Entre la cadena de cuatro pequeñas islas volcánicas que componen Tristan da Cunha y el resto del mundo, hay mucho océano. Este territorio de ultramar, perteneciente al Reino Unido, se encuentra justo en medio del Atlántico Sur, en una localización equidistante entre Sudáfrica, Sudamérica y la Antártida, esto es, a más de 3.000 quilómetros de cualquier continente.
El libro Guinness de los Récords lo ha clasificado como el asentamiento que más lejos se encuentra de otro lugar habitado, el más cercano está en la isla de Santa Elena, a 2.173 quilómetros al norte. Al no haber aeródromo, es muy complicado llegar. La única posibilidad de acceso es tomar uno de los ocho barcos que salen cada año desde Ciudad del Cabo.
La única posibilidad de acceso son ocho barcos que salen cada año desde Ciudad del Cabo
Si todo va bien, en seis días atracas en su única localidad, Edimburgo de los Siete Mares, pero el mal tiempo puede alargar el trayecto hasta dos semanas. Vivir aquí es estar atado para bien o para mal al enorme océano, que los une y los separa del mundo, pero de cuyos servicios dependen enteramente sus habitantes. De ahí el interés en protegerlo.
El compromiso del Consejo de la Isla con la creación de una enorme área marina protegida en su zona económica exclusiva es una excelente noticia para el relativamente desprotegido océano Atlántico, donde se ha experimentado en los últimos 70 años la denominada “tragedia de los bienes comunes”. El término hace referencia a un dilema descrito por el ecólogo estadounidense Garett Hardin, para referirse a la destrucción de un recurso compartido limitado, en este caso los recursos pesqueros, llevado a cabo por sus principales beneficiarios, nosotros, muy a nuestro pesar.
En las aguas del Atlántico se ha pescado mucho, demasiado. Según Greenpeace España, la sobrepesca y la pesca pirata o INDNR (Ilegal, No Declarada, No Regulada), nos han empujado a una situación donde “tres cuartas partes de los stocks pesqueros están totalmente explotados, sobreexplotados o agotados”. En esta misma línea versaba el estudio Averting a global fisheries disaster dirigido por Boris Worm, de la Universidad de Dalhousie (Canadá), publicado en la revista PNAS, donde se concluía que, de no revertir la situación, en 2050 desaparecería la mayor parte de especies que se consumen.
De no revertir la situación, en 2050 desaparecería la mayoría de especies que se consumen
“En las aguas de Tristan puedes encontrar áreas de reproducción de tiburones, rutas migratorias para el atún, preciosos corales de agua fría y la langosta de roca de Tristan, que es el pilar de nuestra economía. Este es un lugar precioso, y queremos que siga siendo así. También estoy muy orgulloso de que podamos pensar en nosotros mismos como los guardianes del Atlántico Sur", decía el administrador de la isla, James Glass, en un comunicado oficial para anunciar la creación del santuario.
El plan de protección de los ecosistemas marinos respetará las actividades pesqueras que la población local ya venía realizando de manera artesanal, como la pesca de la langosta y su exportación en lata. La explotación a pequeña escala de este marisco se realiza in situ en una pequeña conservera activa desde los años cuarenta y supone el 80% de los ingresos del archipiélago. Posee además el reconocimiento de la Marine Stewardship Council, sello internacional que establece los estándares de la pesca sostenible.
Un lugar de alto valor biológico
Este no es el primer gesto que el archipiélago hace para conservar su biodiversidad, pues el anuncio llega 25 años después de que la isla de Gough fuera declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Otra de sus islas, la Inaccesible, le siguió el ejemplo al ser inscrita en 2004. De esta manera, se alcanzó la preservación de más del 50% de sus áreas terrestres.
Tristan da Cunha alberga muchas especies amenazadas, las cuales se sirven de sus aguas para alimentarse. Es el caso del albatros de Tristan (en peligro crítico de extinción), del albatros de pico fino (en peligro) y del petrel de anteojos, endémico de la isla Inaccesible (vulnerable), según la valoración de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), autoridad mundial en cuanto al estado de la naturaleza y los recursos naturales.
El lugar desempeña además una función biológica clave para el futuro de muchas especies, puesto que algunas de ellas, como es el caso del albatros de pico fino, crían únicamente en los acantilados de estas islas. Según The Pew Charitable Trusts y la Fundación Bertarelli, organizaciones socias de este proyecto, “el 85 % de la población mundial de pingüinos de penacho amarillo norteños (en peligro de extinción) se reproduce en Tristan” y, en concreto, “la isla de Gough, alberga el 80 % de la población mundial de lobos marinos subantárticos, además de una colonia de elefantes marinos”.
“El 85 % de la población mundial de pingüinos de penacho amarillo norteños se reproduce en Tristan”
Ambas fundaciones también señalan la riqueza de nutrientes, fitoplancton, que existe bajo del mar y que permite el sustento de “once especies diferentes de cetáceos, incluidos el zifio de Shepherd y la ballena de aleta, la segunda ballena más grande del planeta”.
La zona “no-take”
A nivel internacional no todas las áreas marinas protegidas son iguales. El nivel de protección varía. En el seno de una reserva marina, suelen además establecerse varias zonas con diferentes grados de prohibición según el uso que la población local le da a los ecosistemas marinos, ya sea por razones económicas o culturales.
Los habitantes de Tristan da Cunha han decidido establecer protección para el 91% de protección
Los habitantes de Tristan da Cunha junto con el gobierno del Reino Unido, apoyados por varias organizaciones conservacionistas internacionales, han decidido establecer uno de los mayores grados de protección para el 91% de su zona económica exclusiva, esto es sobre 687 247 quilómetros cuadrados. Se trata de las llamadas zonas de “no-take”, las cuales se rigen por el principio de cerrar espacios en los océanos a las actividades más nocivas para los ecosistemas, como pueden ser las extracciones petrolíferas o la pesca industrial.
De esta manera, se establecen espacios de paz, santuarios, que permiten la regeneración de los stocks de las especies comerciales como el atún, actualmente bajo mucha presión debido a la creciente demanda internacional, y de las no comerciales, que resultan igualmente perjudicadas por las actividades marítimas.
Las aves marinas también son severamente dañadas por las pesquerías de palangre que operan en toda la región del Atlántico Sud. Según científicos como Daniel Pauly, de la Universidad de British Columbia, las grandes áreas marinas protegidas de este tipo son un instrumento necesario tanto para mitigar el impacto del cambio climático como para garantizar el futuro de la pesca a las generaciones futuras. Hacerlo además en lugares identificados por los científicos como zonas de especial interés biológico es fundamental para que el esfuerzo que le supone a un país prohibir la explotación económica de parte de sus mares sea lo más eficaz posible.
30% de los océanos protegidos para 2030
Todos los países deberían proteger cerca de la tercera parte de sus ecosistemas marinos para el 2030. Esta fue la recomendación que la comunidad científica internacional, respaldada por una resolución de la UICN en 2016, que lo propuso como solución para disminuir los efectos del cambio climático, principalmente, pero también la contaminación por plástico y la sobrepesca, entre otras amenazas que pesan sobre los océanos.
Con el santuario de Tristan, el Reino Unido crea la cuarta reserva más grande del mundo
Motivado por esta recomendación, el Reino Unido se comprometió públicamente a crear un “cinturón azul” de cuatro millones de quilómetros cuadrados en torno a sus territorios de ultramar para el 2030. Con la reciente creación del santuario de Tristan, el Reino Unido no solo se desmarca de otros países creando la cuarta reserva más grande del mundo, sino que cumple por exceso la recomendación científica. Con decisiones similares, ya tomadas para las aguas que rodean la Isla de la Ascensión, las Islas Pitcairn y las Islas de Georgia del Sur y Sándwich del Sur, la protección de sus aguas asciende hoy al 42%.
Este tipo de iniciativas están respaldadas por numerosas organizaciones internacionales quienes, junto a la comunidad científica y la ciudadanía organizada, día a día luchan para que el debate político no olvide la crisis medioambiental y la necesidad de apostar por el desarrollo sostenible.
En el caso de la reserva de Tristan da Cunha, el plan de conservación se inscribe en el proyecto Legado para los Océanos que lideran The Pew Charitable Trusts y la Fundación Bertarelli, con el que se estableció el objetivo de crear la primera generación de áreas marinas protegidas de relevancia ecológica para el mundo, con especial atención a las necesidades de las comunidades locales. A través de su labor conjunta, ambas instituciones han apoyado la salvaguarda de más de ocho millones de kilómetros cuadrados de océanos, trabajando mano a mano con filántropos, grupos indígenas, líderes comunitarios, funcionarios gubernamentales y científicos.
En palabras de Dona Bertarelli, copresidenta de la Fundación Bertarelli y asesora especial en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo: “La ambiciosa decisión del Consejo de la Isla Tristan da Cunha de proteger las aguas del archipiélago es un excelente ejemplo de liderazgo local con un impacto global que mejora la resiliencia de su comunidad, a la vez que representa una significativa contribución al objetivo científico global de proteger el 30 % de los océanos hacia el año 2030”.
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