“Mis dueños no me pueden cuidar más. Han hecho lo que han podido, pero ya no se pueden ocupar de mí porque me he vuelto muy agresiva con extraños. Necesito estar con otros primates. Me gusta la manzana y tomar el sol”. Con esta nota y en una jaula de 1 metro por 80 centímetros, junto a un contenedor de basura en Sitges, apareció hace un par de años Emaré, una hembra de cercopiteco de nariz blanca (Cercopithecus nictitans).
Originario de las selvas lluviosas de África central, en libertad, este animal vive en las ramas altas de los árboles y se mueve en un territorio de entre 30 y 70 hectáreas. Forman grupos de 5 a 60 individuos y comen frutas, semillas, flores, hojas, huevos e invertebrados.
Además, es un mamífero tan inteligente que es capaz de comunicarse combinando sonidos que tienen un significado establecido dentro del grupo. Tienen una llamada específica para avisar a los suyos de que se acerca un depredador terrestre y otro si diferente la amenaza viene del aire, como un águila.
“Fuimos a por ella cuando nos avisó el Seprona”, cuenta a SINC Olga Bellón, responsable del área de Primates de AAP España, una organización sin ánimo de lucro europea que se especializa en ejemplares exóticos que han sido objeto del tráfico ilegal. Ahora Emaré está en el santuario que AAP tiene en Holanda, donde hay más ejemplares de su especie.
Su rehabilitación es difícil porque ha vivido toda su vida sola y encerrada en un espacio muy pequeño. Cuando llegó, tenía sobrepeso, pero le costaba comer
OLGA BELLÓN, responsable del área de Primates de AAP España
“Su rehabilitación es difícil porque ha vivido toda su vida sola y encerrada en un espacio muy pequeño. Cuando llegó, tenía sobrepeso, pero le costaba comer”, nos dice. Por lo general, todos suelen llegar con problemas derivados de haber recibido una dieta inadecuada, casi siempre, con alimentos de humanos. Esto les provoca mala salud dental, diabetes y otras enfermedades.
Emaré, una hembra de cercopiteco de nariz blanca rescatada en Sitges. / AAP
Además, Emaré mostraba un comportamiento anormal estereotipado, una clase de movimientos repetitivos relacionados con la falta de estímulos, con vivir solos y en ambientes tan pobres como unas rejas sobre un suelo de cemento. “Lo sano es que estén trepando, escarbando, relacionándose con sus iguales. Si no, su cerebro no se desarrolla correctamente”, recalca Bellón.
Lo mismo le ocurre a Meyers, un macho de macaco de Berbería (Macaca sylvanus) incautado por el Equipo de Protección de la Naturaleza (EPRONA) de la Guardia Civil en Granada el pasado 10 de julio, que se pasa las horas mirando por la ventana de la unidad de cuarentena del centro de rescate AAP Primadomus, en Villena, Alicante.
No podía subir por unos postes que tenemos para que jueguen. Tuvimos que ponerle una escalera. Le costó casi un día lograrlo y ahora le encanta estar allí arriba
OLGA BELLÓN
Llegó al refugio con atrofia muscular y tan débil que “no podía subir por unos postes que tenemos para que jueguen. Tuvimos que ponerle una escalera. Le costó casi un día lograrlo y ahora le encanta estar allí arriba”, nos cuenta Bellón. Es común que los primates rescatados tengan artrosis en las articulaciones y malformaciones en el desarrollo muscular y óseo, incluso, miembros atrofiados, porque han estado en cubículos que les han impedido realizar la función locomotriz como deberían.
Aunque el estado de Meyers es malo y “tiene mucho miedo” –una pista de que ha debido de sufrir golpes y malos tratos prolongados–, mucho peor se encuentra su compañera, Lori, que ha llegado casi moribunda al refugio, deshidratada, desnutrida y con hipotermia. “Tiene el vientre hinchado, no sabemos si tiene nascintis (retención de líquido en el abdomen). Podría tener un problema cardiaco y diabetes. Le faltan todas las piezas dentales. Tiene mal pronóstico, aunque va comiendo poco a poco mejor, va mejorando positivamente al tratamiento”, informa esta primatóloga especializada en macacos de Berbería.
Animal rescatado y trasladado al centro de recuperación. / AAP
De la selva a un zulo
Meyers y Lori, que en circunstancias normales estarían saltando de un árbol a otro en grupos de 10 a 30 individuos, se han pasado 20 años, desde bebés, encerrados en sendas jaulas de 1,5 por 1,5 metros, en el patio interior de una vivienda unifamiliar. Estaban separados por un mallazo y vivían entre sus propios excrementos y restos de comida podrida. El cerramiento estaba tan oxidado por el paso del tiempo y la falta de uso que hubo que cortarlo con una cizalla para poder abrir la puerta. “Seguramente llevaban años sin entrar a limpiar”, observa Bellón.
Lo sorprendente es que hayan podido sobrevivir. “La esperanza de vida de esta especie es de veinte años. Son muy resistentes, muy resilientes. Son como rocas”, nos explica. Pasarán, al menos, el final de sus días con un mínimo de dignidad en un centro de rescate.
Ya no los podemos soltar porque no tienen habilidades sociales. No han aprendido a desenvolverse en su estado natural
OLGA BELLÓN
Eso sí, ya nunca podrán disfrutar de la libertad a la que tenían derecho. Además de las enfermedades crónicas que pueden padecer, “ya no los podemos soltar porque no tienen habilidades sociales. No han aprendido a desenvolverse en su estado natural. Liberarlos en la naturaleza sería condenarlos a una muerte segura”, añade.
Momento de la incautación de los dos macacos Lori y Meyers en Granada por la Guardia Civil. / Ministerio del Interior
En ningún caso es legal
Por si quedara alguna duda, con la nueva Ley 7/2023 de Protección de los Derechos y el Bienestar de los Animales tener cualquier primate como mascota está prohibido, venga de donde venga. Antes de eso, el apéndice I de CITES lo prohibía solo cuando eran individuos capturados en estado salvaje. “Aunque, a veces, era difícil verificar el origen de un animal”, explica a SINC Marta Merchán, responsable de Políticas Públicas de AAP en España.
Aun así, a pesar de que es ilegal tenerlos, criarlos y venderlos, todavía hay más gente de la cuenta que lo hace. Con una simple búsqueda en Google, aparecen varios resultados para macacos, monos capuchinos, titís... Pero no es sencillo pillarlos.
“Los tratos de compraventa se cierran, sobre todo, a partir de canales cerrados de redes sociales donde no es fácil entrar o en páginas online de segunda mano que están alojadas en países no cooperadores”, dice a SINC un portavoz del equipo de tráfico de especies del Seprona.
Los tratos de compraventa se cierran, sobre todo, a partir de canales cerrados de redes sociales donde no es fácil entrar o en páginas online de segunda mano
PORTAVOZ del Seprona
Las incautaciones realizadas por la Guardia Civil en España han ido disminuyendo en la última década. De 32 en 2008, hemos pasado a 2 en 2024. Son cifras que no incluyen los ejemplares abandonados y los que se entregan voluntariamente. “Lo más habitual es encontrarte con especies pequeñas y manejables para tener en casa, como titís de oreja blanca (Callithrix geoffroyi) o negra (Callithrix kuhlii), tamarindos (Callimico goeldii), titís pincel (Callithrix penicillata), macacos de Berbería...
El hecho de que sean primates, los más cercanos a la especie humana, tiene una penalización social. Cada vez se repudia más al que los tiene. Hay una conciencia social más alta, en comparación con los reptiles exóticos prohibidos, por ejemplo”, señala el portavoz del Seprona.
No hay traficantes que los importen en grandes cantidades de fuera del país. Más bien, son personas que se van a Marruecos y vuelven con una cría de macaco en una maleta
En cuanto a su comercio ilegal, “en España no hay criaderos en redes organizadas, sino gente que igual tiene una pareja y, si tiene una cría, la vende como algo puntual. No es fácil dedicarse a la cría a escala comercial porque necesitan un lugar que no esté a la vista, que nadie oiga los ruidos, un veterinario que no lo denuncie”, nos dice.
“Tampoco hay traficantes que los importen en grandes cantidades de fuera del país. No hay una demanda tan alta como para eso. Más bien, son personas que se van a Marruecos y vuelven con una cría de macaco en una maleta o en un caja de galletas”, apuntan desde el Seprona.
Macaco de Berbería usado como reclamo turístico. / Laura G. De Rivera
Nunca van a ser “como de la familia”
¿Cuál es el perfil de comprador? Marta Merchán lo tiene claro: “Quien adquiere un animal exótico como mascota es una persona que no se ha informado y que se hace una idea equivocada de lo que es tener ese animal. Se imaginan una relación totalmente idealizada, como la que podrías tener con un perro”.
En general, es gente que tiene buena intención. “Los crían con biberón, les ponen pañal... pero esos animales lo que necesitan es estar con su madre y su grupo social para aprender las herramientas básicas para vivir y desarrollarse plenamente. Cuando van creciendo, se va volviendo cada vez más difícil tenerlos en casa. Requieren mucho esfuerzo, tiempo o dinero y, aun así, nunca les vas a poder dar la libertad que necesitan”.
Esos animales lo que necesitan es estar con su madre y su grupo social para aprender las herramientas básicas para vivir y desarrollarse plenamente
A veces, incluso, se vuelven agresivos y atacan a sus tenedores. “Cuando alcanzan la madurez sexual, empiezan los problemas. Si establecen un vínculo con un miembro de la familia, pueden atacar a las demás personas, sobre todo, a los niños. Para ellos es natural. Quieren mantener su puesto en la jerarquía”, comenta Bellón. Por eso, mucha gente acaba abandonándolos, como le pasó a Emare, o dejándolos encerrados en un zulo, como Lori y Meyers.
Luego está el problema de las estafas. “Mucha gente compra animales engañados, creyendo que tienen los papeles en regla”, nos comenta Merchán. Sin embargo, tengan los documentos que tengan, en ningún caso es legal tener hoy un primate como animal de compañía.
¿Por qué? “Un suricata, un mapache, un quincayú, cualquier primate, en cautividad, nunca van a ver satisfechas sus necesidades básicas de espacio, entorno natural, alimentación y relación con sus iguales. Un animal de una especie no domesticada solo necesita del humano que lo dejemos en paz. No tienen ninguna necesidad de tener un vínculo con nosotros”, recalca Merchán.
No es real esta idea de que, si lo crías desde pequeñito va a ser como parte de la familia
MARTA MERCHÁN, responsable de Políticas Públicas de AAP
Aquí está, precisamente, una de las claves para desmitificar su imagen como mascotas. “No es real esta idea de que, si lo crías desde pequeñito va a ser como parte de la familia”, advierte. Y es que, para que una especie deje de ser salvaje y pueda ser considerada doméstica, no es suficiente una vida en cautividad, ni siquiera varias generaciones en cautividad. “Son necesarios miles de años y mutaciones genéticas que dan lugar a una especie nueva”, como pasó con los perros o los gatos.
Toti, chimpancé rescatado en el Centro de Rescate de Primates Rainfer. / Rainfer.org
Un problema para todos
Pero no es solo su bienestar lo que se ve comprometido. También la seguridad de las personas. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que un macho adulto de chimpancé tiene la fuerza de tres hombres solo en un brazo.
Por otra parte, pueden ser vehículos de enfermedades contagiosas, algunas graves. Son comunes los parásitos patógenos internos (nemátodos, hongos, protozoos) e infecciones virales, indica Bellón. “En una ocasión tuvimos el caso de un macaco que tenía HTLV, un virus que puede provocar la leucemia”, recuerda.
En una ocasión tuvimos el caso de un macaco que tenía HTLV, un virus que puede provocar la leucemia
OLGA BELLÓN
Además, algunas especies exóticas suponen un riesgo para el medio ambiente cuando sus dueños las abandonan o cuando se escapan y se convierten en invasoras. Es lo que sucedió con los mapaches que más allá de su aspecto de peluche, son “unos mamíferos muy inteligentes, muy activos y muy agresivos cuando están estresados. Hace unos años, se pusieron de moda, pero cuando sus dueños empezaron a ver que les mordían, empezaron a soltarlos en el campo”, apunta Merchán.
Lo mismo ocurre con los suricatas, “que se pusieron de moda con el Rey León y no paran de cavar, por la noche hacen ruidos y vocalizaciones y son muy olorosos”, añade. Desde 2023, están incluidos en el catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras.
Sin embargo, es raro que un primate no humano vaya a convertirse en especie invasora, ya que no puede sobrevivir en libertad si no ha sido criado con su familia, que es quien le enseña todo lo que debe aprender.
Comercio con monos en extinción
Por eso, por la caza y el tráfico ilegal y por la pérdida de hábitat, un 57 % de las especies de primates están clasificadas en la Lista Roja de la UICN. Algunas como “casi amenazadas”, como es el caso de Emare. Esto significa que no se encuentra actualmente en peligro de extinción, pero podría estarlo pronto si no se controla su comercio.
Es lo que ya ha pasado con los macacos de Berbería, como Lori y Meyers. Son la única especie de macaco que no vive en Asia, originarios del Atlas, en el norte de África. En los últimos veinte años, han convertido en habituales en los refugios de España para animales exóticos víctimas del tráfico.
En Marruecos, hay cacerías organizadas para hacerse con ellos. Se pueden vender por 2000 o 4000 euros
“Su población en libertad ha disminuido por la caza furtiva y el comercio ilegal para su uso en entretenimiento –circos, industria publicitaria, reclamo turístico–. En Marruecos, hay cacerías organizadas para hacerse con ellos. Se pueden vender por 2000 o 4000 euros”, denuncia Bellón. Para hacernos una idea, en la década de 1970 había unos 20.000 individuos en libertad en Marruecos y Argelia. Ahora no hay más de 5.000.
También los chimpancés están “en peligro de extinción”. Con una diferencia: “como los macacos son más pequeños, los cazadores no tienen que matar a sus madres para robarles las crías. Las persiguen con perros, con palos, y se las quitan. Sin embargo, cuando quieren llevarse una cría de chimpancé o gorila, tienen que matar primero a toda la familia porque, si no, sería peligroso intentarlo”.
Una de ellas fue Lulú, que llegó al Centro de Rescate de Primates Rainfer a finales de 2023 desde un zoo, donde su vida estaba en riesgo por los ataques de un macho dominante recién llegado. Como nos cuenta Marta Bustelo, directora de este “lugar de descanso para todos aquellos primates que han sido forzados a vivir una vida que no deberían”, la chimpancé Lulú fue incautada en 1991 en las calles de Guadalajara cuando era una cría de un año –los chimpancés viven hasta 60 años– y era usada como reclamo fotográfico para turistas.
La chimpancé Lulú fue incautada en 1991 en las calles de Guadalajara cuando era una cría de un año y era usada como reclamo fotográfico para turistas.
Llegó llena de heridas y cicatrices, igual que otro chimpancé, el más veterano de Primadomus, Achille, que provenía de un circo en Alemania. “Le partieron los colmillos. Se los intentaron arrancar, pero las raíces se quedaron dentro”, nos dice Bellón. Además, Achille sufría adicciones porque le habían hecho trabajar en un espectáculo donde montaba en bici, fumaba y bebía alcohol ante el público.
Lulú incautada en 1991 en las calles de Guadalajara. / Rainfer.org
Lo más difícil de curar, las heridas psicológicas
Pero lo peor para Bustelo son las cicatrices que no se ven a simple vista. “Son animales que a nivel psicológico sufren mucho en cautividad. Les genera muchos traumas. Hemos recibido casos muy similares a los humanos, con depresiones, miedos irracionales y fobias debidas a un aprendizaje incorrecto, por no crecer con los suyos. Por muy bien que queramos cuidarlos, seguimos siendo sus captores. Son conscientes de que les estamos privando de su libertad”, nos explica Bustelo, que lleva 30 años trabajando con primates no humanos.
Además, su buena memoria juega en su contra. Un estudio publicado el mes pasado en la revista PNAS demostró que los chimpancés son capaces de recordar el rostro de alguien hasta 25 años después de verlo por última vez, a Bustelo no le sorprendió. Hace años, había sido testigo de la reacción de Lili, una chimpancé que provenía del mundo de la publicidad.
Los procesos de rehabilitación pueden durar desde un par de años hasta nueve o diez, para llegar a unos mínimos
"Llevaba doce años en Rainfer. Estaba perfectamente adaptada y su comportamiento era ejemplar. Hasta que un día, durante una de las visitas guiadas abiertas al público, empezó a ponerse muy nerviosa y no entendíamos qué le pasaba. Luego, uno de los visitantes se acercó a nosotros y nos contó que la conocía. Esa persona era amiga de su antiguo dueño, que pegaba a Lili cuando era bebé”, nos comparte Bustelo.
Lo malo es que un mono no puede ir al psicólogo como las personas. “No sabemos lo que han vivido. Nos hemos encontrado con ejemplares que vienen del mismo circo, pero han generado distintas patologías. Unos se vuelven más agresivos, otros más cerrados. Presentan reacciones distintas a los mismos traumas”. Para ayudarles, lo único que cuidadoras como Bustelo pueden ofrecerles son grandes dosis de paciencia. “Los procesos de rehabilitación pueden durar desde un par de años hasta nueve o diez, para llegar a unos mínimos”.