones, se me ocurrió hacer una exposición sobre ellos. La idea tomó fuerza hasta que me propusieron hacer una exposición seria. A partir de ahí, la iniciativa siguió creciendo y mutando hasta quedar definida como un proyecto monográfico, de visibilización del gorrión. Desde que lo lanzamos a finales del año pasado, hemos tenido mucho éxito en las redes sociales.
¿Qué tiene de singular Gorriones.org y cuál es el objetivo de dedicar un espacio exclusivo a una especie que es considerada común para la gente de las ciudades?
Gorriones.org no es una ONG, sino un proyecto más que no rivaliza con otras iniciativas que también informan sobre esta especie. Hay plataformas sobre los gorriones en las que se da información muy útil sobre cómo ayudar a estas aves; pero yo he querido dar una visión más cercana. Desde el principio, quería que el arte formase parte del ADN del proyecto, a través de la fotografía, pero también de la pintura.
El objetivo de este proyecto es que la gente trascienda la imagen del gorrión en la acera, como parte del mobiliario urbano, y que sea capaz de ver al personajillo agradable tan importante que hay detrás; que sepa ver su peculiaridad. Para mí, los gorriones son tan comunes en nuestras vidas que, por ello, se hacen especiales.
¿Qué tipo de contenido se puede consultar en la página web?
Publicamos fotografías y artículos informativos sobre los gorriones. En el blog de la web, El Blog del Gurriato, cuento con la ayuda de dos biólogos: Estefanía Alonso y Nicolas López, quienes además de aportar datos, firman sus propios artículos. En cuanto a la parte artística, estamos pensando en hacer actividades diversas, por ejemplo, concursos de acuarela o actividades similares.
Al mismo tiempo, en tanto que divulgador del patrimonio cultural, histórico y artístico de la ciudad de Madrid, a través de la web, ponemos en valor el parque del Retiro, que es un escaparate excelente por su patrimonio artístico y su biodiversidad.
Al ser un proyecto independiente, la web tiene también una tienda online que nos ayuda a financiarnos. En el futuro, estamos llamados a buscar patrocinios para poder prolongar nuestra actividad.
Convivimos con ellos, pero no sabemos en qué medida los gorriones son afectados por nuestro comportamiento. ¿Qué deberíamos saber sobre la interacción entre las personas y el gorrión?
Me gustaría comentar lo sucedido recientemente con el temporal de nieve Filomena, pues hubo un gran movimiento para ayudar a las aves urbanas. Antes de la llegada del temporal, SEO Birdlife hizo una llamada de aviso a la población para advertir de que íbamos a estar días en los que las aves no tendrían literalmente qué comer. Allí donde había un camino, donde había una miguita de pan, habría hielo. Yo apoyé la llamada a través de mis redes, de Gorriones.org y de la página web del parque del Retiro, para que la gente pusiera semillas en las ventanas, en el balcón… A raíz de ello, en Madrid, muchas tiendas se quedaron sin comida para pájaros… Esto pone de manifiesto uno de los principales problemas que tienen los gorriones: la alimentación.
En el medio rural, la intensificación agraria ha hecho que apenas queden restos de grano en las cosechas; porque las máquinas son muy eficientes en la recogida. Los gorriones nos han acompañado a las ciudades para alimentarse de nuestros desperdicios, pero en las ciudades cada vez hay menos, y cuando dejamos residuos, no es lo mejor para su dieta.
La calidad del aire, la subida de la temperatura, la arquitectura moderna que no permite su anidación… Hace 100 años, se hacían las casas con teja, que era la casa por antonomasia del gorrión, ahora los edificios son muy funcionales, con cubiertas planas y sin recovecos. El electromagnetismo de las antenas tampoco les gusta mucho y tienden a alejarse… La lista de amenazas es interminable.
¿Qué podemos hacer para ayudarles?
Ayudarles cuando más lo necesitan, que es en época de cría y de frío. Podemos instalar comederos, cajas cría y también alimentarlos en los parques. Con un kilo de arroz, yo alimento durante una semana al grupo de 30 gorriones que viven detrás de mi casa.
También es importante ponerles agua fresca y limpia. A parte de los microorganismos que puede haber en un charco, hay que tener en cuenta que, cuando pasa el camión de baldear, este deja detergentes que se mezclan con las sustancias ya presentes en las calles: gasoil, nicotina, pesticidas… Los pobres beben de ahí. En verano lo tienen crudo para beber agua de calidad… Sería interesante que se pusieran bebederos distribuidos estratégicamente por toda la ciudad y que la gente en sus casas también les ponga uno. Se pueden comprar en cualquier tienda, a través de SEO Birdlife o si no, se puede utilizar cualquier recipiente que tengamos por casa.
En tu página web nos cuentas la bonita historia de tu encuentro con un pequeño gorrión moribundo al que bautizaste Cirilo. Afirmas que esta experiencia te marcó. ¿Por qué?
Cirilo me marcó profundamente y podría considerarse el padre honorífico de este proyecto. Me sucedió en 2016. Caminando por la calle, me encontré a un pequeño gorrión. Lo cogí y esperé a ver si sus padres aparecían, pero nada. Por mi experiencia desde niño, ya sabía que no iba bien: se quedaba dormido, tenía parásitos por los ojos, tenía el pulso muy acelerado y estaba deshidratado.
El pájaro murió en mis manos. La ausencia de miedo que percibí en él durante su última hora de vida me dio una gran lección. Lo enterré en el parque del Retiro, al pie de un roble. Al hacerlo, pensé que el pájaro iba a ser el roble. La imagen de verlo enterrado me resultó bucólica. En ese momento, sentí en mí de manera evidente como la muerte daba paso a la vida. Esa idea trascendió mi mente de una forma clara. Sentí la unidad, la pertenencia, la no separación con la naturaleza y con las personas, y conecté con la noción de inmortalidad y de ciclo de la vida. Mi mente se limpió de todo ruido. No sentí pena, sino paz. Además, lo entendí biológicamente, pues pensé que Cirilo se iba a descomponer junto a las hojas. Con la ilusión de un niño, lo enterré cerca de las raíces más grandes creyendo con inocencia que se iba a absorber más rápido. Aunque esto último no tenga del todo una base científica… [Ríe]
Cirilo fue quien me acercó aún más a los pájaros. Antes iba y les daba de comer, pero, después de esta experiencia, empecé a estudiarlos y a observar cómo se comportaban los líderes, los vigilantes, los adultos…: son alucinantes. La verdad es que desde entonces me he ido dedicando más al tema de la naturaleza y la biodiversidad, pues anteriormente había realizado sobre todo catálogos fotográficos sobre los monumentos de Madrid.
¿Qué es lo que más te gusta de trabajar en el parque del Retiro y para la protección de la naturaleza?
Siento que estoy vivo y que soy útil. Cuando me dirijo todas las mañanas a mi lugar de trabajo, tengo que esperar a que el semáforo se ponga en verde antes cruzar la calle Menéndez Pelayo. Es ahí cuando veo todo el tráfico que pasa; la gente en sus coches con unas caras… No juzgo a nadie, pero me permito adivinar que la gente no está de buen humor, como avocados a un día preescrito. Cuando entro en el parque, las restricciones desaparecen… y no se trata de la sierra de Madrid, es solo un parque; pero dentro de lo que puede darte un parque, el Retiro es tan bonito y te enseña tantas cosas…
La sensación de estar en un paraíso de quietud en medio de una ciudad como Madrid un martes a las 12.00 horas de la mañana es un privilegio. El parque del Retiro es ahora mi centro de operaciones y cada vez colaboro en más proyectos sobre este lugar, incluso a nivel institucional, pues no solo he participado profesionalmente, sino que sigo implicado en el expediente para la candidatura a patrimonio mundial del paseo del Prado y el Retiro.
Crezco profesionalmente y a nivel personal observo cada día cómo evolucionan los árboles, sigo a los gorriones que se enferman…; es como una serie apasionante de capítulos infinitos e indeterminados. Bueno, infinitos no para mí, pues yo también acabaré como Cirilo, eso está claro.
¿En la base de un árbol?
[Ríe] Pues para serte franco me gustaría que cuando llegue el día me enterrasen al pie de Cirilo, pero del árbol, porque ahora el roble del Retiro se llama así; ha tomado el cuerpo y el nombre de Cirilo.
Con la pandemia, se dice que la naturaleza ha retomado sus derechos. ¿Cómo se han comportado los gorriones del Retiro?
Durante el primer encierro, me llamaron para grabar un documental en el parque y me llevé un shock tremendo. En el Retiro siempre se oye un rumor incluso a las cinco de la mañana, porque la ciudad nunca duerme. Ese día, Madrid estaba en silencio total. Al mismo tiempo, al haber pájaros por todos lados, el sonido era atronador. Esto sucedió un mes después de que nos confinaran. Pensé que los gorriones no me reconocerían después de tanto tiempo. Pero no, al llamarlos, vinieron todos. Percibí que se habían agrupado, porque no había gente por doquier dándoles comida: ganchitos, tortilla de patatas, albóndigas… que aunque a los gorriones les gusten, sin duda no son alimentos adecuados para ellos..
La primavera y el verano fueron espléndidos en el Retiro, con muchísima vida animal y vegetal; las plantas duraron verdes mucho tiempo. La naturaleza tomó la palabra y, en el parque, se produjeron fenómenos de cría que no se producen normalmente. Hoy ya tenemos seis ocas. Lo que me pareció paradójico de la pandemia es que, como yo había puesto un comedero en mi ventana y los gorriones empezaron a llegar a casa, ¡los que estábamos enjaulados éramos nosotros!
¿Qué medidas se podrían implantar para mejorar nuestra interacción con las aves?
La Sociedad Española de Ornitología ha hecho muchas campañas para la protección de las llamadas aves de barrio; sin embargo, esto no debería recaer únicamente sobre las ONG. Debería ser una política pública dentro de los presupuestos del ayuntamiento. ¿Por qué no crear un programa integral de implantación de cajas nido? Por ejemplo, 50.000 en toda la ciudad. No son tantas...
Por otra parte, tanto pesticida en las ciudades ha hecho que ya no haya insectos como antes. Al faltar partes de la cadena alimentaria, la biodiversidad se va truncando y, en consecuencia, la ciudad empeora para nosotros. Todo el ecosistema nos da salud física y mental, nos ayuda a tener mejor ánimo, y nos mantiene conscientes de los cambios externos. En este sentido, los pájaros auditivamente nos informan del paso de las estaciones: en invierno pían de una forma y en primavera de otra. Sentir esto, cuando pasamos cerca de un parque, es muy importante. Tenemos que aceptar que no somos gestores de la naturaleza, sino seres vivos dentro del ecosistema y, como tales, nuestros ayuntamientos y gobiernos deberían tomar medidas.
¿Tiene esperanza con respecto al futuro de los ecosistemas, particularmente a la luz de lo que estamos aprendiendo con la pandemia?
Si al tema de la pandemia le sumamos los fenómenos atmosféricos, la situación es para bajar la persiana y echarse a dormir… Si no hacemos nada al respecto, el medio ambiente seguirá degradándose, y nosotros mismos nos haremos la autocriba.
Hace poco publiqué un artículo sobre un pico picapinos que grabé en el Retiro mientras hacía su nueva casa. Seguramente su árbol había caído a causa del reciente temporal de nieve; pero, en una semana, ya había hecho un nuevo agujero; se había adaptado en nada. La naturaleza nos habla, nos pide que cambiemos, y seguirá insistiendo para darnos nuevas oportunidades. Creo que no apreciamos con suficiente profundidad el tesoro que nos encontramos después del primer confinamiento, que era todo tan verde, tan limpio y tranquilo. Hemos querido seguir como si no pasara nada.
A pesar de todo, albergo esperanza. A través de mis redes, percibo cada vez más consciencia y también conciencia. Sí que hay un cambio progresivo, no masivo. Lo noto en mis encuentros personales, en mis lecturas y en los movimientos que han ido surgiendo desde los años 80, momento en que el boom del capitalismo salvaje de la era Reagan dejó paso a ese vacío en el interior de las personas y volvió a tomar vigor la búsqueda de una conciencia nueva, inspirada en parte en la filosofía oriental… Para mí, los gorriones son pequeños maestros que con su piar nos ayudan a reconectar con la naturaleza. Aprovecho esta entrevista para invitar a las personas a que vengan al Retiro para que vivan en primera persona esta experiencia con mis amigos gorriones.