Nuestros ancestros, de una especie de homínido todavía no determinada, habitaban la sierra de Atapuerca, o lo que es lo mismo, la península Ibérica y, por tanto Europa, hace cerca de 1,4 millones de años, casi 200.000 años antes de lo que se pensaba. Una diminuta lasca de sílex, indudable residuo de la talla de un instrumento de piedra, desenterrada este verano en el nivel 7 de la Sima del Elefante (1) –parte del conjunto paleontológico más importante del mundo para el estudio de la evolución humana–, lo atestigua.

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El presente ha sido un año pródigo en grandes descubrimientos, la mayoría de ellos posibles gracias a los vertiginosos progresos de la genética

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El fósil de homínido más antiguo encontrado hasta la fecha, una mandíbula aparecida en 2007 en el nivel 9 del mismo yacimiento –unos cinco metros más arriba–, está datado en 1,2 millones de años y apenas hay evidencias de presencia humana, básicamente herramientas, de esta antigüedad en el continente.

El fragmento de pedernal, de apenas un centímetro, ha sido el hallazgo quizás menos vistoso, pero sin duda más importante, de la segunda campaña de excavaciones en Atapuerca afectada por la pandemia de la covid-19, en la que se pudo trabajar en once yacimientos algunos días más (cinco semanas) y con algo más de personal (un 60% de lo normal) que en 2020.

Mapa de yacimientos de Atapuerca, Burgos / Imagen: Nutcrakerman Mapa de yacimientos de Atapuerca, Burgos / Imagen: Nutcrakerman

Pero ni el coronavirus ha podido con este filón inagotable de conocimiento sobre los orígenes de la humanidad: el presente ha sido un año pródigo en grandes descubrimientos, la mayoría de ellos posibles gracias a los vertiginosos progresos de la genética, que han permitido estudios con resultados impensables para los paleoantropólogos hasta hace unos pocos años.  

 

ADN neandertal obtenido del suelo

 

El paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, uno de los tres codirectores de Atapuerca / Foto: Alfons Rodríguez El paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, uno de los tres codirectores de Atapuerca / Foto: Alfons Rodríguez

Así, en abril se publicaba en Science (2) la recuperación por primera vez de ADN nuclear neandertal (procedente de piel muerta, pelo, heces o fluidos) de cuatro mujeres y un hombre (que vivieron en épocas separadas entre sí por 30.000 años) disperso en los sedimentos de la Galería de las Estatuas de la Cueva Mayor (el estudio incluyó el también hallado en dos cuevas siberianas, más moderno).

El material genético, de gran fragilidad, se había conservado gracias a las especiales condiciones ambientales de los lugares donde se depositaron los restos orgánicos.

Era el yacimiento perfecto, cerrado y sellado por un espeleotema [precipitación de caliza disuelta por el agua, como las estalactitas y las estalagmitas]

JUAN LUIS ARSUAGA, uno de los tres directores de Atapuerca

“Era el yacimiento perfecto, cerrado y sellado por un espeleotema [precipitación de caliza disuelta por el agua, como las estalactitas y las estalagmitas]: ¡ninguno otro del  mundo reunía estas condiciones!”, explica a EcoAvant.com Juan Luis Arsuaga (3), uno de los tres codirectores de Atapuerca, en la primera sala de la cueva, la del Coro.

Procede, cubierto de tierra y acarreando bolsas de sedimentos, de las profundidades de la gruta, de la Sala de los Cíclopes, la que da acceso a la célebre Sima de los Huesos (en la que la covid no ha dejado apenas trabajar este año debido a su estrechez y su nula ventilación). Un trayecto de unos quinientos metros a pie y, en algún breve tramo, a rastras.

En Cíclopes, los investigadores buscan rastros del paso de los humanos que lanzaron los cuerpos a la sima, el mayor yacimiento de fósiles humanos descubierto en el planeta, en el que se han hallado hasta ahora casi 7.000 fragmentos de al menos 28 individuos preneandertales de diferentes sexos y edades, resultado de la que se considera la práctica funeraria más antigua documentada.

Hasta ahora no han tenido éxito. Solo han aparecido vestigios, abundantes, de la presencia de osos, los cuerpos de cientos de los cuales aparecen mezclados con los humanos en el fondo del pozo.

Para encontrar las moléculas orgánicas de ADN de los neandertales “hubo que acribillar el yacimiento en muchos puntos diferentes y en todos sus niveles”, nos explica Juan Luis Arsuaga.

Para encontrar las moléculas orgánicas de ADN de los neandertales dispersas en metros y metros de profundidad de tierra acumulada durante decenas de miles de años “hubo que acribillar el yacimiento en muchos puntos diferentes y en todos sus niveles, y se enviaron a Alemania muchísimos sacos de sedimento, que una vez allí fue tratado como se haría con un hueso”, nos explica Juan Luis Arsuaga.

Y se conservan varias toneladas más de tierra para cuando haya medios para analizarla. “Ahora ya no hacen falta fósiles humanos para identificar a los moradores de una cueva prehistórica”, destaca Arsuaga.

 

Proteínas de hace 800.000 años

 

Una investigadora del CENIEH de Burgos / Foto: Alfons Rodríguez Una investigadora del CENIEH de Burgos / Foto: Alfons Rodríguez

Sin embargo, este no es el ADN más antiguo hallado en Atapuerca. En 2013, ya se había logrado, igual que ahora en colaboración con el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (4) (con sede en Leipzig, Alemania), a la vanguardia mundial en este campo, secuenciar el ADN tanto nuclear como mitocondrial más antiguos del mundo, de 400.000 años, procedentes de los restos de esqueletos de la Sima de los Huesos.

Y todavía ha habido más descubrimientos de alcance mundial alcanzados gracias a la genética. En abril se hacía pública en Nature a secuenciación, gracias a la nueva técnica de la espectrometría de masas, del proteoma humano (5) más viejo hasta la fecha, un material biológico de 800.000 años: las proteínas del esmalte de un diente de Homo antecesor (6), la nueva especie humana descubierta en la Gran Dolina (7)  de la sierra burgalesa en 1997.

Las mismas permiten confirmar su papel de ancestro común de neandertales, denisovanos y humanos modernos y su procedencia euroasiática y no africana, una hipótesis enunciada en los años 90 del pasado siglo a partir de los fósiles que la ciencia que estudia nuestros cromosomas avala ahora completamente.

Los dientes son el fósil que proporciona más cantidad de información por centímetro cuadrado, y además es el que mejor se conserva, y el más abundante en los yacimientos

MARÍA  MARTINÓN, directora del CENIEH en Burgos

“Los dientes son el fósil que proporciona más cantidad de información por centímetro cuadrado, y además es el que mejor se conserva, y el más abundante en los yacimientos”, señala la antropóloga dental María Martinón, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (8) (CENIEH, con sede en Burgos), donde, aunque una parte viaje por algún tiempo a algún otro de los centros de investigación vinculados a las excavaciones (ubicados en la misma ciudad, Tarragona, Zaragoza y Madrid, principalmente), terminan almacenadas todas las piezas descubiertas en la sierra.

Las de homínidos y las más valiosas de animales o instrumentos líticos se guardan en una cámara blindada protegida por una puerta de 500 kilos con una temperatura constante de 20ºC y una humedad del 50% a la que muy pocas personas tienen acceso.

Las únicas excepciones son los hallazgos más importantes (como el cráneo Miguelón, la pelvis Elvis, el pie Vicente, los mejor conservados del registro fósil mundial, o la bifaz Excálibur, todos ellos procedentes de la Sima de los Huesos), expuestos al público en el vecino y espectacular Museo de la Evolución Humana.

Hasta el momento, en el CENIEH han podido inventariar “unas 100.000 piezas”, apenas una quinta parte del total, precisa el gestor de colecciones Jesús Rodríguez. De ellas, unas 620 son dientes de las cinco especies de homínidos identificadas en la sierra. 

 

Los neandertales hablaban como nosotros

 

Arqueólogo, antropólogo, geólogo y paleontólogo, Eudald Carbonell / Foto: Alfons Rodríguez Arqueólogo, antropólogo, geólogo y paleontólogo, Eudald Carbonell / Foto: Alfons Rodríguez

Y 2021 ha aportado aún más descubrimientos sensacionales: con la participación de miembros del equipo de Atapuerca, se alcanzaba la constatación, mediante el estudio de las estructuras del oído de esta especie que coexistió con la nuestra durante decenas de miles de años antes de desaparecer bruscamente, y su recreación mediante técnicas digitales de última generación, de que los neandertales podían hablar como nosotros, difundida en marzo en Nature Ecology and Evolution (9).

Su hasta hace muy poco desconocida y sofisticada cultura, que han desvelado los descubrimientos de los últimos años, y que incluye incluso manifestaciones artísticas con capacidad simbólica, hacía impensable para muchos expertos que no fuera así. De hecho, Eudald Carbonell, otro de los codirectores de Atapuerca, cree que “todas las especies humanas encontradas hablaban”, aunque no se haya podido demostrar por ahora. 

 

 

Con el hallazgo de medio millón de fósiles, varios miles de ellos pertenecientes a cinco distintas especies de homínidos, se cree que puede haber varios cientos más esparcidos por la sierra

Con el hallazgo de medio millón de fósiles, varios miles de ellos pertenecientes a cinco distintas especies de homínidos, en una docena de yacimientos principales, aunque se cree que puede haber varios cientos más esparcidos por la sierra y los llanos que la rodean, datados desde el Pleistoceno Inferior hasta la Edad Media, Atapuerca se ha convertido en un lugar sin parangón a nivel mundial para el estudio de nuestros antepasados, que reúne prácticamente sin lagunas el último millón y medio de años de la historia de Europa.

Con la aparición en 2016 de fósiles neandertales, la única especie que faltaba, en el nuevo yacimiento de la Cueva Fantasma, “hemos completado el registro fósil de Europa”, señala el arqueólogo Marcos Terradillos, que coordina los trabajos en la misma. “En muchos lugares los investigadores encuentran lonchas del tiempo, ¡pero aquí tenemos todo el salchichón!”, compara José María Bermúdez de Castro,el tercer codirector de Atapuerca.

 

Dos mil años de trabajo por delante

 

La diminuta lasca de sílex / Foto: Alfons Rodríguez La diminuta lasca de sílex / Foto: Alfons Rodríguez

Las dimensiones del conjunto y la magnitud de lo descubierto a lo largo de 43 años de excavaciones sistemáticas hacen pensar que solamente se ha descubierto una pequeña parte de los tesoros científicos que oculta esta sierra caliza de modestas altitudes y donde las aguas excavaron grandes cuevas utilizadas por nuestros ancestros, que la apertura de una trinchera para el paso de un ferrocarril a finales del siglo XIX permitió descubrir.

Al ritmo actual, nos quedan unos 2.000 años de trabajo. Seguramente habrá que replantearse la estrategia

EUDALD CARBONELL,  uno de los tres directores de Atapuerca

“Al ritmo actual, nos quedan unos 2.000 años de trabajo. Seguramente habrá que replantearse la estrategia”, estima Eudald Carbonell.   

Entre los hallazgos más destacados de la campaña de este año, además de la lasca de la Sima del Elefante, se cuenta una mandíbula de oso que encaja con el excepcionalmente conservado cráneo desenterrado en 1991 por Emiliano Aguirre, primer director de Atapuerca, expuesto en el museo.

La Sima de los Huesos ha proporcionado cuatro fragmentos de cráneo y un hueso del pie completo preneandertales. En la Gran Dolina han aparecido numerosas herramientas líticas en el nivel TD8 (de entre 500.000 y 700.000 años, una época en la que hay pocos registros en Europa). Además, en el mismo yacimiento se desenterró una casi intacta mandíbula de rinoceronte de un millón de años.

 

En puertas de grandes hallazgos

 

El bifaz Excálibur, de unos 430.000 años / Foto: Alfons Rodríguez El bifaz Excálibur, de unos 430.000 años / Foto: Alfons Rodríguez

Pero si los hallazgos de este verano han sido notables, los del próximo podrían (si la pandemia no retrasa los trabajos) hacer volver a Atapuerca a los titulares de la prensa mundial.

En 1994 encontraron los restos de los seis primeros individuos, víctimas además del más antiguo caso de canibalismo documentado, de Homo antecessor, que vivieron hace 800.000 años

Los investigadores creen posible alcanzar el nivel TD6 de la Gran Dolina, la boca de una gran cueva colmatada por 18 metros de sedimentos, donde en 1994 encontraron los restos de los seis primeros individuos, víctimas además del más antiguo caso de canibalismo (10) documentado, de Homo antecessor, que vivieron hace 800.000 años.

Aquel extraordinario descubrimiento se realizó en el transcurso de un sondeo en apenas 13 metros cuadrados en el que aparecieron aparecieron 170 fragmentos óseos humanos (cuando encontrar uno ya es todo un acontecimiento). Ahora, un cuarto de siglo después, se está a punto de alcanzar el Estrato Aurora (por la arqueóloga Aurora Martín, autora material del hallazgo) en el conjunto de la superficie excavada, unos 200 metros cuadrados. Este año casi se ha terminado con el TD8.

“Lo de alcanzar el TD6 es factible y probablemente será una orgía de fósiles”, augura Arsuaga. “Atapuerca entra en un círculo virtuoso similar al de principios de los 90”, la época de los grandes hallazgos de fósiles humanos, vaticina Carbonell.

Hay que olvidarse de la figura del típico árbol de la evolución humana y sustituirlo por la de un delta, como han demostrado los casos de hibridación

PALMIRA SALADIÉ, investigadora del IPHES

El conjunto de yacimientos de la sierra castellana ha modificado en apenas dos décadas buena parte de lo que creíamos saber sobre nuestros orígenes. “Todo lo que se daba por inamovible ahora se mueve: hay que olvidarse de la figura del típico árbol de la evolución humana y sustituirlo por la de un delta, porque las aguas que se separan después se vuelven a juntar, como han demostrado los casos de hibridación (11) entre especies”, describe Palmira Saladié, investigadora del IPHES (Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, con sede en Tarragona, uno de los centros de investigación con mayor presencia en las excavaciones). “Es que Atapuerca es tan buena respondiendo preguntas como formulándolas”, sentencia María Martinón.

 

Arqueologia experimental: hachas de piedra del siglo XXI

 

Dos investigadoras en el yacimiento Cueva Fantasma / Foto: Alfons Rodríguez Dos investigadoras en el yacimiento Cueva Fantasma / Foto: Alfons Rodríguez

La Cueva Fantasma, los restos de una antigua cantera situada por encima de la Gran Dolina, es uno de los últimos yacimientos descubiertos en Atapuerca. En 2016 apareció allí un parietal de neandertal, una especie de homínido que los especialistas daban por seguro que también vivió en la sierra burgalesa pero del que en cuatro décadas no se habían encontrado fósiles, aunque sí instrumentos de piedra.

En los tres años que lleva excavándose sistemáticamente, tras retirar toneladas de escombros, y pese a la afectación por la pandemia, ha proporcionado gran cantidad de piezas. “Este verano hemos encontrado un conjunto importante de herramientas neandertales, incluyendo una muy típica de esa especie, una raedera” [que servía para extraer restos de grasa y carne de las pieles], explica el arqueólogo Marcos Terradillos.

Nos ponemos en el papel de estos homínidos del pasado y hacemos fuego, cabañas, incluso música

MARCOS TERRADILLOS, arqueólogo

Terradillos podría haber competido al máximo nivel con sus fabricantes. Practica una rama muy particular de su profesión: la arqueología experimental. Consiste en tratar de recrear las actividades y la producción de instrumentos de nuestros ancestros. “Nos ponemos en el papel de estos homínidos del pasado y hacemos fuego, cabañas, incluso música (se han encontrado flautas neandertales de hueso), pero sobre todo instrumentos de piedra como pensamos que lo hacían ellos”, explica.

Todos sus colegas lo califican de tallador excepcional. Lleva hechas miles de hachas y cuchillos de piedra, que modela en unos minutos con golpes secos y certeros. Recientemente ha recibido el encargo de 50 bifaces (herramientas talladas por las dos caras) para un estudio (12) de paleoneurología sobre cómo reacciona la atención visual cuando se coge con la mano una de estas piezas, desarrollado por el CENIEH, la Universidad de Lincoln (Reino Unido), la Isabel I de Burgos y el CAREX. Junto al pequeño pueblo de Atapuerca se halla este último centro de investigación, el Centro de Arqueología Experimental (13), donde esta especialidad se utiliza entre otras cosas para una de sus principales aplicaciones, la divulgación al gran público.

 

Referencias