La Navidad no es una época feliz para el medio ambiente. El momento en que el consumismo alcanza las mayores cotas del año deja una estela de severos impactos para un planeta castigado que ya no se puede permitir más excesos humanos. El gasto energético se dispara, al igual que la generación de residuos y el desperdicio alimentario, decenas de miles de árboles y plantas decorativas se secan en los comedores de las casas y se realizan millones de desplazamientos. Todo ello agrava los numerosos problemas ecológicos de la Tierra, y muy especialmente el cambio climático.
Los españoles son los europeos que más gastan en Navidad, de acuerdo con el Estudio de Consumo Navideño 2017 de la consultora Deloitte. España ha superado por primera vez al Reino Unido en la cabeza de la clasificación. El gasto medio por hogar será de 633 euros, una cifra un 3,3% superior a la del año pasado. Lógicamente, tanto consumo también le pasa una factura a la Tierra. Además, el 25% del presupuesto de compras se va ya a las adquisiciones online, lo que supone un incremento de un 10% respecto al año pasado y multiplica las emisiones provocadas por las grandes flotas de vehículos encargadas del reparto a domicilio.
Los españoles son los europeos que más gastan, 633 euros de media por hogar
Aunque de un tiempo a esta parte son cada vez menos ostentosas y emplean tecnologías como el LED que ahorran hasta un 40% del consumo, las vistosas iluminaciones navideñas en calles y escaparates, destinadas a incentivar las compras, y también en fachadas y en los mismos hogares, incrementan el gasto de electricidad durante el periodo cada vez más largo que dura la campaña comercial de los festejos, que ya supera el mes como consecuencia de la incorporación a los hábitos de consumo de muchos países, incluido el nuestro, del Black Friday estadounidense.
Científicos del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo (Suecia) calcularon hace una década que tan solo durante los tres días más señalados de la navidad en el mundo rico se pueden llegar a emitir hasta 650 kilos de CO2 por persona. Superada la crisis económica a nivel global, estas cifras no pueden sino empeorar, y mucho. En 2014, un científico de la NASA señaló que la iluminación de las ciudades es mucho más visible desde el espacio en periodos festivos como la Navidad en países cristianos o el Ramadán en los musulmanes. En Estados Unidos es entre un 20% y un 50% más brillante en Navidad que el resto del año.
En España, el gasto eléctrico por hogar aumenta en estas fechas en un 28% de media, según datos de Red Eléctrica de España (REE) recogidos en un estudio del año pasado de la Asociación Nacional de Ahorro y Eficiencia Energética (ANAE). Otro estudio de la comercializadora Podo también de 2016 estimaba que el consumo de luz medio diario de una vivienda puede alcanzar los 9,43 kilovatios hora. Los adornos navideños aceleran el contador solamente un 3% pero las familias pasan mucho más tiempo en casa y los electrodomésticos no paran. Según Podo, eso encarece la factura global de los hogares hispanos en unos 150 millones de euros. Algo parecido pasa con la calefacción, que puede llegar a suponer hasta el 46% del gasto energético de una vivienda.
La quinta parte del vidrio anual
Según Ecologistas en Acción, el despilfarro de alimentos en Navidad puede aproximarse al 40%. Las mesas se llenan de viandas de forma tan generosa que los estómagos atiborrados no dan abasto. Además, es costumbre consumir grandes cantidades de carne, uno de los mayores causantes del cambio climático, y de pescado, que está siendo ya esquilmado en los mares de todo el mundo. En las fiestas españolas no suelen faltar los langostinos, cuya cría en plantas de acuicultura en países tropicales está devastando los manglares, mientras la pesca de ejemplares salvajes está agotando los océanos.
Banquetes y regalos se convierten en montañas de residuos. Se estima que la producción media diaria por individuo pasa en estas fechas de 1,4 a 2 kilos, y nuestros niveles de reciclaje están a la cola de Europa, estancados en conjunto desde hace años en el 30%, y son especialmente bajos en lo que se refiere a artículos electrónicos, que tienen estos días su punta anual de ventas.
De la parte que por lo menos se lleva a reciclar, entre diciembre y enero los contenedores de vidrio recogen casi un 20% del total anual. En diciembre, cuando se concentran las grandes celebraciones de Nochebuena, Navidad y Fin de Año, aumenta de media en un 1,4% el volumen depositado en los contenedores amarillos –envases de alimentos en su mayor parte– mientras que en enero de 2015 los contenedores azules llegaron a acumular un 6,1% más de papel y cartón que el mes siguiente, generados por los envoltorios de los regalos de Reyes, según datos de los gestores Ecoembes y Ecovidrio.
Una parte de esos residuos son los desdichados árboles de Navidad que en su inmensa mayoría mueren lentamente de calor en los comedores o días después se secan abandonados en las esquinas. El Ayuntamiento de Barcelona recogió en 2015 en puntos habilitados al efecto 11.358 árboles, un 21% más que el año anterior, que trituró para hacer compost, mientras en Madrid ese año sólo se depositaron en lugares adecuados 149 ejemplares que se intentaron replantar en parques.
Los productores nacionales vendían un millón de abetos antes de la crisis
Aunque afortunadamente ya se trata de plantas de cultivo, y en su mayor parte de producción nacional, se trata de otro impacto ambiental grave y evitable. Las montañas catalanas del Montseny y Les Guilleries son el origen del 90% de los árboles navideños que se venden en el conjunto de España, según Cultivadors d’Arbres de Nadal Associats de Catalunya (CANAC), entidad que agrupa a una treintena de productores que antes de la crisis llegaron a vender un millón de abetos al año, muchos de ellos exportados.
Otro ejemplo similar es el de las llamadas flores de pascua, las ponsetias, plantas de origen mexicano de nula relación con Europa o el invierno cuyo uso decorativo en estas fechas se ha puesto de moda de un tiempo a esta parte. Con una producción nacional estimada entre los 7 y los 7,5 millones de plantas, a las que se sumaron casi medio millón procedentes de viveros holandeses, las ventas rondaron en las navidades pasadas los 8 millones de unidades, un 10% más que el año anterior. Muy pocas de ellas siguen vivas en estos momentos. Y hay más seres vivientes víctimas del consumismo de estas fechas: buena parte de los 137.000 perros y gatos abandonados cada año en España –lo que constituye un serio delito– llegaron a un hogar como entrañables regalos navideños.
Finalmente, esta época del año concentra millones de desplazamientos de personas que vuelven a reunirse con sus familias pero también cada vez más viajes de ocio, causantes de toda una oleada de emisiones de gases de efecto invernadero. La Dirección General de Tráfico estimó el año pasado en 16.675.000 desplazamientos, tres millones más que en 2015, los realizados en en coche por los españoles entre el 23 de diciembre y el 8 de enero. Por su parte, las reservas de las agencias de viajes han aumentado este año un 35% respecto a las del año pasado. Los destinos más solicitados son el Caribe, Nueva York, los mercadillos navideños de toda Europa y estaciones de esquí.
Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, con la actual pauta de consumo y el probable aumento de la población mundial a más de 9.000 millones de personas antes de final de siglo, nos harían falta tres planetas para mantener los actuales estándares de vida y consumo de los países ricos. Seguir disponiendo al menos de uno donde vivir debería ser nuestro principal motivo de celebración. Unas cuantas recomendaciones pueden ayudar a conseguir que unos días de asueto no contribuyan a dejarnos sin él.
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