Imagine esto: dos adolescentes comienzan clases a las 8 de la mañana. Uno está despierto, alerta y trabaja con facilidad. El otro, en cambio, lucha por mantenerse enfocado y siente que su rendimiento se ve afectado. ¿Por qué ocurre esta diferencia?
La respuesta está en su cronotipo, esto es, la predisposición biológica que determina en qué momentos del día una persona se siente más activa y productiva
La respuesta está en su cronotipo, esto es, la predisposición biológica que determina en qué momentos del día una persona se siente más activa y productiva. Aunque el cronotipo es innato, su manifestación en la vida diaria, conocida como “preferencia circadiana”, puede verse influenciada por hábitos, entorno y obligaciones externas.
El primer adolescente es una “alondra” (cronotipo matutino), lo que implica que su rendimiento es mejor en las primeras horas del día. El segundo es un “búho” (cronotipo vespertino): alcanza su energía máxima durante la tarde o la noche, por lo que madrugar le supone un duro reto.
Investigaciones recientes han demostrado que los búhos tienden a experimentar más somnolencia diurna. Esto afecta su atención, memoria y habilidades ejecutivas.
El reloj biológico y la adolescencia: una desincronización natural
El cronotipo no es un rasgo fijo, sino que cambia con la edad. En la infancia, la mayoría de los niños tienen una preferencia matutina. Sin embargo, en la adolescencia, el reloj biológico se retrasa. Muchos jóvenes se convierten en “búhos nocturnos”, ya que se sienten más alerta en la noche.
Los horarios escolares están diseñados para las alondras, dejando a los búhos en desventaja
El problema es que los horarios escolares están diseñados para las alondras, dejando a los búhos en desventaja. Como resultado, deben esforzarse por aprender en momentos en los que su capacidad cognitiva es baja. Este desajuste entre su ritmo biológico y las exigencias escolares impacta negativamente en su rendimiento.
Cronotipo y rendimiento académico: ¿quién tiene ventaja?
Los estudios muestran que los adolescentes con un cronotipo matutino suelen obtener mejores calificaciones que aquellos con un cronotipo vespertino.
Esto se debe a que el rendimiento cognitivo suele ser mayor cuando estamos más alertas y con más energía. Mientras las alondras aprovechan la mañana para aprender, los búhos, que rinden mejor en la tarde o noche, suelen presentar mayor fatiga en las primeras horas del día, lo que afecta su concentración y memoria.
La desincronización con los horarios escolares no solo impacta su rendimiento académico, sino también su salud mental
Además, muchos adolescentes con cronotipo vespertino duermen menos debido a sus hábitos nocturnos. Esto afecta su aprendizaje y bienestar emocional. Un estudio en adolescentes españoles encontró que los búhos tienen una mayor tendencia a la alimentación emocional, la ansiedad y el estrés. La desincronización con los horarios escolares no solo impacta su rendimiento académico, sino también su salud mental.
Factores que agravan la situación
El efecto del cronotipo en el rendimiento académico no ocurre de manera aislada. Existen factores que pueden amplificarlo:
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Déficit de sueño: Los horarios escolares tempranos pueden generar una privación crónica del sueño en los búhos, afectando su concentración y memoria. Si un adolescente vespertino se duerme a la 1 de la madrugada pero debe despertarse a las 6, acumula un déficit de sueño que afecta su aprendizaje.
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Exposición a pantallas: La luz azul de los dispositivos electrónicos antes de dormir retrasa aún más el reloj biológico. Esto dificulta el descanso y el despertar temprano. Revisar redes sociales o ver series en la cama puede posponer el inicio del sueño y empeorar la fatiga al día siguiente.
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Hábitos alimenticios: Los búhos tienen más probabilidades de omitir el desayuno, lo que impacta en sus niveles de energía y atención. Un estudiante que solo toma un café antes de salir de casa puede experimentar dificultad para concentrarse en las primeras horas de clase.
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Actividad física: Las alondras suelen ser más activas físicamente. Esto mejora su estado de ánimo y desempeño académico. Los adolescentes que hacen ejercicio temprano tienden a sentirse más despiertos y enfocados en la mañana.
¿Qué se puede hacer?
Si bien el cronotipo no se puede modificar, hay estrategias que pueden minimizar sus efectos negativos:
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Regularidad en el sueño: Acostarse y despertarse a la misma hora mejora el rendimiento y evita el jet lag social, un desfase en el reloj biológico causado por dormir tarde los fines de semana y madrugar entre semana. Este cambio brusco afecta la concentración y el estado de ánimo, como si el cuerpo tuviera que adaptarse a un nuevo huso horario cada lunes. Mantener horarios estables, incluso los días sin clases, ayuda a reducir este impacto.
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Menos pantallas antes de dormir: Reducir el uso de dispositivos electrónicos al menos una hora antes de acostarse mejora la calidad del sueño. Sustituir la pantalla por la lectura de un libro o una actividad relajante puede ayudar a conciliar el sueño más rápido.
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Ajustes en el horario escolar: Algunas instituciones han retrasado el inicio de clases con buenos resultados. En países como Estados Unidos y España, varias escuelas han cambiado su horario de inicio a las 9 a. m. y han observado mejoras en el rendimiento académico y la asistencia.
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Mayor exposición a la luz natural: Salir al sol por la mañana ayuda a sincronizar el reloj biológico y facilita el despertar. Caminar o hacer alguna actividad al aire libre antes de clase puede hacer que los búhos se sientan más alerta.
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No empezar el día sin energía: Ingerir algún alimento al despertar puede mejorar la concentración y el rendimiento. Un desayuno ligero, como un yogur con frutas o una tostada con aguacate, puede marcar la diferencia sin requerir demasiado tiempo.
¿Momento de replantearse los horarios escolares?
El cronotipo es un factor clave en el rendimiento académico de niños, niñas y adolescentes. Mientras que las alondras se benefician de los horarios escolares tradicionales, los búhos enfrentan un desafío por la desincronización con su ritmo biológico.
En un mundo que cada vez valora más la personalización en la educación, ¿no deberíamos replantear los horarios escolares para adaptarlos a las necesidades biológicas, cognitivas y emocionales de las y los estudiantes?
Entender cómo funciona nuestro reloj interno y aplicar estrategias para mitigar sus efectos puede ser fundamental para mejorar el aprendizaje y el bienestar de las y los jóvenes.
En un mundo que cada vez valora más la personalización en la educación, ¿no deberíamos replantear los horarios escolares para adaptarlos a las necesidades biológicas, cognitivas y emocionales de los estudiantes? Integrar este conocimiento en el diseño educativo podría ser clave para potenciar no solo el rendimiento académico, sino también la salud y el desarrollo integral de las futuras generaciones.
Este artículo y el proyecto en el que se basa (The Eating Healthy and Daily Life Activities EHDLA) se han realizado con la colaboración de la estudiante Lina América Sánchez-Charcopa, del grupo de investigación One Health en la Universidad de Las Américas, Quito, Ecuador.
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