El mar se ha tornado rojo un año más en la bahía de Taiji, al sur de Honshu, la isla más grande de Japón. Allí durante los meses de septiembre a marzo, miles de delfines, que llegan siguiendo su migración anual, son acorralados por embarcaciones y empujados hacia la orilla. A mediados de enero fueron rodeados unos 250, informaron grupos conservacionistas que luchan contra esta práctica.
Los cetáceos aletean sin parar en busca de su arrebatada libertad sin saber que su suerte está echada. Unos cuantos –¿quizás los más afortunados?– pasarán a divertir con sus piruetas a los espectadores humanos. Otros, morirán apretujados tras una sangrienta cacería y algunos de los más pequeños volverán al océano debilitados por el hambre o las heridas.
Lo que bien podría ser una escena de una película de Tarantino es la realidad sufrida anualmente en Japón por unos 20.000 delfines, marsopas y pequeñas ballenas, según datos de la organización ecologista internacional Sea Shepherd, que lucha para frenar esta tradición pesquera. “Vamos a seguir presionando a Japón para poner fin a esta masacre cruel y destructiva de los delfines”, proclaman los activistas, desde cuya página web se emiten vídeos en directo desde la bahía.
Algunos ejemplares son capturados para zoos y delfinarios. El resto son masacrados a golpes
El grupo ecologista contribuyó al rodaje del documental estadounidense The Cove, que en 2009 sacó a la luz la matanza de delfines en este pequeño pueblo costero nipón. Tal y como se puede observar en el citado trabajo, galardonado con un Oscar, los pescadores de Taiji introducen en el mar postes largos y los golpean con martillos para crear un muro de sonido que asusta a los delfines, criaturas que basan su comportamiento en la información acústica que reciben, y los acorralan hacia la orilla, donde son encerrados con redes.
Al día siguiente, unos entrenadores seleccionan ejemplares para los delfinarios, principalmente hembras jóvenes de delfín mular, la especie popularizada por la serie televisiva Flipper desde los años 60, y los venden en diferentes partes del mundo: acaban en zoológicos y parques acuáticos sometidos a entrenamientos intensivos para espectáculos circenses. Se trata de un suculento negocio, ya que cada delfín puede venderse por unos 150.000 dólares (unos 110.000 euros), según los activistas. El mayor proveedor de cetáceos de este comercio millonario es Taiji.
El resto de los animales son encerrados por una flotilla de pequeñas embarcaciones en una cala de poca profundidad, tapada con lonas por los pescadores para evitar así poder ser vistos, donde son aniquilados. Hasta hace poco los pescadores acababan con la vida de los cetáceos provocando su desangramiento con cuchillos y lanzas, lo que convertía la ensenada en un enorme lago de sangre. Sin embargo, el Gobierno prohibió este método e introdujo uno “más humano que acorta el tiempo de su muerte”, según las autoridades.
Muerte lenta y asfixiante
Este nuevo procedimiento implica la inserción repetida de una barra de metal para romper la médula espinal, seguida del taponamiento de la herida para evitar la pérdida de sangre en el agua. Para los ecologistas de Sea Sheperd, este modus operandi provoca “una muerta lenta y asfixiante” ya que no se daña el cerebro de los delfines, unos mamíferos que presentan habilidades cognitivas complejas y poseen conciencia de sí mismos.
No son los únicos que denuncian esta muerte agónica. Un estudio publicado el año pasado en el Journal of Applied Animal Welfare Science va en la misma línea. “El método empleado provoca una hemorragia significativa, pero esto por sí solo no sería suficiente para producir una muerte rápida en un mamífero grande de este tipo. El método provoca paraplejia (parálisis del cuerpo) y la muerte por trauma y una gradual pérdida de sangre. Este método de matanza no se ajusta al requisito reconocido de 'insensibilidad inmediata' y no sería tolerado o permitido en cualquier matadero regulado de los países desarrollados”, exponen los científicos, quienes concluyen que “nuestro conocimiento científico de los delfines podría y debería dar lugar a una protección similar contra el sufrimiento y la angustia resultante de este método actual utilizado en cacerías”.
Las islas Feroe, un archipiélago danés, son escenario de una cacería similar
Los delfines son trasladados después a los mataderos para ser despiezados, y de allí a los mercados y supermercados, a pesar de que su carne contiene altos niveles de mercurio y otros metales pesados y elementos tóxicos al tratarse de un animal que se encuentra en lo alto de la cadena trófica en un mar contaminado.
Procedimientos similares de matanza son empleados en las cacerías dirigidas durante la primavera contra ballenas piloto o calderones en las islas Feroe, región autónoma de Dinamarca ubicada entre Escocia e Islandia, en el Atlántico Norte. También en este punto del planeta es una tradición matar a cetáceos: hombres adolescentes celebran así que han llegado a la edad adulta. Las autoridades hacen frente a las críticas argumentando que la cacería forma parte de su cultura y que la industria pesquera es una de las actividades económicas más importantes del archipiélago, que no forma parte de la UE.
Además de las organizaciones medioambientales, los embajadores de Estados Unidos y el Reino Unido en Tokio han mostrado su rechazo a esta práctica “inhumana” que cada año tiñe de sangre las aguas de Taiji. La nueva embajadora estadounidense, Caroline Kennedy, tuiteó: "Profundamente preocupada por la inhumanidad de la pesca de delfines. El Gobierno de Estados Unidos se opone a esta práctica".
Las críticas obtuvieron pronta respuesta del Gobierno nipón, quien se escudó en los beneficios económicos que aporta esta actividad, así como en la tradición y en la legalidad. Porque los pequeños mamíferos marinos no están amparados por la Comisión Ballenera Internacional, así que su caza comercial no está prohibida. Sí que lo está la caza de ballenas, aunque una laguna en la moratoria la sigue permitiendo con supuestos fines científicos. El gobernador de la prefectura de Wakayama, donde se halla la bahía, ha ido más allá en su réplica. "Todos los días se matan vacas y cerdos para comerlos... ¿sólo será cruel en el caso de los delfines?".
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