La salud pública y la animal son interdependientes y están vinculadas a los ecosistemas en los cuales coexisten. Las especies silvestres adquieren cada vez más relevancia en ese contexto, por compartir muchas enfermedades con las especies domésticas e incluso con el ser humano.

Las enfermedades en la fauna silvestre, en caso de estar presentes, resultan mucho más complejas de detectar, tratar, manejar, controlar y erradicar. Por otro lado, el aumento de la densidad de población de determinadas especies silvestres y la presión territorial a la que se ven sometidas hacen que los contactos con las especies domésticas y el hombre en entornos rurales y urbanos sean cada vez más frecuentes. Todo ello se ve favorecido por el cambio climático y el comportamiento humano.

La vigilancia sanitaria en fauna silvestre como el jabalí o el ciervo es sencilla, ya que la detección de posibles patologías y la toma de muestras resulta relativamente fácil y asequible durante las cacerías.

Por el contrario, la vigilancia de especies silvestres no cinegéticas como mustélidos (comadrejas, armiños, hurones, visones, martas, nutrias, tejones) es en la mayoría de las ocasiones más compleja y queda prácticamente limitada al estudio de animales hallados muertos o enfermos en el campo o en las carreteras. Sin embargo, resulta igual de relevante que en las especies cinegéticas.

 

La tuberculosis animal

 

La tuberculosis animal es una enfermedad zoonótica causada por micobacterias del complejo Mycobacterium tuberculosis, cuyo rango de hospedadores incluye muchas especies de mamíferos silvestres y domésticos, y por supuesto, el hombre.

Desde mediados del siglo pasado las campañas de saneamiento en ganado bovino han tratado de controlar y erradicar la enfermedad a nivel europeo, por el riesgo que supone para el ser humano. Sin embargo, existen reservorios silvestres capaces de mantener la infección en sus poblaciones que dificultan su erradicación.

En la península ibérica los reservorios silvestres reconocidos de tuberculosis incluyen al jabalí, ciervo y gamo en el centro-sur del territorio. Si bien, en determinados ambientes atlánticos, el tejón (Meles meles) adquiere cada vez más importancia como posible reservorio de tuberculosis.

En un estudio recientemente publicado determinamos la prevalencia de tuberculosis en esta especie durante un periodo de 13 años en Asturias, que resultó ser del 4,23 % en el análisis mediante cultivo y del 23,77 % mediante serología.

Además, la tuberculosis en tejón en el periodo 2008-2020 se asoció con la presencia de tuberculosis en el ganado bovino local. Este estudio no pudo determinar la dirección de la posible transmisión de tuberculosis entre estas especies, pero sí confirmó que ambos hospedadores pueden ejercer presión de infección entre sí.

 

El virus del moquillo canino

 

El virus del moquillo canino (CDV) está estrechamente relacionado con el virus del sarampión humano y el virus de la peste bovina, todos ellos incluidos en el género Morbillivirus. Durante siglos, los virus de este género han causado brotes devastadores en humanos y animales, considerándose de los virus más contagiosos y letales que existen, solo controlados a través de la vacunación.

Considerada una enfermedad típicamente canina, en los últimos años se han producido en todo el mundo brotes de moquillo con una alta tasa de mortalidad en poblaciones silvestres de cánidos, mustélidos, félidos, úrsidos e incluso primates no humanos.

Entre 2020 y 2021 registramos en Asturias mortalidad por una cepa altamente patógena de CDV en cuatro especies de carnívoros silvestres: tejón, marta (Martes martes), turón (Mustela putorius) y zorro (Vulpes vulpes). Los signos clínicos y la patología fueron similares en todas las especies, observándose una clara afinidad del virus por el tejido linfoide, sistema nervioso central y aparato respiratorio.

Encéfalo de tejón donde se observa el virus del moquillo canino (en rojo) en el interior de las neuronas. Tinción de inmunohistoquímica. The Conversation 

El análisis filogenético del CDV demostró que pertenecía al linaje europeo, con un 98 % de homología con las cepas más cercanas. Además, un estudio serológico retrospectivo (2008-2020) detectó anticuerpos frente al CDV en el 43,4 % de los casi 700 tejones estudiados, porcentaje mayor al obtenido en estudios previos por otros autores en lobo (19 %) y zorro (22 %).

Los resultados revelan que el virus del moquillo canino está bien adaptado a la fauna silvestre, sin afectar gravemente a la dinámica de sus poblaciones. Por tanto, es muy probable que el virus sea endémico en ese territorio y se registren brotes cada cierto periodo de tiempo, como el ocurrido en 2020-21.

Particularmente importante resulta esta enfermedad desde el punto de vista de la conservación de especies como el oso cantábrico, ya que, aunque no se han registrado casos clínicos de moquillo en oso pardo en Europa, sí se han detectado anticuerpos frente al mismo en poblaciones de oso en Eslovaquia e Italia.

La vacunación de los perros domésticos podría ser una herramienta fundamental en la prevención de una posible transmisión interespecífica del virus, ya que, aunque incluida en el calendario vacunal, la vacunación frente al moquillo no es obligatoria en perros en España.

Como ha quedado reflejado con estos dos ejemplos, la epidemiología de las infecciones multihospedador es compleja. Su control, particularmente difícil, solo es posible si se abarcan todos los reservorios animales domésticos o silvestres implicados.The Conversation