El 15 de marzo de 2020, al día siguiente de declararse el estado de alarma y el confinamiento, se puso en marcha el proyecto #JoMeQuedoEnCasa de ornitho.cat con el objetivo de entender sus efectos en la naturaleza.
Un año después, se publican los resultados científicos en la revista Proceedings of the Royal Society B. El estudio desmiente la teoría de que la naturaleza, en este caso las aves, invadió las ciudades silenciosas y vacías.
Los datos demuestran que, al menos durante el primer mes del confinamiento, no hubo más pájaros, sino que los oímos y vimos más porque cambiaron muy rápido su comportamiento y pasaron a ser mucho más activos las primeras horas del día. El proyecto, fruto de la colaboración entre el Instituto Catalán de Ornitología (ICO) y el CREAF, defiende que los cambios inducidos por el confinamiento fueron demasiado drásticos y repentinos y no duraron lo suficiente como para permitir procesos de colonización.
Actividad a primera hora de la mañana
En condiciones naturales, fuera de las ciudades los pájaros cantan y son muy activos al amanecer, algunos incluso cuando todavía es de noche. “En entornos urbanos, sin embargo, este momento del día coincide con la hora punta de la mañana, cuando hay más personas y ruido en la calle, lo que les impide comunicarse entre sí cuando cantan o buscar tranquilamente alimento por culpa del estrés que les causa nuestra presencia constante”, comenta Oscar Gordo, primer autor del artículo.
Durante el confinamiento desaparecieron estos inconvenientes y las aves cambiaron rápidamente su comportamiento para recuperar un ritmo mucho más natural. “Una vez más, las aves urbanitas demuestran ser extremadamente plásticas y adaptan su comportamiento a las nuevas posibilidades que ofrecía el confinamiento humano”, comenta Sergi Herrando, investigador del CREAF y del ICO.
Los resultados se han obtenido gracias a la participación de más de 400 ornitólogos voluntarios que recogieron más de 126.000 registros de pájaros en este proyecto de ciencia ciudadana que coordina el ICO.
Para el estudio se seleccionaron las 16 especies de aves más habituales en ambientes urbanos y que pasan todo el año en Cataluña y se compararon con los datos recogidos en ornitho.cat de las mismas poblaciones en años anteriores (2015 hasta 2019).
Salvo los estorninos, todas las especies estudiadas fueron más activas a primera hora de la mañana, lo que demuestra que la respuesta fue muy generalizada. “En aves como la gaviota patiamarilla o la urraca, animales muy inteligentes y adaptables, la drástica reducción del tráfico y de la presencia humana en la calle les animó a utilizar mucho más las primeras horas de la mañana para buscar alimento e, incluso, a adentrarse más en los núcleos centrales de los pueblos y ciudades”, explica Gabriel Gargallo, director general del ICO.
Ciudades aves friendly
“La ciencia confirma que el ruido, de manera directa o indirecta, se ha asociado con la disminución de la densidad de aves, así como con el empobrecimiento de sus comunidades”, explica Lluís Brotons, investigador del CREAF.
La contaminación acústica dificulta su comunicación, aumenta los niveles de estrés e, incluso, parece acelerar su envejecimiento. Unos efectos negativos que se amplifican y complementan por la gran presencia de coches y personas que hay por las calles sobre todo en horas punta. Todo ello hace que muchas especies sean incapaces de vivir en entornos urbanos y que las que sí lo hacen estén sometidas a condiciones poco acogedoras, que a menudo conllevan consecuencias negativas para su biología.
Los resultados de este estudio sugieren que las aves urbanas tienen una gran plasticidad de comportamiento y que han aprovechado muy rápidamente algunas de las mejoras ambientales que se han producido en nuestros entornos urbanos fruto de nuestro confinamiento.
“Está en nuestras manos hacer que las ciudades sean más acogedoras para los pájaros más allá de la crisis de la covid-19. Los problemas que experimentan en su comunicación y salud son en buena parte homólogos a los que padecemos nosotros mismos. Por lo tanto, si hacemos nuestros pueblos y ciudades más habitables para las aves y la naturaleza en general, seguro que nosotros también nos beneficiaremos. Escuchar y ver pájaros fue, sin duda, uno de los mejores remedios para soportar con más ánimo el confinamiento de justo hace un año”, concluyen los autores.
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