Las inundaciones afectan a más personas que cualquier otro peligro natural y, además, lo hacen sin distinción de zona geográfica, en todos los continentes y en prácticamente todas las regiones climáticas. Sin embargo, estamos acostumbrados a que en ciertas zonas sea habitual que ocurran mientras que, en otras, entre inundación e inundación se nos olvida que el caudal de los ríos puede crecer.

En las últimas décadas, los cambios en el uso del suelo (de rural a urbano) y el aumento y concentración de la población han fomentado que las inundaciones generen cada vez más daños

A esto hay que sumarle que las inundaciones catastróficas están aumentando en gravedad, duración y frecuencia debido al contexto de cambio climático en el que nos encontramos. Pero esa no es la única causa. En las últimas décadas, los cambios en el uso del suelo (de rural a urbano) y el aumento y concentración de la población han fomentado que las inundaciones generen cada vez más daños.

 

El cambio climático

 

Aunque el cambio climático parezca el culpable fácil y, en muchos casos, haga de chivo expiatorio, la realidad es que la concentración de vapor de agua en la atmósfera aumenta un 7 % por cada grado de temperatura. Esto quiere decir que a medida que la atmósfera va calentándose el agua precipitable, es decir, el vapor de agua contenido en una columna de aire también crece. Cuando esta atmósfera calentada se alía con unos océanos y mares cada vez más calientes, obtiene el suministro perfecto de combustible.

Por lógica, si se acumula una mayor cantidad de vapor de agua en la atmósfera, cuando se dan las condiciones para que ese agua condense y precipite tendremos una mayor cantidad de lluvia. Y aquí entra en juego el factor tiempo: si ese agua cae en un breve espacio de tiempo tendremos lo que se denominan intensidades de precipitación altas y el suelo no será capaz de infiltrar la mayor parte del agua que le llega. La consecuencia es que un gran porcentaje de la precipitación, si no toda, acaba siendo escorrentía superficial que busca desesperadamente llegar a los ríos.

 

Los cambios en el uso del suelo

 

Cada tipo de suelo tiene una característica conocida como capacidad de infiltración, que no es más que la tasa o la velocidad a la que el agua puede penetrar en el suelo. Así, cuando la intensidad de precipitación de una tormenta supera esta capacidad de infiltración empieza a generarse la escorrentía superficial: el agua corre desbordada por la superficie.

Esta capacidad del suelo depende a su vez de multitud de factores como si el suelo contiene arcillas o arenas, si está vegetado o no, o si ha llovido los días anteriores.

Cuando urbanizamos cerca de los cauces, convertimos un suelo natural en una superficie impermeable que no permite que el agua, en su circulación hacia el río, pueda infiltrarse. En muchos casos, las imágenes de calles convertidas en ríos que vemos en una inundación no es más que el agua intentando recuperar su camino natural.

 

El relieve Mediterráneo juega en nuestra contra

 

Hay otro factor importante a considerar: la pendiente del terreno. Como en el Mediterráneo la orografía suele ser importante, ese agua que cae de golpe y no es absorbida por el suelo se mueve muy rápido cuesta abajo. Y en muchos casos llega de forma simultánea al cauce, causando aumentos muy rápidos de la altura del agua o inundaciones torrenciales.

Estos cauces mediterráneos, de ríos con caudales muy bajos o incluso ramblas que no llevan agua la mayor del año o durante años, suelen ser colonizados por la vegetación de forma natural o por los propios humanos, que construimos o instalamos elementos de ocio. Cuando ocurre la inundación torrencial, el agua fluye a gran velocidad por ellos y, si estos cauces no tienen la capacidad suficiente, el flujo se abre paso ensanchando el cauce o desbordando y generando nuevos daños.

 

El cóctel explosivo

 

Evidentemente, no podemos cambiar la orografía de nuestro país o las condiciones atmosféricas en las que se generan las precipitaciones. Pero lo que sí podemos hacer es plantear un ordenamiento territorial adecuado, en el que no se consideren como zona urbanizables o residenciales aquellos territorios que sabemos que tienen una mayor probabilidad de inundarse.

Y si esto no es ya posible porque están ocupados, una población informada es una población menos vulnerable, por lo que se hace necesario recuperar la conexión con nuestro territorio. Parece que se nos ha olvidado que los ríos, a veces, llevan agua.