Hace unos meses Mariam llegó a las costas de Almería con su hija Fatoumata, de 4 años en brazos. Nada más verlas bajar del barco me di cuenta de que mostraban mucho cansancio en sus rostros. En su charla con la mediadora cultural descubrimos que hacía más de un año habían salido de Camerún, su país natal, en busca “de una vida mejor”.
Durante el triaje sanitario se detectaron quemaduras y picaduras, además de fuertes dolores de cabeza en la madre. La niña se mostraba tranquila y tan solo nos dijo que sentía hambre y picores por el cuerpo.
Ambas pasaron a ducharse, se les proporcionó vestuario limpio y, una vez en la enfermería, fueron tratadas de escabiosis o sarna, se realizaron las curas de las quemaduras de gasolina en piernas y glúteos, y se proporcionó analgesia. Debido a la situación de emergencia sanitaria actual, también se les realizó un test de detección de antígenos de COVID-19, donde Fatoumata demostró ser una niña muy valiente y colaboradora.
Pero la parte más dura fue, sin duda, la entrevista social. Cuando a Mariam se le saltaron las lágrimas contando que salió de su país huyendo de una situación de violencia de género. Y que durante el largo camino, la mayoría a pie, sufrió asaltos y agresiones. Incluso tuvieron que subsistir mendigando.
Treinta años de migración irregular
En los años noventa llegó a Andalucía el primer grupo de migrantes irregulares procedentes de África cruzando el estrecho de Gibraltar. Y desde entonces no han dejado de intentar alcanzar el continente europeo –sobre todo a través de Andalucía y el archipiélago canario– en busca de ese “futuro mejor” del que hablaba Mariam.
Solo en 2020, más de 40.000 personas realizaron la travesía desde África a España a través de la ruta del Mediterráneo occidental. Con la mala fortuna de que un millar de ellos encontraron la muerte en el camino
Los que no fallecen durante el viaje tampoco salen indemnes. La dureza y peligrosidad del trayecto afectan gravemente la salud de las personas migrantes que llegan a las costas europeas. A la travesía africana, donde se exponen a enfermedades, violencia, explotación y precarias condiciones de salud, se une la travesía marítima, donde sufren hacinamiento, hambre, quemaduras o hipotermias.
No hay que olvidar que atraviesan el mar en “pateras”, pequeñas embarcaciones neumáticas de 5 a 10 metros de eslora, semirrígidas y sin quilla que, junto con bidones de gasolina, transportan en torno a 40 personas.
Tras ser rescatados en el mar, a su llegada a puertos españoles, muchos precisan atención de emergencia a necesidades básicas y problemas de salud.
La respuesta de Cruz Roja Española
Consciente de la situación, Cruz Roja Española organizó una respuesta mediante el proyecto de Equipos de Respuesta Inmediata en Emergencias (ERIES), creando en 2003 la especialidad de Ayuda Humanitaria a Inmigrantes (AHI), de la que formo parte. Estos equipos están compuestos por una jefatura de equipo, personal médico y enfermero, técnicos en emergencias sanitarias, socorristas terrestres, mediadores culturales, logistas, personal de apoyo humanitario y administrativo. Listos para brindar una primera atención urgente a pie de puerto.
Concretamente, hace más de quince años que empezamos a atender a las personas migrantes que llegan en patera a las costas de Almería desde la equipo ERIE AHÍ Cruz Roja Almería. Durante este periodo han mejorado las infraestructuras, la dotación de personal y la atención social, especializándonos en detectar problemas y vulnerabilidades susceptibles de protección internacional.
Muchas de estas personas sobre todo las mujeres y las niñas sufren abusos y agresiones sexuales, con un alto riesgo de ser captadas por las redes de trata de personas.
Por este motivo trabajamos cada día para una atención con enfoque de género, transcultural y con una mirada especial a la infancia. La protección de los niños y niñas que llegan, muchos de ellos “no acompañados”, es nuestra prioridad.
Es importante detectar la minoría de edad o si los menores han sido separados de sus familias en el momento de la salida en la zodiac, para activar el protocolo de búsqueda de menores en colaboración con el Servicio de Protección de Menores. En muchas ocasiones, en el momento de embarcar en la zodiac, las mafias impiden que los menores viajen junto a sus padres, llegando solos o acompañados de algún adulto que ostenta la guarda.
También resulta esencial conocer el relato de los menores. Saber que no han sido abandonados y/o reconocer otras relaciones de parentesco que supone un acercamiento a patrones socio-culturales en África. Entre otras razones porque la separación del adulto puede crearles un estado de ansiedad.
A nivel sanitario atendemos urgencias derivadas del viaje. En concreto, las principales patologías atendidas durante 2020 fueron quemaduras, traumatismos, heridas, cefaleas y la escabiosis. Pero también asistimos a mujeres embarazadas, encontramos casos de mutilación genital femenina y detectamos casos de COVID-19.
En este periplo de más de 20 años hemos visto cómo ha cambiado el perfil de las personas migrantes que llegan a nuestras costas. Si bien los primeros años eran hombres solos, de origen marroquí y argelino, recientemente ha aumentado el número de mujeres, especialmente provenientes del África subsahariana.
Crónica de una intervención
La atención de emergencia a inmigrantes que llegan en patera es una labor humanitaria, sanitaria y social. Un reto que, a pesar del tiempo, nos hace sentir una especie de cosquilleo en el estómago cada vez que llega el aviso de una nueva intervención.
La primera información que recibimos es muy básica: solo el número de personas, su estado de salud y posible hora de llegada. Entonces nos dirigimos al puerto, donde la jefatura de equipo nos reúne para darnos más detalles y asignar funciones. Siempre estamos preparados esperando el desembarco, un momento delicado porque los inmigrantes vienen muy cansados, mojados, extenuados.
Es bastante difícil trasmitir los sentimientos que afloran cuando ves llegar la embarcación de Salvamento Marítimo con ellos a bordo. Puedes ver sus caras de cansancio, miedo, dolor, pero a la vez alegría por sentirse al fin a salvo. La tripulación de salvamento nos informa de su estado de salud dando prioridad para desembarcar a los enfermos, mujeres embarazadas y menores. Los acompañamos entonces al módulo de atención, brindándoles toda clase de atención, calor y cuidados.
Una vez están todos sentados en la sala de acogida, y tras una charla de bienvenida donde se explica el proceso asistencial, empezamos a trabajar como un equipo perfectamente engranado, donde todos sabemos qué tenemos que hacer.
Aunque el proceso asistencial es siempre idéntico podemos afirmar que, cada intervención es diferente. Algunas marcadas por la alegría: ¡han llegado vivos!. Cuando recibimos a menores, suelen recuperse pronto del viaje. Entonces el módulo se llena de risas y juegos, parece olvidado el peligro de la travesía, la incertidumbre del destino, y se contagia la alegría a todos los intervinientes.
Sin embargo, también hay intervenciones que prefieres olvidar, donde la suerte se ha vista truncada. Es lo que ocurre cuando llegan personas víctimas de un naufragio o de atrocidades humanas como la explotación, la violencia y la trata de personas. En estos casos, profesionales especializados prestan atención psicológica y social para ayudar a estas personas a enfrentarse a situaciones tan críticas.
Una vez finalizada la intervención se recoge el dispositivo, se repone el material y se realiza una reunión de equipo para valorar lo realizado. Es importante también evaluar el estado emocional de cada persona voluntaria. Sobre todo porque tenemos que estar preparados para la siguiente, que nunca sabemos cuándo llegará.
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