"Vive para matar. Es una estúpida máquina insaciable que ataca y devora lo que sea. Es como si Dios hubiera creado al diablo y lo hubiera dotado de mandíbulas". Con estas palabras se describe al tiburón blanco (Carcharodon carcharias) protagonista de la mítica película Tiburón de Steven Spielberg (título original, Jaws, que significa mandíbulas). En el film de 1975, basado en la novela homónima de Peter Benchley, el enorme escualo ansía por acabar con todos los bañistas de las playas de la isla de Amity hasta que es finalmente destruido por el jefe de policía local.
"Hay que desmitificar al tiburón: la gente tiene que conocer una realidad totalmente diferente a la de que es un comepersonas agresivo", explica el presidente de la Fundación para la conservación y recuperación de animales marinos (CRAM), Fernando Alegre. El tiburón, estigmatizado como la gran alimaña asesina a la que temer, se ha convertido en una víctima más del ser humano.
Cada año muere una media de cien millones de tiburones, según el último estudio publicado en la revista Marine Policy. Y en apenas un siglo ha desaparecido el 90% de la población de escualos, principalmente debido a la sobrepesca, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). "La actividad pesquera, que siempre ha acompañado al hombre, ha sido relativamente sostenible hasta los últimos cien años, periodo en el que se han multiplicado exponencialmente tanto la población humana como la manera de obtener los recursos. Y, como consecuencia, han desaparecido muchas especies y otras van en camino", explica Alegre.
Cien millones de escualos mueren anualmente, principalmente por la actividad pesquera
Un reciente informe de la FAO denuncia el acusado descenso de las colonias de escualos en el Mediterráneo –más del 97% en los últimos 200 años– y en el Mar Negro –casi la mitad respecto a la década de 1990–. Los expertos han reconstruido dichas tendencias mediante el análisis de la información de los diarios de pesca, los desembarcos de tiburones, los ejemplares de museos y avistamientos en el agua, etc.
Los tiburones habitan en los mares desde hace más de 400 millones de años. Tras este éxito evolutivo, muchas especies se encuentran ahora en peligro de extinción. Y el número de las mismas no deja de aumentar. Ante tal panorama, el pasado marzo, durante la última reunión de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES), se decidió, con el voto a favor de más de dos tercios de los 177 países participantes, regular las exportaciones y ampliar el número de especies protegidas.
El tiburón martillo gigante (Sphyrna mokarran), el martillo común (Sphyrma lewini), el martillo cruz (Sphyrna zygaena), el oceánico (Carcharhinus longimanus) y el marrajo sardinero (Lamna nasus) fueron incorporados al Apéndice II de la CITES. Sin embargo, Japón anunció a principios de junio que rechazaba el acuerdo internacional.
La fiebre del finning
Muchas especies de tiburones también aparecen en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En 2009, el Grupo Especialista en Tiburones de la UICN denunció que el 32% de los tiburones y rayas estaban en peligro de extinción.
El drástico incremento del número de especies en riesgo de ser aniquiladas es consecuencia de la pérdida de su hábitat, la degradación del medio, la contaminación y, sobre todo, la sobreexplotación pesquera –agravada por la captura incidental– . "Incluso hay problemas con las redes antitiburones de las playas de algunos países, que matan a cientos de ejemplares", añade Alegre. Las amenazas más directas se combinan con la biología del animal para ponérselo aún más difícil. Los escualos tienen un bajo potencial reproductivo y tardan mucho en llegar a la madurez sexual, por lo que la recuperación de sus poblaciones se complica hasta lo indecible.
Los tiburones son explotados en todos los mares del mundo por su carne, el aceite de hígado –para cosméticos y productos farmacéuticos– , la piel –con la que se fabrican cuero y papel de lija–, los dientes –empleados en joyas– y los cartílagos –con supuestos beneficios para curar enfermedades como la artritis, el reumatismo y el cáncer–, tal y como explica la FAO. Pero, sobre todo, mueren por sus aletas, una mina de oro en el mercado asiático.
En el Mediterráneo, las capturas han caído un 97% en 200 años, y en el Mar Negro el 50% sólo en 20
La aleta de tiburón es uno de los productos de la pesca más caros del mundo debido a la alta demanda que registra la sopa elaborada con ella, una delicatessen asiática a la que el caldo de pollo y pescado dan sabor y que no puede faltar en banquetes y reuniones de empresas por ser un símbolo de estatus. Por ello, hay una enorme diferencia entre el valor comercial de la carne del escualo y el de sus aletas, cuyo precio alcanzó los más de 700 dólares estadounidenses (unos 530 euros) por kilo en 2011, según la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera (NOAA) estadounidense.
Ante tan suculento negocio, es una práctica pesquera común el aleteo de tiburones (del inglés shark finning), que consiste en cercenar las aletas de los animales y devolver al mar el cuerpo mutilado de un animal muchas veces todavía vivo. El pez muere tras una lenta agonía por asfixia –puesto que necesita el constante movimiento para respirar–, desangrado o devorado por otros depredadores.
Actuando de esta forma, los pescadores ahorran espacio en las bodegas de los barcos y pueden capturar más animales y así cortar más aletas. Esta es la praxis que se esconde en muchas ocasiones detrás del típico plato chino de sopa de aleta de tiburón.
Peligro para la salud
"El aleteo de tiburones ha crecido muchísimo en los últimos años. Es una moda que se ha popularizado y no es una cuestión tan cultural como nos hacen pensar", sentencia Alegre. Se estima que cada año mueren de 26 a 73 millones de tiburones para abastecer el mercado mundial de aletas de escualos.
En Bangkok (Tailandia), algunos hoteles de lujo han decidido no servir sopa de aleta como parte de la campaña Fin free Thailand (Tailandia libre de aletas), que busca proteger al animal, los ecosistemas y la salud de las personas, ya que los organismos de los tiburones almacenan altos niveles de mercurio. Según los organizadores de la iniciativa, restauradores del barrio chino de Bangkok afirman que sirven más de 20.000 platos de esta comida al mes.
El primer comprador mundial de las aletas de tiburón es Hong Kong. Y su principal proveedor España, que encabeza el listado de los países que exportaron dicha pieza a la región autónoma china en 2011. Este producto representó ese año el 90,7% de todas las importaciones de pescados y mariscos españoles por Hong Kong, por un total de 58 millones de dólares estadounidenses (unos 43 millones de euros).
España figura entre los mayores exportadores de aletas de tiburón al mercado asiático desde 1999. Según datos facilitados a la CITES por la FAO, en 2010 la flota pesquera española estuvo entre las 15 de todo el mundo que mayor cantidad de tiburones y rayas capturó.
España es el principal proveedor de aletas de Hong Kong, el mayor mercado consumidor
La Unión Europea, una de las grandes potencias de la pesca de tiburones, prohibió el finning en 2003 (Ley CE 1185/2003). Sin embargo, sigue vigente una excepción que permite expedir permisos especiales para la transformación del animal a bordo, por lo que las aletas se pueden cortar en alta mar y desembarcarlas separadas del cuerpo. España y Portugal, primer y segundo país en captura de escualos de la UE, son los que más autorizaciones de este tipo han obtenido.
La semana pasada, la UE dio el último paso formal para acabar con las excepciones legales que consentían el cercenamiento. El Consejo Europeo ratificó, con el voto en contra de España y Portugal, la obligación de desembarcar los tiburones con las aletas adheridas al cuerpo. La medida entrará en vigor en cuanto se publique en el Diario Oficial de la Unión Europea.
Para el presidente de la Fundación CRAM, si se quiere erradicar el finning no sólo es necesario mejorar la legislación, sino también la supervisión de la misma. "Es complicado, pero se debería realizar un mejor control en los puertos, establecer cuotas de captura para diferentes especies y mejorar su clasificación, entre otras medidas", opina.
Si bien poner límites al aleteo de tiburones a nivel mundial sería un paso importante para protegerlos, estos animales seguirán amenazados si no se implementan otras medidas. "La desaparición de los grandes depredadores como los tiburones sería un problema que acabaría por desestabilizar a otras especies y podría provocar la desaparición de muchas más. Esperemos que nunca llegue ese momento, pero para evitarlo tenemos que ponernos las pilas", reflexiona Alegre.