El escenario del conflicto es el sudeste del país centroafricano, cubierto por densas selvas lluviosas que en algunos puntos han sido declaradas durante los últimos años parques nacionales o zonas protegidas. Allí vivían desde hace milenios los bakas, un pueblo de cazadores recolectores nómadas que pertenece a la familia étnica que los colonizadores dieron en llamar pigmeos debido a su reducida talla. Pero ya no siguen en esos bosques.
Los nativos afirman sufrir arrestos, palizas y torturas y que incluso ha habido muertos
Según denuncia Survival, que dice llevar más de una década advirtiendo a los responsables del WWF sobre estos hechos, los bakas “están siendo expulsados ilegalmente de sus tierras ancestrales en nombre de la conservación porque buena parte de su territorio se ha convertido en áreas protegidas, incluidas las zonas de safaris de caza para los turistas”. Ahora viven en poblados permanentes junto a las carreteras, donde carecen de trabajo y de recursos materiales para subsistir.
La organización indigenista expone que los guardias de estos parques naturales, soldados y policías, persiguen a los baka porque los consideran “cazadores furtivos”. Y que no lo hacen de cualquier manera, sino que han cometido “serios abusos” y actos de violencia contra ellos. Los nativos aseguran haber sufrido “arrestos, palizas y torturas” y en algunas comunidades se afirma que algunos individuos han perdido la vida como consecuencia de los mismos.
El Ministerio de Fauna y Bosques de Camerún, que es quien está detrás de estas operaciones de expulsión de los bakas de las selvas donde habitan desde hace miles de años, recibe financiación del WWF, afirma Survival. Y no sólo dinero. “La organización también proporciona a los guardas asistencia técnica, logística y material. Vehículos, conductores, combustible y bases desde donde operar. Sin su apoyo, los escuadrones antifurtivos no podrían operar”, argumentan los defensores de los baka.
Aumento de enfermedades
“Como resultado de la pérdida de sus tierras y recursos, muchos bakas han denunciado un serio empeoramiento de su salud y un incremento de enfermedades como malaria y VIH/SIDA. Y temen adentrarse en el bosque que les ha provisto de cuanto necesitaban durante incontables generaciones”, prosigue Survival, quien destaca que “muchos bakas se refieren a las patrullas antifurtivos como dobi-dobi”, que es el nombre con que designan a los ecologistas del WWF.
El director de Survival International, Stephen Corry, mantiene que “los pueblos indígenas son los mejores conservacionistas y guardianes del mundo natural. Conocen mejor que nadie sus tierras y lo que sucede en ellas. Para que la conservación funcione, organizaciones como WWF tienen que ajustarse al derecho internacional, proteger los derechos de los pueblos indígenas y tribales a sus tierras, preguntarles qué tipo de ayuda necesitan para proteger sus territorios, escucharlos y estar dispuestas a respaldarlos. Es preciso un cambio esencial y urgente en el modelo de conservación vigente”.
"Ha habido incidentes de abusos con ecoguardas y otros que podrían haber sido atribuidos injustamente a los ecoguardas, porque estos van desarmados y a veces son acompañados por militares para poder hacer frente a los fuertemente armados cazadores furtivos", admite a EcoAvant.com el portavoz de WWF Internacional Phil Dickie, desde la sede central de la organización conservacionista en Ginebra (Suiza).
Los ecologistas dicen preservar los bosques en interés de los pueblos tribales
"Frente a esto, hemos hecho cosas como proporcionar formación sobre derechos humanos a los vigilantes de los parques naturales, informar al ministerio acerca de los abusos denunciados e insistir en que estos comportamientos son inaceptables", añade Dickie, quien destaca que "hemos aceptado también dar apoyo a una investigación de la Comisión Nacional para los Derechos Humanos de Camerún en los términos planteados por Survival International".
El portavoz del WWF insta sin embargo a Survival a "extender su trabajo de grupo de presión al Gobierno de Camerún y trabajar junto a organizaciones que tratan de mejorar el reconocimiento de los derechos de los bakas" que, denuncia, "son objeto de discriminación y sufren desventajas legales en todos los ámbitos de sus vidas".
"Trabajamos en estrecho contacto con las comunidades bakas, y ellos no nos están pidiendo que suspendamos nuestra labor de apoyo a la protección de los bosques. Es difícil imaginar cómo eso podría beneficiarles: los pueblos que dependen de los bosques dependen de la protección de los bosques", concluye.
El proyecto Jengi del WWF pretende salvaguardar los bosques de la deforestación en interés de la vida salvaje y de los mismos bakas, con los que la organización dice compartir plenamente sus objetivos. A tal efecto, se han declarado zonas protegidas 700.000 hectáreas de selva en los parques de Lobeke, Boumba Bek y Nki, donde varias decenas de guardabosques han sido contratados para luchar contra la caza y la tala furtivas. Sin embargo, según el WWF se han creado “zonas de caza comunitarias para atender las necesidades de la caza de subsistencia”.
Pero, en opinión de Survival, existe un “lado oscuro de la conservación”. La organización presentó en el último Congreso Mundial de Parques, que se celebra cada 10 años y que acogió a finales del año pasado Sidney (Australia), un informe titulado Los parques necesitan pueblos donde afirma que el impulso y desarrollo de reservas naturales protegidas en el mundo ha expulsado de sus tierras a millones de personas que vivían de sus recursos en vastas áreas de África, Asia o América. Más allá de la veracidad y gravedad de lo que sucede en Camerún, el debate sigue abierto, y es difícil no escuchar argumentos razonables de los defensores de ambas causas. El justo punto de equilibrio entre una y otra parece difícil de lograr.