Pero también se trata de una isla privada, de las que en España hay una docena, en este caso propiedad del magnate inmobiliario alemán Matias Kühn, pareja de la ex vedette Norma Duval, que pretende que este verano funcione en la misma un beach club con capacidad para 78 personas, con puntos de fondeo de yates, una plataforma flotante, un solárium y otras infraestructuras turísticas abiertas al público (el acceso a la isla es libre).
El alquiler cuesta 20.000 euros por noche, y a partir de 100.000 por una semana
Este proyecto recibió sendos dictámenes favorables de la Comisión Balear de Medio Ambiente y del Ayuntamiento de Santa Eulària, municipio al que pertenece, y ha provocado la indignación de los ecologistas, liderados por el Grup d'Estudis de la Naturalesa (GEN-GOB) ibicenco y, como cabe siempre esperar en estos casos, de la oposición, en esta ocasión socialista. EL GEN-GOB no descarta acudir a la Fiscalía para denunciar unos pronunciamientos que considera que podrían haber incurrido en un delito de prevaricación.
El quiosco turístico que Kühn estaba haciendo funcionar hasta ahora en la isla tenía un aforo de 32 plazas, que ahora se más que duplica. Las autorizaciones oficiales le permitirán instalar ahora 78 sillas, 13 mesas, 5 boyas para amarre, dos aseos químicos y dos plataformas solárium, una en tierra y la otra flotante y anclada al fondo marino.
El Ayuntamiento de Santa Eulària no tuvo ningún reparo en reconocer a finales de mayo que su informe favorable había sido, en palabras del alcalde, Vicent Marí, “una metedura de pata” y emitió otro en sentido contrario que fue remitido a la Dirección de Costas, organismo que debe autorizar o no la ampliación de las instalaciones. “Queremos evitar la masificación o un uso inadecuado de Tagomago”, señala el primer edil.
La más exclusiva
La consejería balear de Medio Ambiente defiende su postura favorable alegando que “no se prevén efectos significativos sobre los hábitats y las especies de interés comunitario por las cuales se declaró protegido dicho espacio”, aunque el técnico del Consejo Insular de Ibiza votó en contra porque la autorización está “supeditada a unas condiciones que son de difícil cumplimiento” y “luego se puede desmadrar la situación”.
La isla, calificada por su propiedad como “la más exclusiva del Mediterráneo”, en la que se alza un faro de principios del siglo pasado, dispone de embarcadero y de una lujosa villa de cinco habitaciones que se alquila por un mínimo de tres días para eventos o vacaciones. El alquiler de la isla entera cuesta 20.000 euros por noche, y a partir de 100.000 por una semana en temporada baja, y hasta 250.000 en la alta (con el personal de servicio incluido).
La isla de Sa Ferradura fue valorada en más de 30 millones de euros en el año 2006
Tagomago es la más conocida isla privada del litoral español, pero no la única. Sa Ferradura, también junto a Ibiza, con la que la une un istmo arenoso (así que no sería técnicamente una isla) fue considerada en 2006 por la revista Forbes la más cara del mundo: estaba valorada por entonces en más de 30 millones de euros (actualmente, ha quedado muy atrás en el ranking: la de Lanai, en Hawai, vale casi 450 millones). Dispone de una lujosa residencia y es propiedad de un misterioso magnate ruso que sólo la alquila a clientes muy especiales.
Igualmente en Baleares, pertenece a una rica familia barcelonesa S'Espalmador, de tres kilómetros por 800 metros, junto a Formentera. Y es también privada la isla de Colom, de 5.600 metros cuadrados, junto a Menorca, que la familia Roca quiso poner a la venta hace unos años por seis millones. En Canarias están Montaña Clara, valorada en unos 10 millones de euros, y Alegranza, ambas en el archipiélago Chinijo, al norte de Lanzarote. En casi todos los casos se trata de parajes de gran interés natural y notable grado de conservación.
En el Mar Menor, en la costa murciana, se ubica la isla del Barón, propiedad de la esposa del cantante Raphael. Y no muy lejos la de Perdiguera, que compró Tomás Fuertes, presidente del grupo alimentario El Pozo. Completan la lista las Sisargas, A Creba y Toralla (muy edificada, donde se levanta incluso un alto bloque de viviendas), en Galicia, y la más sorprendente de todas, la de Burguillo, la única que no está en el mar: se trata un islote con un castillo en el interior de un pantano de Ávila, en plena meseta castellana.