Juan Valero impulsó la permacultura, el nendo dango o la forestería análoga, y hace un año se hizo peregrino. Coincidiendo con el Año Internacional de los Bosques, emprendió el Camino de las Ardillas, un proyecto de corredor ambiental que atraviese la península por la espina dorsal montañosa que separa las cuencas del Mediterráneo, el Atlántico y el Cantábrico. Mientras camina, indaga sobre el patrimonio forestal que nos queda y el que perdimos y anota reflexiones y cientos de datos para que algún día se pueda transitar por ese pasillo verde que él llama uto-vía.
¿Cómo y cuándo surge el Camino de las Ardillas?
Nace hace algunos años, tras un encuentro con Peter Bastian en Lisboa. Ambos descubrimos que compartimos la necesidad de plantar millones de árboles de forma adecuada y urgente en la península. En 1992, con motivo de la Expo de Sevilla, las Olimpiadas de Barcelona y la inauguración de la autovía del Mediterráneo ambos –por separado y sin conocernos– habíamos propuesto establecer corredores similares. A los dos nos dieron la callada por respuesta, pero seguimos persistiendo hasta encontrar el apoyo que buscábamos. En el Segundo Encuentro Internacional de Amigos de los Árboles, en 2010 en Cáceres, elaboramos un plan para presentar a la ONU al año siguiente, Año Internacional de los Bosques. Y así lo hicimos.
¿Cuál es el objetivo que persigue?
Ir a la acción concreta: plantar árboles lo mejor que podamos, en los lugares adecuados, con especies asociadas mediante semillas, plantones y esquejes de fenotipos locales, creando recursos a su sombra y a su vera, fomentando la vida rural y la ecología social.
¿Con qué apoyos cuenta?
Con los esenciales: familia, amigos, patronato (de la fundación) y el mejor, el íntimo, el mío: el saber que éste es un proyecto que he de sacar adelante con la tenacidad de una hormiga, con compromiso y con pasión.
¿En qué punto se encuentra el proyecto?
Estamos ante el inicio de una etapa nueva, en la que se tratará al árbol con respeto y en la que la sociedad exigirá unas políticas diferentes a las actuales. Después de más de seis meses de marcha, nuestro próximo destino son los picos de Urbión, entre La Rioja y Castilla-León.
¿Por dónde discurre la ruta? ¿Continúa fuera de España?
Sigue por el centro de Europa hasta los Urales, de allí hasta el estrecho de Bering y recorre toda América de norte a sur, por las cordilleras que separan las aguas del Pacífico y el Atlántico. Y desde el norte de África hasta el cabo de Buena Esperanza, siempre por la divisoria de las aguas.
¿Por qué decide hacer el camino a pie y solo?
A pie porque no hay otro modo –por suerte– de avanzar por esas crestas. Y solo porque es la mejor manera de estar atento e integrado en la tierra. Observas fenómenos que sabes que jamás ibas ver de otro modo y que tal vez jamás vuelvas a ver. Vives.
¿Cuántos quilómetros ha recorrido y cuál es el balance?
He caminado unos 1.000 quilómetros. La experiencia es sorprendente porque, en esos caminos, solo, comprendes algo de la enorme complejidad de los sistemas y especies, a la par que su sencillez aparente.
¿Qué es lo mejor y lo peor que ha encontrado?
Lo peor, la ignorancia, el pesebreo y la desertificación inducida por cuatro miserables sin escrúpulos. Lo mejor, la naturaleza, los espacios que se recuperan solos, la sabiduría popular, las buenas gentes, la tenacidad y la actitud digna y valiente de los que defienden la Tierra.
¿Qué respuesta ha encontrado?
La respuesta es formidable. El proyecto despierta muchísima simpatía por donde pasamos y hay muchas personas que se adhieren a él con ánimo de colaborar.
¿Cómo están nuestros bosques?
Hay estudios muy serios y mi opinión es sólo la de un caminante poco avisado. Creo que la situación es mala, pero con grandes posibilidades si somos capaces de actuar adecuadamente y de inmediato. Se podría generar una actividad económica notable en las zonas rurales a favor del árbol, creando bosque y acopiando aguas a la vez que generando empleo de calidad. El Camino de las Ardillas es una iniciativa de la Fundación +árboles que nació para promover la plantación de 100 millones de árboles en la Península para frenar la desertificación y el cambio climático.
¿Qué medidas se deberían tomar para concienciar a la población de la necesidad de plantar más árboles?
Difícil pregunta. Pero creo que informar y persistir, puesto que tenemos conocimientos más que suficientes: El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, el informe Stern, los libros de Al Gore, los informes de los grupos ecologistas, todos ellos son definitivos en este campo. Mis cálculos me dicen que un cuatro por ciento de la sociedad está sensibilizada y que alcanzando el 10% seremos imparables. Cuando eso suceda, que espero sea pronto, esa masa crítica obligará a los políticos a presentar otras leyes y forzará otra relación con la naturaleza. Demostraremos que podemos vivir mejor con menos y que para vivir necesitamos recuperar la piel verde del planeta.