Cada vez conocemos más la riqueza en el juego de nuestros primos biológicos, los primates. Hacen el avión, malabarismos e incluso transportan y cuidan de palos y piedras como si se tratara de muñecas. Además, ponen cara de juego.
En un reciente estudio, llevado a cabo en el área protegida Otoch Ma’ax Yetel Kooh en Yucatán, México, hemos explorado el juego social de los monos araña de Geoffroy (Ateles geoffroyi). La investigación, publicada en el International Journal of Primatology, nos ofrece una visión detallada del papel de la edad, el sexo y las expresiones faciales en estos monos americanos.
¿A qué juegan los primates?
Si bien el juego está presente en una lista cada vez más amplia de animales, en los primates representa una actividad crucial en las vidas de los más pequeños.
El ring de la selva está repleto de asaltos donde peleas, mordiscos, bofetadas, puñetazos y patadas están a la orden del día. Los más pequeños hacen la puesta a punto de sus habilidades de lucha para la vida adulta.
Otros prefieren jugar a mamás y papás, o a los médicos, inspeccionando los genitales ajenos, o a explorar la selva como si de Richard Francis Burton se tratara. Y por qué no, rotar, hacer piruetas o volar como un avión al más puro estilo del Cirque du Soleil.
Toda esta retahíla, digna de la mejor ludoteca de verano, contribuye a liberar energía sobrante y fomenta estados emocionales positivos, relaciones afectivas estables, amistades y bienestar, mucho bienestar.
No todo es cuestión de peleas y giros. Los gibones de Hainan (Nomascus hainanus), por ejemplo, seleccionan palos y ramas para lanzarlos y recogerlos repetidamente, es decir, son unos artistas de los malabares. Este circo en la selva podría mejorar sus habilidades en el cálculo de distancias y la intensidad del agarre a las ramas, cruciales para sus desplazamientos por braquiación (es decir, suspendiéndose con las extremidades superiores) entre árboles a decenas de metros del suelo.
El juego con muñecas
En algunas comunidades de chimpancés, los jóvenes transportan y cuidan piedras y palos como si se tratara de muñecas. Un estudio llevado a cabo a lo largo de 14 años en la comunidad de chimpancés Kanyawara, en el Parque Nacional Kibale, Uganda, reveló que los jóvenes utilizaban esos palos para diversas actividades: como sondas para investigar agujeros que podían contener agua o miel, como accesorios en exhibiciones de agresión e incluso como armas al lanzarlos o golpearlos.
También jugaban solos o en grupo, y un comportamiento interesante que se observó, distinto al resto, fue el de “llevar palos”. Este consistía en sostener, acunar o transportar palos sueltos, piedras, trozos de corteza o troncos pequeños con las manos, en la boca, bajo el brazo o, más comúnmente, metidos en el bolsillo (entre el abdomen y el muslo), durante períodos que variaban desde un minuto hasta más de cuatro horas mientras descansaban, caminaban o se alimentaban.
Los autores del estudio sugieren que las diferencias sexuales en el uso de palos están relacionadas con un mayor interés de las hembras en el cuidado de los bebés, y asociaron los palos a una forma de juego maternal (es decir, llevar palos como las madres chimpancés llevan a los bebés). Algo así como nuestras muñecas, pero de piedra o madera.
El juego en monos araña salvajes
Desde noviembre de 2022 hasta marzo de 2023, nuestro equipo de investigación, compuesto por científicos de la Universitat de Girona, la Universidad de Leipzig y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, llevó a cabo un estudio sobre el comportamiento de juego social de los monos araña salvajes de Otoch Ma’ax Yetel Kooh.
A través de centenares de horas de observaciones focales y grabaciones en vídeo, nuestro objetivo era desentrañar los misterios del juego social entre estos pequeños traviesos. Nuestros hallazgos revelaron que el juego era mucho más frecuente entre los jóvenes que entre los adultos.
Para estos monos araña, jugar no es solo una forma de pasar el rato, sino una herramienta vital para desarrollar habilidades motoras y sociales. Es como ir al gimnasio a fortalecer nuestros músculos y hacer amigos, pero más divertido y sin necesidad de pagar una mensualidad.
Sorprendentemente, nuestra investigación no reveló diferencias significativas en la participación en juegos entre machos y hembras. Este hallazgo es fascinante, ya que desafía la creencia común y extendida de que los primates machos juegan más que las hembras. Así, parece que el comportamiento de juego no está influenciado por el sexo, lo que podría explicarse por el bajo dimorfismo sexual (diferencias de tamaño) en esta especie.
Entre las muchas expresiones faciales de los primates, destaca la conocida como cara de juego (play face), fundamental para prevenir que el juego se convierta en una pelea seria. Cuando los monos araña muestran esta expresión, con la boca abierta y relajada, sin enseñar los dientes, envían un claro mensaje a sus compañeros: “¡Todo esto es diversión, no se alarmen!”.
Gracias a estas señales, los pequeños pueden dar golpes y mordiscos, sabiendo que están en el reino del juego y no en el de la agresión real.
A cualquier edad
Una de las contribuciones más destacadas de nuestro estudio es la documentación detallada de los tipos de juego: acrobático, de acurrucamiento y de lucha, y su relación con grupos de edad específicos.
Nuestros hallazgos respaldan la idea de que el juego es un componente esencial del desarrollo en los primates, facilitando la adquisición de habilidades sociales y motoras.
Comprender las sutilezas del juego social en los monos araña nos permite obtener una visión más amplia del comportamiento primate en general. Este conocimiento es vital para mejorar los programas de enriquecimiento ambiental en entornos cautivos y para optimizar las estrategias de conservación en la naturaleza.
Además, y no menos importante, al observar a nuestros parientes primates podemos aprender mucho sobre la importancia del juego en nuestras propias vidas. Fomentar el juego en las crías humanas y en nosotros mismos a cualquier edad no solo es beneficioso para el desarrollo individual, sino también para construir relaciones sociales más fuertes y saludables.
Quizás la clave para una vida plena sea jugar siempre, como lo hacen los monos, y permitirnos disfrutar del viaje con una sonrisa y un poco de diversión.
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