Los esfuerzos y recursos públicos destinados a la investigación, gestión y conservación de la fauna silvestre son, evidentemente, limitados. Por ello, se ha priorizado a las especies con un mayor grado de amenaza, cuya extinción es más probable. Sin embargo, también existe un componente subjetivo, y por eso se asignan más recursos y se presta más atención a especies más emblemáticas (como los grandes mamíferos).

Estos sesgos provocan que no conozcamos el estado real de las poblaciones de muchas especies. Tampoco cuáles son sus problemas de conservación y cómo recuperarlas. La falta de atención a especies que están ampliamente distribuidas y son relativamente abundantes también tiene sus repercusiones. Asumir que sus poblaciones gozan de buena salud no debería ser generalizable en un mundo tan cambiante.

 

La desaparición “invisible” de las especies

 

Para todos estos casos, donde las especies podrían estar en declive sin ser detectadas por la ciencia por la falta de un seguimiento adecuado, se ha acuñado el término “extinción silenciosa”. Se trata de descensos poblacionales y extinciones locales que a menudo ocurren sin que se conozcan siquiera las causas.

En España, uno de los casos más representativos de extinción silenciosa es la del gato montés. Mientras nos enfocábamos en conservar al lince ibérico, la otra especie de felino silvestre que habita en España ha ido desapareciendo. Hasta hace poco, ni la ciencia y ni la Administración pública se habían percatado de su alarmante situación. Desafortunadamente, es posible que la especie ya haya desaparecido en numerosos territorios de la península ibérica.

Gato montés
Las poblaciones de gato montés han disminuido drásticamente en España sin que la ciencia ni las autoridades se hayan percatado / Wikimedia Commons

Algo parecido también le podría estar pasando a otros carnívoros, como el turón (Mustela putorius). Esta especie cuenta con datos muy limitados sobre su ecología, abundancia y distribución. Sin embargo, es probable que haya sufrido una fuerte regresión en gran parte de su área de distribución. Como en tantas otras extinciones silenciosas, las causas son desconocidas.

Turón (Mustela putorius). Peter Trimming/Flickr, CC BY

El más pequeño de los carnívoros, la comadreja (Mustela nivalis), es otro buen ejemplo. Cuando nos dispusimos a explorar los datos disponibles sobre su distribución en España, lamentablemente los resultados fueron poco alentadores. La especie había sido detectada en pocas ocasiones, con amplias zonas sin observaciones en los últimos años.

Conejo de color marrón sentado sobre la hierba
Conejo europeo (Oryctolagus cuniculus). JJ Harrison/Wikimedia Commons, CC BY-SA

Un caso muy llamativo entre los mamíferos es el del antes citado lince ibérico y su principal presa, el conejo europeo. Mientras que el depredador ha multiplicado su población, su principal presa ha descendido de forma sustancial.

Obviamente hay muchos más conejos que linces. Pero teniendo en cuenta estas tendencias, el lince ibérico se encuentra ahora catalogado como “vulnerable a la extinción”, en tanto que el conejo está clasificado como “en peligro de extinción”, una categoría mayor de amenaza.

 

Aves que resurgen mientras otras disminuyen

 

Las aves sí son un grupo mejor monitoreado. Las tendencias poblacionales se conocen con mayor precisión, en parte gracias a la contribución de ornitólogos aficionados. Según el Libro Rojo de las Aves de España de SEO/BirdLife, publicado en 2021, el estado de conservación de algunas especies de aves frecuentes y abundantes ha empeorado en comparación con el anterior libro rojo publicado en 2004.

Entre estas especies se encuentran algunas aves con el apellido “común”, como el vencejo común, el alcaudón común, la golondrina común y la lechuza común. Especies tan conocidas como la perdiz roja (Alectoris rufa) también han sufrido marcados declives poblacionales en los últimos años.

Por el contrario, algunas especies percibidas tradicionalmente como amenazadas, como muchas aves rapaces y acuáticas, han mejorado su estado de conservación sustancialmente. Probablemente, esta mejoría se deba a que hemos dedicado más recursos y generado más conocimiento para su conservación. Afortunadamente, los esfuerzos no fueron en vano, y estas especies se encuentran ahora menos amenazadas que hace unas décadas.

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En Europa, las 168 especies de aves más comunes han disminuido, en su conjunto, un 14 % entre 1992 y 2022. Un caso particularmente preocupante es el declive del gorrión común (Passer domesticus). Esta especie está en severa regresión desde hace décadas en numerosas zonas del mundo. Las causas son múltiples y en parte desconocidas.

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Reptiles y anfibios, los grandes olvidados

 

Los reptiles son un grupo de vertebrados en el que rara vez se invierten grandes esfuerzos. Esto hace que el estado real de conservación de muchas especies sea incierto. Por ejemplo, un estudio que utilizó datos de datos de ciencia ciudadana durante cuatro décadas demostró un declive de las poblaciones de serpientes del 23 % en España. De las 13 especies analizadas, siete sufrieron un descenso poblacional.

Los anfibios son el grupo de vertebrados más amenazado de La Tierra

Por su parte, los anfibios son el grupo de vertebrados más amenazado de La Tierra. Un 41 % de las especies se encuentran en riesgo de extinción. El declive de sus poblaciones es generalizado, incluyendo especies tan abundantes como el sapo común (Bufo spinosus). Ampliamente distribuido por la península ibérica, este anfibio podría estar sufriendo un descenso poblacional, según sugieren algunos programas de seguimiento. Una extinción silenciosa que pasaría desapercibida en muchas regiones donde no hay un seguimiento adecuado.

Sapo común sobre una roca
El sapo común (Bufo spinosus) es una de las especies de anfibios más comunes que parece estar sufriendo un fuerte declive poblacional. José Guerrero, CC BY-SA

Aunque las serpientes y muchos anfibios despiertan cierta aversión en muchas personas, desempeñan un papel esencial en las redes tróficas y en el mantenimiento de la funcionabilidad de los ecosistemas. Motivos de peso para que dediquemos más esfuerzos a su estudio y conservación.

 

El reto de conservar lo común

 

La experiencia acumulada durante décadas en Europa nos ha permitido salvar de la extinción a muchas especies de grandes mamíferos y aves rapaces. Osos, lobos, linces, buitres negros, quebrantahuesos y águilas imperiales gozan de mejor estado de conservación en la actualidad que hace unas décadas.

Ahora debemos utilizar todo ese conocimiento generado para asegurar la supervivencia de especies comunes, otrora abundantes. Es el turno para que la sociedad, la Administración pública y la comunidad científica unan fuerzas para asegurar la conservación de serpientes, sapos y gorriones. Sin olvidar a los más infravalorados, los invertebrados. Evitar la tragedia de perder estas especies comunes es uno de los grandes retos de conservación que debemos afrontar ya.