La población del demonio de Tasmania (Sarcophilus harrisii), un marsupial carnívoro que ya sólo se encuentra en estado silvestre en esta isla situada al sur de Australia- ha mermado en las dos últimas décadas a causa, principalmente, de un contagioso cáncer facial que sólo afecta a esta especie y que se transmite por las mordeduras que se producen en las frecuentes peleas que mantienen estos agresivos animales, predominantemente carroñeros.
Científicos de varios países llevan años investigando la enfermedad para intentar frenar la sangría que ha dejado a la especie al borde de la extinción: desde que en 1996 se observaron los primeros signos del cáncer, en algunas zonas de la isla ha muerto hasta el 90% de los ejemplares, según datos del Programa para Salvar al Demonio de Tasmania.
La totalidad de los animales que contraen la dolencia fallecen en el plazo de tres meses
La caza durante siglos -los aborígenes consumían su carne-, la introducción de especies foráneas que han actuado como depredadores del demonio (también conocido como diablo) -es el caso del zorro- y los atropellos en la carretera ya habían diezmado durante el siglo pasado a la especie. Se sabe que su población se ha reducido enormemente, aunque resulta difícil censar a estos esquivos animales. El Departamento de Industrias Primarias y Agua de Tasmania estimó en 2008 su población total entre 10.000 y 100.000 ejemplares, de los que entre 20.000 y 50.000 serían individuos maduros, capaces de reproducirse.
Un estudio publicado en la revista científica estadounidense Proceedings of the National Academy of Science, revela cómo el cáncer facial del demonio de Tasmania (DFTD, por sus siglas en inglés) logra implantarse en el cuerpo del animal y progresar rápidamente.
Rápida y fatal
Los síntomas más visibles de la enfermedad son tumores en la boca y en el cuello, que a veces pueden expandirse por todo el cuerpo. A medida que éstos se desarrollan, los animales tienen dificultades para ingerir alimentos y ven disminuir las funciones de su cuerpo por falta de una nutrición suficiente. Entre tres y seis meses después de contagiarse, fallecen. El cáncer facial causa un 100% de mortalidad entre los demonios de Tasmania afectados, sin que su organismo registre ningún aparente rechazo de las células tumorales.
Hasta ahora, los expertos creían que los tumores se debían a la poca diversidad genética de la especie, una población reducida confinada en un espacio geográfico pequeño y cerrado. Se pensaba que la insuficiente carga de defensas no permitía la detección de la infección por el sistema inmunitario. Sin embargo, la alta tasa de mortalidad se produce porque, según destaca el estudio, la enfermedad tiene la capacidad de evadirlo al suprimir las moléculas que ayudan a identificar células raras.
Tal y como explica el profesor y coautor de la investigación Greg Woods, el sistema inmunitario no funciona por culpa de la naturaleza de las propias células del cáncer facial. Los investigadores han descubierto la desaparición de ciertos genes necesarios para activar un importante grupo de moléculas inmunológicas llamado Complejo Mayor de Histocompatibilidad (CMH o MHC, por su siglas en inglés) de Clase I, responsable de identificar si las moléculas son propias o extrañas y de desencadenar antígenos tumorales para eliminar las últimas. Y es por ello que pasan desapercibidas.
Los científicos creen haber dado con la clave para desarrollar una vacuna efectiva
No obstante, los genes que codifican estas moléculas aún están intactos. Así que Woods propone como solución para hacer frente al cáncer facial del demonio de Tasmania volver a "encenderlos" introduciendo "moléculas de señalización celular como el interferón gamma (IFN-gamma), una proteína que desencadena una respuesta inmune", explica el investigador.
El estudio, fruto de una colaboración internacional entre las universidades de Tasmania, Sidney, Cambridge y del Sur de Dinamarca, abre la puerta a una posible vacuna que salve a los demonios de Tasmania, sentencia Woods en un comunicado de prensa.
Población de demonios sanos
"Si bien estos resultados son importantes para entender la manera de combatir la enfermedad a nivel biológico, el reto es asegurar la supervivencia de la especie en la naturaleza", afirma el director del Programa para Salvar al Demonio de Tasmania, HoweEl Programa para Salvar al Demonio de Tasmania -una iniciativa de la que forman parte el Gobierno de Tasmania y los de los países de la Commonwealth- se puso en marcha en 2003 ante la amenaza de la expansión de la enfermedad entre los animales.
El proyecto supervisa la población del demonio de Tasmania para determinar estrategias de conservación, impulsa investigaciones científicas para desarrollar una prueba que permita un diagnóstico eficaz de la enfermedad y gestiona el impacto de la dolencia en el medio silvestre. Asimismo, se ha protegido una población de demonios cautivos y sanos de más de 500 ejemplares para que puedan ser introducidos en su hábitat natural en cualquier momento. Ellos podrían ser la última esperanza de la especie.