A pesar de su minúsculo tamaño de entre seis y ocho centímetros, el colibrí rufo (Selasphorus rufus) realiza una de las migraciones más largas del mundo respecto a su longitud corporal. Recorre Norteamérica, de Alaska a México, en 80 millones de longitudes, es decir unos 6.200 km. Esta habilidad le ha permitido ganarse la reputación de ave “valiente”.
Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad del Estado de Oregón en EE UU y el Observatorio de Aves Klamath en Ashland, Oregón, ha analizado en detalle los patrones migratorios (tiempo y ruta) de este pequeño pájaro de no más de cinco gramos de peso. Según los resultados, publicados en la revista Avian Conservation & Ecology, la edad y el sexo influyen en las rutas que se toman y en el inicio y tiempo de las mismas.
En función de si son hembras o machos, o adultos o juveniles, “los colibríes rufo usan trayectos alternativos y difieren en los ciclos de migración y distribución”, explica Josée Rousseau, investigadora en el College of Forestry de la universidad estadounidense. El trabajo indica, además, que estas categorías de edad y sexo podrían verse afectadas de diferentes maneras por la pérdida de hábitat y el clima durante la migración.
Los científicos analizaron datos de las aves durante los meses de otoño a lo largo de 15 años (de 1998 a 2013). En total, analizaron información ya recogida de cerca de 30.000 colibríes en más de 450 localizaciones. Entre los datos obtenidos destaca que las hembras adultas tienden a hacer una ruta migratoria hacia el sur paralela a la de los machos jóvenes y adultos.
“Por otra parte, un mayor número de jóvenes migraron al sur cruzando California en comparación con las hembras y machos adultos”, apunta Rousseau. El equipo constató también que el comienzo de la migración está separada de unas dos semanas en función de esas variables: los machos adultos migran primero, seguidos por las hembras adultas y luego las aves más jóvenes de ambos sexos.
“Curiosamente, sin embargo, la velocidad de migración no fue estadísticamente diferente entre las categorías”, sugieren los autores. Además, en el caso de los machos estos fueron capturados en unas distribuciones geográficas más pequeñas durante cualquier semana de migración si se compara con las de las hembras adultas y los juveniles.
Un ave con cada vez menos ejemplares
Los colibríes rufos, extremadamente territoriales, viven en bosques abiertos, anidan en árboles y comen néctar. Estas aves, cuyos ejemplares están desapareciendo a un tasa anual del 2 %, recuerdan y visitan a lo largo de sus desplazamientos las localizaciones anteriores en busca de comida.
“Si tenemos los datos del estudio en cuenta, podemos hacer esfuerzos de conservación que ayuden a estas pequeñas criaturas increíblemente luchadoras para que tengan los recursos que necesitan durante su migración”, subraya Rousseau.
Para los investigadores estos hallazgos son importantes porque “cuanto más se sepa acerca de cómo migran los colibríes rufo, más se puede hacer para garantizar que las aves de diferentes edades y sexos tengan los recursos que necesitan cada año en su viaje”.