Cuando, el 25 de octubre de 1616, el explorador holandés Dirk Hartog pisó la isla más grande del extremo occidental del continente australiano, que sería bautizada con su nombre, no imaginaba en lo que se convertiría aquel paisaje 400 años después. Poco o nada queda de lo que se encontraron aquellos colonos europeos. Pero pronto podría volver a ser la misma si el proyecto Volver a 1616, que tiene como objetivo retornar a la isla la vegetación y la fauna original, tiene éxito.
Dirk Hartog, de casi 80 kilómetros de longitud y 62.000 hectáreas de superficie, está situada en la costa de la bahía Shark (Tiburón), declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1991. Desde 1860 hasta 2009, la isla sufrió el impacto del pastoreo, la pesca y la extracción de perlas. Durante ese periodo, las ovejas y las cabras –introducidas por los fareros– modificaron la vegetación y redujeron las áreas de refugio y alimentación de la fauna nativa. Además, la llegada de los gatos domésticos asilvestrados sumó más presiones sobre ella.
El territorio ha sufrido el impacto del pastoreo, la pesca y la extracción de perlas
En 2009, el Departamento de Parques y Vida Silvestre (DPaW) adquirió la isla y la convirtió en un parque nacional para intentar recuperar su estado natural con el proyecto Volver a 1616, que se centra en la eliminación de las plantas y los animales no autóctonos, la reintroducción de la fauna y la flora extintas y la aplicación de medidas prácticas para proteger el ecosistema. El objetivo es conseguirlo en un plazo de entre 10 y 20 años.
El primer paso es, por tanto, acabar con las llamadas plagas, puesto que como tales consideran los científicos australianos a ovejas, cabras y gatos asilvestrados. Y en ello están. Cerca de 4.000 ovejas y 750 cabras fueron sacadas de la zona en barcazas y unas 10.000 cabras y 5.000 ovejas fueron sacrificadas. Así, en 2013 se consiguió acabar con las ovejas, pero las cabras resistieron.
El número de cabras salvajes se controla mediante la llamada técnica de Judas, por la cual cabras hembras, que viven con otras hembras y atraen a los machos, que suelen ser más solitarios, indican involuntariamente el paradero del resto de la manada mediante collares de localización. Conociendo donde se encuentran, el DPaW lleva a cabo matanzas selectivas tres veces al año. Según el investigador del proyecto Keith Morris, sólo quedan unas 14 cabras y están al oeste de la isla, todas ellas con collar. “Vamos a seguir con el programa hasta que las cabras Judas sean las únicas que queden y entonces será relativamente fácil deshacerse de ellas”, revela.
Pero las cabras no son las únicas que resisten. Los gatos también plantan cara. Los felinos son erradicados mediante una combinación de cebos y trampas. El pasado año emplearon el cebo Eradicat: una pequeña salchicha hecha de carne de canguro y pollo que contiene el compuesto 1080 (sodium fluoroacetate), un veneno letal que también se encuentra en la naturaleza, en algunas plantas de la zona, y al que los animales autóctonos tienen cierta tolerancia.
Un destino para turistas
La de los gatos domésticos asilvestrados es una batalla que se libra en toda la isla-continente. El gobierno australiano tiene previsto acabar con la vida de dos millones de estos animales, introducidos por los colonizadores, porque se han convertido en una amenaza para la fauna salvaje australiana. Se estima que hay unos 20 millones de ejemplares, que se comen cada uno entre tres y 20 animales autóctonos al día, según la Comisión de Especies Amenazadas.
Una vez Dirk Hartog quede libre de estas tres especies, una meta que los científicos esperan conseguir este año coincidiendo con el 400 aniversario de la llegada del navegante holandés, llegará el momento de los animales nativos. “Necesitaremos dos años para confirmar que no queda ninguno y, si es así, en 2018 empezaremos a reintroducir las especies originarias”, afirma Morris.
Reintroducirán a 10 especies que no sobrevivieron a los cambios ecológicos
Volverán a Dirk Hartog 10 especies que no sobrevivieron a los cambios ecológicos: el tejón marsupial rayado (Perameles bougainville), el chudchit (Dasyurus geoffroii), el mulgara (Dasycercus cristicauda), el dibbler (Parantechinus apicalis), la rata arquitecto (Leporillus conditor), el betong de Lesueur (Bettongia lesueur), el Chaetodipus penicillatus, el Pseudomys fieldi, el Pseudomys shortridgei y el Bettongia penicillata. También se reintroducirán dos especies de ualabíes con fines de conservación. Con el retorno de estos animales, los científicos esperan también recuperar la diversidad vegetal de la isla, a lo que contribuirá la erradicación de las plantas invasoras.
Australia lleva años luchando por la conservación de su fauna y flora. Unas 1.800 especies que no se pueden encontrar en ninguna otra parte del planeta están en peligro de extinción por la destrucción y fragmentación de su hábitat y por la actividad de las especies invasoras, o la sobrepoblación en algunos lugares de algunas de las autóctonas, a las que se aplican programas de sacrificios masivos salvo en el caso del koala, debido en este caso al rechazo de la opinión pública.
El ser humano ha ido modificando Dirk Hartog de una forma u otra durante siglos. Y ahora la vuelve a transformar pretendiendo devolverle aquello que le quitó. Habrá que esperar décadas para ver si lo logra, pero lo que sí parece estar consiguiendo Volver a 1616 es hacer de Dirk Hartog un destino popular para los turistas. “Esperamos que se convierta en un lugar donde la gente pueda ver una gran variedad de animales autóctonos que no pueden ver en ningún otro sitio”, anhela Morris.
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