María lleva tres años con su novio. Al principio vivía en una relación perfecta, estaba convencida de que él era su príncipe azul. Pero poco a poco fue detectando comportamientos que no le gustaban: le controlaba el móvil, la llamaba a menudo para ver dónde se encontraba, le impedía ver o hablar con sus amigas…
Dentro de su grupo de chicas estos comportamientos eran vistos como normales y pensaban que María y su novio eran la pareja perfecta. Pero, poco a poco, estos gestos fueron empeorando, aparecieron gritos, amenazas e insultos, hasta que María decidió dejar la relación y se dio cuenta de que estaba siendo víctima de violencia.
La violencia en las relaciones de pareja se suele iniciar en la adolescencia. Hablamos de violencia en el noviazgo para referirnos a cualquier comportamiento abusivo, coercitivo o violento que ocurre dentro de una relación de pareja en la que ambos miembros están involucrados en una relación romántica o sexual, con una intensidad y duración variable.
Muchas veces se inicia de forma sutil y es muy difícil detectar su aparición. Esta violencia puede afectar a todo tipo de personas jóvenes que mantengan una relación íntima con otra persona, independientemente de su sexo, género, orientación sexual, origen o nivel socioeconómico.
Cuando hablamos de violencia no solo nos referimos a algo tan evidente como un golpe. Existen distintos tipos de violencia:
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Física: cualquier conducta que genera algún daño físico y afecte a la integridad de la persona (golpes, bofetadas, heridas…).
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Sexual: cualquier intento de que la persona participe en actos sexuales no consensuados (besos forzados, tocamientos, violaciones…).
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Verbal: uso de palabras para amenazar, culpar, minimizar actos violentos, insultar…
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Social: actos sociales que atentan contra la integridad física, psíquica o relacional de una persona, siendo la forma más común el aislamiento.
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Psicológica: acciones que generan daño psicológico. Por ejemplo. generar miedo, intimidar, aislar, culpar sin medida, humillar, amenazar con dejar de amar…
Otro elemento que puede estar presente en las relaciones de este tipo es el acoso, entendido como un patrón de atención y contacto repetido e indeseado por parte de una pareja (actual o anterior) que causa miedo o preocupación por la seguridad de una víctima individual o alguien cercano a la víctima.
Además, es importante señalar que cada vez es más frecuente que estos comportamientos ocurran a través de redes sociales e internet. La violencia en citas electrónicas implica acciones de control, acoso, abuso, coerción, amenazas, y/o humillaciones de una pareja a través de dispositivos digitales.
¿Cuáles son las consecuencias?
La incidencia de violencia en el noviazgo varía según el tipo de violencia (física, sexual o psicológica) y el país estudiado, variando entre el 27,7 % y el 70,7 % de la población joven. En concreto en España, según un estudio llevado a cabo en universitarios, la incidencia de violencia es del 53,2 % de la población, unas cifras que son preocupantes. De hecho, a menudo es un fenómeno invisible: es muy frecuente que las personas que la sufren no revelen y para los demás es difícil de percibir. Se estima que [una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja] al menos una vez en su vida. Estas pueden ser algunas de sus consecuencias:
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Psicológicas: problemas emocionales (ansiedad, depresión, trastornos de estrés postraumático…), baja autoestima, sumisión, dependencia, ideas suicidas debido a humillaciones, desvalorizaciones, insultos, amenazas, manipulaciones, culpabilización, aislamiento social y pérdida de la toma de decisiones.
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Sociales: aislamiento social, absentismo laboral o escolar, pérdida de amistades y de apoyo social.
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Físicas: lesiones, traumatismos, heridas, relaciones sexuales forzadas, enfermedades de transmisión sexual, embarazos de riesgo y abortos y muerte.
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Otros: insomnio, abuso de alcohol y drogas, consecuencias en el futuro de las víctimas…
¿Qué causa violencia en el noviazgo?
No existe un único motivo que cause la aparición de violencia en el noviazgo, aunque se sabe que hay una gran relación entre haber sufrido o sufrir violencia y ejercerla. Su aparición está causada tanto por variables personales como interpersonales, entre ellas la falta de apoyo familiar, culpabilizar a las víctimas, aceptación y tolerancia social y familiar hacia relaciones abusivas, transmisión intergeneracional de la violencia y mala gestión de emociones.
Los comportamientos que se desarrollan durante la primera relación amorosa están vinculados a las normas sociales que se aprenden durante los primeros años de desarrollo. En muchos casos, este conocimiento se obtiene de los mensajes en los medios de comunicación y de la observación de los comportamientos de relación en el núcleo socio-familiar, muchas veces marcado por la presencia de violencia simbólica (estereotipos, mensajes, valores o signos que refuerzan y reproducen relaciones basadas en el dominio y la sumisión y favorecen el hecho de que se repitan relaciones basadas en la desigualdad y el machismo).
Sin embargo, existen factores que favorecen la aparición de violencia:
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Creer en la existencia de la superioridad de un sexo sobre el otro y criarse en un ambiente sexista.
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Estereotipos y roles tradicionales de género.
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Estereotipos de comportamiento que dan lugar a actitudes y comportamientos asociados con el control y la violencia como herramientas para mantener cualquier tipo de relación.
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Valores sociales y familiares asociados a la violencia.
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Falta de experiencia y formación en resolución eficaz de conflictos, falta de asertividad.
La violencia de pareja como problema social y su prevención
Un gran problema en torno a la Violencia en el noviazgo es la aceptación de esta como algo normal y como problemas o cosas de pareja normales que no se identifican como comportamientos violentos ni abusivos.
Existen factores que favorecen la aceptación de la violencia:
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La exposición a la violencia causa aceptación de esta como normal, de forma que la violencia dentro de una relación de pareja son conductas aprendidas como normales.
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Culpabilizar a la víctima.
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Perpetuar mitos de amor romántico y creencias sexistas.
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Aceptar la violencia por su aparición gradual que impide la identificación de la misma.
Sin embargo, la violencia de pareja se puede prevenir y estas son algunas claves:
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Mejora de habilidades como la capacidad de comunicación interpersonal, la gestión de conflictos y la toma de decisiones compartidas.
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Empoderamiento personal desarrollando confianza en uno mismo.
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Mejora de los servicios encargados de atender y detectar los casos de violencia.
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Creación de entornos seguros contra todo tipo de violencia.
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Establecimiento de relaciones familiares enriquecedoras, prohibiendo el castigo físico y realizando programas sobre crianza para padres y madres.
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Cambio de actitudes, creencias y normas sobre los estereotipos de género nocivos que perpetúan los privilegios masculinos y la subordinación de la mujer.
En conclusión, se trata de un fenómeno complejo que afecta a un alarmante porcentaje de la población joven. Desde sus manifestaciones más evidentes hasta las formas sutiles que la caracterizan, la violencia deja secuelas psicológicas, sociales y físicas duraderas. Las consecuencias son profundas, y la prevención es urgente.