Las personas están expuestas a numerosas sustancias químicas a lo largo de su vida. Estas sustancias químicas pueden proceder del aire, los alimentos, los artículos de higiene personal, los productos domésticos y los medicamentos. Desgraciadamente, la exposición a determinadas sustancias químicas puede causar efectos perjudiciales para la salud, incluido el cáncer. Las sustancias que provocan cáncer se denominan carcinógenos. Algunos ejemplos conocidos son el humo de tabaco, el radón, el amianto y los gases de escape de motores diésel.
Para proteger la salud pública, las agencias sanitarias nacionales e internacionales evalúan muchas sustancias químicas nuevas y existentes para determinar si es probable que sean carcinógenas en un proceso denominado identificación del peligro de cáncer. Si los organismos consideran que las sustancias químicas son carcinógenas, llevan a cabo nuevas evaluaciones para determinar el nivel de riesgo, y los legisladores pueden establecer normativas para limitar (o detener por completo) la producción y el uso de estas sustancias químicas.
Soy un científico que estudia cómo el cuerpo humano procesa las sustancias químicas extrañas, como los contaminantes ambientales y los fármacos, además de los efectos de estas sustancias químicas en la salud. Como parte de mi trabajo, he participado en la identificación de peligros químicos y cancerígenos para varios organismos, entre otros el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la Organización Mundial de la Salud.
He aquí cómo las sustancias químicas pueden provocar cáncer y cómo las clasificamos en función de su grado de carcinogenicidad, a veces con resultados controvertidos.
Cómo se llega al cáncer
Los mecanismos por los que las sustancias químicas tóxicas pueden provocar cáncer son complejos.
Después de que una persona se exponga a un carcinógeno, la sustancia química es generalmente absorbida por el cuerpo y distribuida por diferentes tejidos. Una vez que la sustancia química se ha introducido en las células, suele sufrir reacciones químicas que la convierten en otra sustancia distinta.
Los productos de estas reacciones pueden afectar directa o indirectamente a los genes de la célula, que contienen las instrucciones de la célula sobre cómo producir moléculas específicas. Y resulta que la alteración de los genes o de los procesos que los regulan puede, en última instancia, dar lugar a células disfuncionales si no se repara el daño genético.
Las células dañadas no responden con normalidad a las señales celulares y pueden crecer y dividirse a ritmos anormales, rasgos característicos de las células cancerosas.
¿Cómo se clasifican las sustancias químicas en función de su carcinogenicidad?
Para ayudar a proteger al público y reducir la incidencia del cáncer, varias agencias han desarrollado procedimientos para clasificar y categorizar las sustancias químicas en función de su potencial carcinógeno.
Entre ellos se encuentran el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC Monographs), el Programa Nacional de Toxicología (NTP) y la Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE. UU. (EP). En general, estas agencias examinan una cuestión crítica: ¿existen pruebas suficientemente sólidas de que una sustancia provoca cáncer o bien cambios biológicos que podrían estar relacionados con el cáncer en las personas? Comprender los procedimientos utilizados para responder a esta pregunta puede ayudar a interpretar las decisiones que toman estas agencias.
Los procedimientos utilizados por el IARC –por su larga historia, credibilidad y sólida reputación internacional– constituyen un buen ejemplo de cómo funciona este proceso. Está diseñado para ser transparente y minimizar los sesgos, y abarca más de un año desde la selección de una sustancia química para su evaluación hasta su clasificación final.
En este proceso, el IARC selecciona e invita a un panel de expertos científicos sobre la sustancia química que se va a evaluar. El panel no lleva a cabo nuevas investigaciones por su cuenta, sino que revisa cuidadosamente todos los documentos disponibles en la literatura científica sobre la carcinogenicidad de la sustancia química en cultivos celulares y bacterianos, animales y personas. Para evaluar la solidez de las pruebas, el panel considera cuidadosamente el número de estudios disponibles y la coherencia de los resultados, así como la calidad científica y la relevancia de cada estudio para el cáncer en las personas.
Tras debatir y deliberar sobre los resultados, el panel realiza una clasificación final consensuada. Esta clasificación coloca la sustancia química en uno de cuatro grupos. El Grupo 1 indica que la sustancia química es carcinógena para las personas, el Grupo 2A que es probablemente carcinógena para las personas, el Grupo 2B que es posiblemente carcinógena para las personas y el Grupo 3 que no es clasificable.
Una clasificación en el Grupo 3 no indica que el compuesto no sea cancerígeno, sino que el grupo de expertos no ha podido extraer una conclusión sobre si existe una relación causal entre la sustancia química y el cáncer a partir de los estudios disponibles. Por ejemplo, la exposición a varias sustancias químicas puede hacer que no esté claro cuáles son las responsables de un diagnóstico posterior de cáncer.
Durante sus 50 años de historia, el IARC ha evaluado y clasificado más de 1 000 sustancias químicas y otros peligros. Muchas de estas clasificaciones han tenido amplias implicaciones sociales, como las relativas al humo del tabaco, la contaminación del aire, los gases de escape de motores diésel y la carne procesada. Todas ellas fueron clasificadas como Grupo 1, es decir, confirmadas como carcinógenas para el ser humano.
Por su parte, la radiación electromagnética emitida por los teléfonos móviles se clasificó como Grupo 2B, o posiblemente carcinógena, y la carne roja se clasificó como Grupo 2A, o probablemente carcinógena. Aunque no han dado lugar directamente a ninguna normativa, estas clasificaciones han motivado estudios científicos adicionales. Si bien el IARC puede asesorar a los reguladores, corresponde a los países aplicar las políticas.
Es importante señalar que las clasificaciones no indican la magnitud del riesgo, pero son importantes para apoyar a los organismos sanitarios de todo el mundo en la aplicación de medidas para limitar la exposición a carcinógenos conocidos, probables y posibles. En 2020, cuando la IARC clasificó el consumo de opio como Grupo 1 –o carcinógeno para los humanos– esto llevó al gobierno de Irán a implementar políticas para reducir la adicción al opio en el país.
Controversias en las clasificaciones de carcinogenicidad
Aunque las clasificaciones de la IARC se basan en pruebas científicas sólidas, algunas han resultado controvertidas.
Por ejemplo, en 2015, la IARC evaluó la carcinogenicidad del glifosato, un herbicida ampliamente utilizado que se encuentra en productos como Roundup, producido por Monsanto. Un grupo de 17 expertos de 11 países revisó sistemáticamente los resultados de más de 1 000 estudios científicos y clasificó el glifosato como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”, o Grupo 2A.
Debido a su uso generalizado y a su multimillonario valor de mercado, la decisión de clasificar el glifosato como probablemente cancerígeno puede tener importantes consecuencias financieras y jurídicas. Tras su evaluación, la IARC recibió el apoyo de muchos organismos reguladores y científicos, pero fue criticada por otros. Otras agencias, incluida la EPA, han sido testigos de controversias similares y de la politización de sus resultados.
Organismos como el IARC desempeñan un papel fundamental en la evaluación de los efectos de determinadas sustancias químicas sobre la salud y en la reducción de la exposición a posibles carcinógenos. Ayudar a la gente a entender mejor cómo evalúan estas agencias las sustancias químicas puede contribuir en gran medida a garantizar la transparencia y ayudar a proteger la salud pública y medioambiental.
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