La conservación de los grandes carnívoros ha sido históricamente objeto de amplio debate debido a la percepción negativa que existe hacia estas especies como consecuencia de los impactos que pueden tener en la sociedad (daños a la ganadería, ataques a personas, etc.). Por ello, han sido perseguidas y han sufrido una reducción de sus poblaciones en muchos lugares del mundo. Sin embargo, esta situación parece haberse revertido recientemente y algunas de sus poblaciones en Europa se están recuperando.
Un ejemplo de este proceso es el oso pardo cantábrico. Esta población sufrió un importante declive en el siglo XX hasta alcanzar menos de 100 individuos en la década de los 90, separados en dos subpoblaciones. A partir de ese momento, se incrementaron los esfuerzos de conservación con la elaboración de los planes de recuperación por parte de las comunidades autónomas y, desde entonces, la población se recupera y ha pasado a contar con alrededor de 370 ejemplares, según el último censo genético.
Cambios en la distribución
Las tendencias en el número de osas con crías mostraban que el mínimo de individuos se alcanzó a finales de la década de los 80. Tras ese punto, la población se estabilizó y comenzó a recuperarse, pasando de 6 osas con crías en 1989 a 38 en 2018.
Una vez analizada esta tendencia en la abundancia cabía preguntarse si estaba ocurriendo lo mismo con la distribución. Esto es precisamente lo que analizamos en nuestro artículo publicado recientemente en la revista Conservation Science and Practice.
En él, analizamos los cambios en la distribución en tres periodos: 1982-1992, 1993-2002 y 2003-2012. Estas fases coinciden con las tendencias demográficas observadas en la población. Un primer periodo que, según las estimas de abundancia, es un periodo de disminución; un segundo periodo donde se alcanza el mínimo y se estabiliza y, finalmente, el tercero, que es un periodo de recuperación.
Nuestros resultados reflejan esas tendencias en la distribución. Se observa una pequeña reducción de la distribución entre los dos primeros periodos, siendo el segundo periodo (1993-2002) donde se alcanza el mínimo en la superficie ocupada por los osos. En el tercer periodo (2003-2012) se observa una notable expansión de la distribución que aumenta en un 70 % con respecto al segundo.
¿Qué territorios coloniza el oso?
Los territorios (celdas de 25 km²) colonizados por los osos varían en función de la calidad de hábitat y de la distancia al centro de la población osuna.
Así, en el cambio entre el segundo y tercer periodo, los osos ocuparon principalmente zonas con bajo impacto humano y que se encontraban más cerca del centro de la población que otras áreas disponibles. Según estos resultados, parece que la calidad de hábitat natural no fue un factor limitante en esta expansión.
Algunos estudios previos muestran que más del 80 % del área con hábitat óptimo tanto desde el punto de vista natural como del impacto humano, ya estaban ocupados en la cordillera cantábrica. Estos lugares son principalmente los núcleos de la población donde viven las hembras con crías, quienes precisan de una mejor calidad de hábitat natural.
Los machos subadultos, que son los principales dispersantes en esta especie, no están tan limitados por la calidad de hábitat natural. Por ello, en un periodo de expansión, donde son principalmente estos los encargados de realizarla, ocuparon los territorios con menor impacto humano.
Presente y futuro de las poblaciones
¿Continúa la población expandiéndose? La respuesta es sí. Para analizar lo que podría estar pasando en la población actualmente realizamos una proyección del modelo de expansión para predecir el área ocupada en el periodo 2013-2022.
Los resultados mostraron que el área con alta probabilidad de ocupación para este periodo era de casi el doble que el área ocupada en 2003-2012. Para corroborar esto, comparamos la predicción con los datos reales de presencia recogidos entre 2013-2021 y observamos que en el 77 % de las nuevas áreas predichas por el modelo había datos de presencia de la especie.
Esto corrobora que, especialmente en la parte occidental, la población ha continuado expandiéndose a territorios alejados del núcleo en la provincia de Ourense, el suroeste de León y el norte de Zamora, incluso a más distancia que las áreas predichas en el modelo.
Unos planes de recuperación desfasados
Los planes de recuperación son las herramientas legales de protección para el oso pardo cantábrico elaboradas por las comunidades autónomas a principios de la década de los 90. Se estableció el propósito de actualizar dichos planes cada cinco años en base a las nuevas necesidades de una población en continuo cambio. Sin embargo, solamente Asturias actualizó su plan en 2002.
Desde entonces, no ha habido ninguna modificación en estos planes y, en cambio, la población ha sufrido cambios sustanciales en su distribución. En el estudio comparamos el área de presencia delimitada por estos planes de recuperación con el área de presencia real, y encontramos que el área delimitada por los planes de recuperación cubre solamente la mitad del área de presencia de la población.
Esta situación podría tener implicaciones en el presente y en el futuro más inmediato. Por un lado, las nuevas zonas de presencia que están fuera del área delimitada en los planes de recuperación están sujetas a una menor vigilancia y control por parte de la Administración y esto podría conllevar un aumento de la mortalidad, complicando el establecimiento de la especie en esas áreas.
Además, para permitir la expansión de los núcleos reproductores parece necesario un mejor estado de conservación del hábitat, que ofrezca refugio y alimento a las hembras reproductoras y les permita establecerse. Para esto es necesario que las políticas de conservación y mejora del hábitat referentes al oso se apliquen a todo el rango de presencia actual y no solo en las zonas delimitadas por los planes.
Por último, este menor control de la Administración en las nuevas áreas de presencia puede afectar también a la gestión de los daños causados por la especie. En zonas periféricas, menos habituadas a la presencia del oso, es poco probable que explotaciones apícolas y ganaderas cuenten con medidas preventivas y, por tanto, sean susceptibles de sufrir daños por parte de la especie. Esto puede resultar en un descontento social en zonas poco habituadas a convivir con osos, generando un conflicto y resultando en un perjuicio para la conservación.
Por todo esto, consideramos prioritaria la actualización de los planes de recuperación, ajustando el ámbito de aplicación de sus medidas a la situación actual de la población cantábrica.