Los pesticidas neonicotinoides se empezaron a utilizar a mediados de la última década del pasado siglo como una alternativa menos agresiva a otros insecticidas anteriores y, hoy en día, son los más usados en el mundo. Están basados en la estructura química de la nicotina y atacan el sistema nervioso de los insectos herbívoros. Su forma más habitual de uso es recubrir las semillas con la mezcla, que es soluble en agua, para que la planta la absorba durante su crecimiento. Esto quiere decir que las flores y el polen de estas plantas también acarrean el agroquímico, cosa que se está demostrando altamente perjudicial para las abejas y para un número creciente de especies de mariposas, pájaros y animales acuáticos. De hecho, otro estudio reciente apuntaba a que las abejas, al igual que los humanos con la nicotina, se acaban haciendo adictas al pesticida.
Los pesticidas dañan el esperma y la memoria de los insectos, que se hacen adictos a ellos
En 2013, diferentes estudios culparon a los neonicotinoides de afectar a las abejas en su búsqueda de comida y en su reproducción ya que el insecticida reduce, por un lado, la calidad del esperma del insecto y, por otro, daña la memoria y la orientación, además de disminuir la resistencia a enfermedades. Por ejemplo, abejas expuestas al insecticida no aprendieron a agitar las flores para conseguir el polen, como sí hacían sus compañeras que no habían estado en contacto con la sustancia. Esa fue la razón por la cual la EFSA decidió aplicar una moratoria en el uso del pesticida, en concreto de tres de sus modalidades –clothianidin, imidacloprid y thiamethoxam–, aunque se puede seguir aplicando en jardines y espacios públicos, y en los cultivos de cebada y trigo.
Esta moratoria parcial tiene que revisarse en 2017, razón por la cual Greenpeace encargó el estudio a la Universidad de Sussex, autoridad mundial en la materia. La investigación revisó cientos de publicaciones desde 2013 sobre el tema, para lograr una imagen más clara y con más matices del peligro que representan los neonicotinoides. En el análisis se evaluaron ocho riesgos concretos para las abejas que ya se habían identificado hace cuatro años, y que habían provocado la moratoria, y se compararon con su situación actual. De ellos, seis mantenían el mismo nivel de riesgo y dos lo habían aumentado. Por lo tanto, el estudio concluyó que el peligro para las abejas era igual o mayor que entonces. “El problema de que los neonicotinoides estén contribuyendo al declive de las abejas salvajes y exacerbando los problemas de salud de las abejas domésticas es más fuerte ahora que cuando la Unión Europea adoptó la prohibición parcial”, afirma uno de los coautores del trabajo, Dave Goulson.
Problemas para las aves
La importancia de las abejas es crucial para los ecosistemas. Se calcula que en torno a tres cuartas partes de las cosechas mundiales dependen de diversos polinizadores, principalmente de ellas, y trabajan en ellas mil millones de personas. Unas 20.000 especies de estos insectos son los responsables de fertilizar más del 90% de las 107 cosechas mundiales más extendidas. En la otra cara de la moneda, más del 40% de invertebrados polinizadores (sobre todo abejas y mariposas) corren el riesgo de extinguirse en todo el mundo.
Sin embargo, los neonicotinoides no sólo afectan a las abejas. Debido a que el pesticida es soluble en agua, otras especies también se están viendo afectadas, como por ejemplo, muchos animales acuáticos, lo cual puede provocar serias reacciones en cadena en los ecosistemas. Pájaros como gorriones o perdices están sufriendo envenenamientos o incapacidad de volar después de ingerir neonicotinoides. Además, el insecticida se ha encontrado en plantas salvajes contaminadas a través del suelo, de forma que los animales lo consumen no sólo en los cultivos, sino también en la flora cercana. El estudio recuerda que todos estos animales reciben un cóctel muy complejo de insecticidas, cosa que aún no ha sido evaluada de forma apropiada. Por ejemplo, los almacenes de comida de abejorros y abejas contienen normalmente 10 pesticidas diferentes, según refleja la investigación.
Tres cuartas partes de las cosechas del mundo dependen de la actividad polinizadora
La EFSA ha respondido al estudio declarando que la Unión Europea se toma muy en serio la protección de las abejas. “Es exactamente porque su protección es una prioridad que las restricciones [en neonicotinoides] siguen, y permanecerán, vigentes hasta que su evaluación haya finalizado”, señala la agencia. Las organizaciones de agricultores no comparten esta opinión, ya que consideran que para mantener los niveles de producción de alimentos que la creciente población mundial demanda necesitan de todos los medios a su disposición, entre ellos los pesticidas neonicotinoides.
Estados Unidos ha declarado ya en peligro de extinción al Bombus affinis, una especie de abejorro endémica de Norteamérica, que se convierte así en la primera especie de abeja salvaje continental en recibir esta clasificación. Desde 1990, este insecto ha visto cómo sus efectivos se reducían en un 90%, pasando su territorio de 28 estados a sólo 13. En este caso, también se ha considerado a los pesticidas neonicotinoides como uno de los factores del declive. La importancia de esta nueva clasificación reside en que ahora el gobierno norteamericano debería proteger al Bombus affinis de actividades que afectan su supervivencia y preparar un plan de recuperación.
Cabe destacar que el pasado noviembre la Sociedad Xerces para la Conservación de los Invertebrados, la multinacional General Mills y el Departamento de Agricultura estadounidense firmaron un acuerdo para invertir cuatro millones de dólares (algo menos de cuatro millones de euros) en la creación y mejora de hábitats para los polinizadores. De esta forma, los agricultores podrán recibir ayuda y asesoramiento para plantar y cuidar zonas salvajes que alimenten a abejas, mariposas y otros animales. “Los productores agrícolas pueden hacer relativamente pequeñas modificaciones en las tierras de cultivo, que benefician a abejas, mariposas y otros polinizadores, mientras que se mejoran las operaciones en su totalidad”, comentaba Jason Weller del Departamento de Agricultura. “Ofrecemos más de tres docenas de prácticas conservacionistas que pueden beneficiar a los polinizadores, y esta colaboración nos permitirá planear e implementar mejor estas prácticas”. Un ejemplo del que todos los gobiernos deberían aprender. Hay demasiado en juego.