A los habitantes de Mérida, la capital de Extremadura, no les ha quedado más remedio que acostumbrarse a contemplar el cauce del Guadiana cubierto de tupidas manchas verdes. En las orillas del río flotan, desde hace casi una década, frondosas colonias de jacinto de agua o camalote (Eichhornia crassipes). La planta, de grandes hojas y vistosas flores y tradicionalmente usada como ornamento en acuarios, ha invadido un tramo de 80 kilómetros del río y su presencia amenaza con alterar el equilibrio del ecosistema fluvial e infiltrarse en los canales de riego.
Desde que se detectó por primera vez, en 2004, se han extraído 335.000 toneladas de esta vegetación acuática y se han invertido 23 millones de euros de fondos del Estado para frenar su agresivo avance, según informa la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG).
"La erradicación, ahora mismo, es técnicamente inviable", asegura Nicolás Cifuentes, ingeniero de la CHG y encargado de la lucha contra el camalote. "Cuando suben las temperaturas, su crecimiento es exponencial y eso no hay quien lo pare, digan lo que digan. De todas formas y, a pesar de las críticas, hemos conseguido frenarla y nuestro objetivo es conseguir su control", añade por teléfono a EcoAvant.com.
En diciembre de 2011, el jacinto de agua entró a formar parte del Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras y se prohibió su comercialización –aunque hoy sigue vendiéndose en algunas pajarerías y continúan retirándose ejemplares de centros comerciales–.
Dos leyes en dos años
Ese año, el anterior ejecutivo socialista elaboró la primera lista negra de plantas y animales –desde algas y hongos hasta vertebrados superiores– que agreden y desplazan a las especies autóctonas colonizando su espacio. Ante los cuantiosos daños en la producción agrícola, ganadera y forestal que pueden causar estas okupas del medio natural, la normativa establecía medidas para prevenir su introducción y aumentar su control y posible erradicación. Además unificaba la lucha contra las intrusas, competencia hasta entonces de las comunidades autónomas.
Sin embargo, apenas un año y medio después de que aquel texto entrara en vigor, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente que dirige Miguel Arias Cañete ha anunciado una polémica reforma que las principales organizaciones ecologistas han calificado como "un notable retroceso que causará perjuicios irreparables".
El borrador del nuevo Real Decreto suprime el Anexo de Especies Exóticas con Potencial Invasor, que prohibía la introducción de 265 taxones (especies, subespecies o géneros) en todo el territorio estatal. De ellos, sólo 42 se han incorporado al catálogo. Para el resto, el Gobierno permitirá, según los casos, acciones que van desde las sueltas controladas al aprovechamiento con fines comerciales. Además, dejará abierta una puerta para que cada administración autonómica defina el riesgo de cada especie potencialmente invasora, sin necesidad de consultar al Comité Científico y seguir sus recomendaciones.
Se han sacado 335.000 toneladas de jacinto del Guadiana, con un coste de 23 millones de euros
"Lo que más nos preocupa es el descenso en el número de especies sobre las que la administración debe mantener un especial control o incluso plantear su erradicación del medio natural. Son más de 200 las que quedan al margen de la normativa, y eso eleva la desprotección y el riesgo para una gran cantidad de especies autóctonas", afirma Miguel Ángel Hernández, miembro del Área de Conservación de Ecologistas en Acción (EA).
"Creemos que el Ministerio no es consciente de la gravedad del problema al que nos enfrentamos y de la necesidad que hay de poner coto a la presencia de especies invasoras en nuestro territorio", añade Hernández, para quien se trata de un reto "global y muy serio". En su opinión, constituye una de las grandes amenazas contra el patrimonio natural y por eso está en la primera línea de acción de la mayoría de las instituciones mundiales en materia de conservación.
Entre las especies "amnistiadas" por el gobierno se encuentran la trucha arco iris, el visón americano, el cangrejo rojo, las almejas asiáticas o las iguanas. También el arruí (Ammotragus lervia), considerada invasora en todo el territorio peninsular excepto en Murcia. Introducida en Sierra Espuña hace 40 años con fines cinegéticos, la cabra salvaje del Atlas continuará siendo trofeo de caza, a pesar de que su presencia está provocando no pocas tensiones con los agricultores de la comunidad murciana por los daños que está causando en los cultivos.
Presiones económicas
Plantas como la Acacia retinoides, la Acacia cyanophylla y la Lantana camara, reconocidas en las listas internacionales como especies invasoras, también han quedado fuera del borrador. "El Ministerio ha ido cediendo poco a poco a las presiones de los sectores que se consideran afectados por la normativa, entre ellos las entidades que se dedican a la pesca y la caza intensiva, la peletería, la acuicultura o la venta de animales exóticos de compañía", asegura el portavoz de EA.
"Está claro que el decreto ha sufrido un filtro político", concluye Hernández. "Se han tomado decisiones al margen del conocimiento científico y de lo que demanda una acción decidida en contra de estas especies que provocan unos daños no sólo ambientales, sino también económicos".
"Se están dedicando muchos esfuerzos y mucho dinero a un problema que no debería existir", señala Jesús Valiente desde Mérida, refiriéndose a la plaga del jacinto de agua. Para el Director de Campañas de Adenex (Asociación para la defensa de la naturaleza y los recursos de Extremadura), "se tenía que haber actuado a las primeras señales de aparición del camalote y no se hizo. Se sabe que ha causado problemas muy serios en otras partes del mundo. Sin embargo, cuando alzamos la voz, se nos tachó de alarmistas".
Un solo ejemplar
Procedente del Amazonas brasileño, el jacinto de agua apareció por primera vez en 2004 en el Ortigas, un afluente del Guadiana. Su llegada fue "accidental". "Estamos casi seguros de que alguien tenía uno en su estanque y acabó tirándolo, sin mala fe", señala el técnico de la CHG Nicolás Cifuentes.
Aquel solitario ejemplar entró en el Guadiana y la especie comenzó a propagarse de forma imparable. "Todo lo que tenemos hoy procede de aquella primera planta. Su capacidad de reproducción, ya sea por semillas o de forma vegetativa, por estolones (vástagos con capacidad de echar raíces), es espectacular", continúa Cifuentes. "En un mes, una planta puede generar otras setenta. Al flotar, se diseminan gracias a las corrientes y pueden invadir rápidamente kilómetros y kilómetros de cauce. No sólo viajan corriente abajo sino que, cuando hay viento, las hojas actúan como velas y las propulsan hacia arriba".
El afán colonizador del camalote se combate con barreras flotantes distribuidas a lo largo del río, ubicadas en el tramo que va desde Villanueva de la Serena a Mérida. Las plataformas empujan los jacintos hacia la orilla, de donde son extraídos de forma manual. En los lugares más inaccesibles se utilizan embarcaciones y, cuando se produce una explosión virulenta, se recurre a maquinaria pesada.
Las 265 especies que prohibía el anterior decreto se reducen en el nuevo a tan sólo 42
Entre 2004 y 2006 se retiraron del Guadiana 183.000 toneladas de la planta y más de medio millar de personas se emplearon a fondo para hacer frente a la invasión. En 2010, la cifra se había conseguido reducir a 5,54 toneladas. En 2011 subió a 40.000 y en 2012 se han superado las 51.000. Hoy, alrededor de 40 personas se ocupan de vigilar y controlar al camalote.
"Éste es un tema de clima y de falta de medios", resume Cifuentes. "La capacidad de crecimiento del jacinto de agua es mucho mayor que nuestra capacidad de actuar. Además, la transformación que ha sufrido el río en los últimos 50 años también le beneficia: hablamos de un tramo muy soleado, con poca vegetación de ribera –y, por tanto, pocas sombras– y cuyas aguas reciben muchos nutrientes de las huertas cercanas. ¿Puede pasar algo gordo al llegar el verano? Puede que sí y puede que no", añade el técnico de la CHG.
Fuera de control, la planta podría llegar a cubrir toda la superficie del cauce. Si esto sucediera y la luz no pudiera llegar al agua, toda la cadena trófica sufriría las consecuencias. Además de ser una molestia constante para pescadores y piragüistas, el camalote genera grandes cantidades de materia orgánica cuya descomposición afecta a la calidad de las aguas.
Pero, sin duda, el mayor peligro es que se infiltre en las redes de distribución del agua para regadío. "En ese caso, los daños económicos serían incalculables. De momento, se han modificado las rejas de entrada a los canales para impedir el paso del camalote. Estamos un poco obsesionados con que eso no llegue a ocurrir", reconoce Cifuentes.