Los bebés crecen rápido, muy rápido, especialmente para sus padres. El periodo comprendido entre los 0 y los 5 años, o primera infancia, se vive con intensidad y pasa veloz, pero es crítico para el desarrollo futuro. Como el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha afirmado:
“La primera infancia es un período de rápido desarrollo en el que los estilos de vida familiares pueden adaptarse para impulsar los avances en la salud”
Estas fueron sus palabras durante la presentación de las primeras Guías mundiales de movimiento y comportamiento 24 horas, que la propia OMS publicó en 2019, dedicadas a niños y niñas menores de 5 años. Dichas guías suponen el primer conjunto mundial de pautas sobre actividad física, comportamientos sedentarios (incluido el tiempo de pantalla) y de sueño.
Un beneficio para la salud global y el desarrollo
El cumplimiento de las guías de 24 horas en niñas y niños se ha asociado a mejoras en todas las dimensiones de la salud y el bienestar. También es beneficioso para un desarrollo social, motriz y cognitivo. Otros estudios argumentan que los niños/niñas que cumplen con las recomendaciones de 24 horas tienen, además, mejor salud en el futuro.
Estas guías aconsejan que los niños/niñas tengan, al menos, 180 minutos (tres horas) de movimiento al día. En el caso de niños y niñas de 3 y 4 años, 60 minutos de esos 180 deben ser de mayor intensidad, por ejemplo a través de juegos como el “pilla–pilla”. También recomiendan que no haya más de 60 minutos de sedentarismo–tiempo de pantalla al día y un sueño de calidad de entre 11 y 14 horas.
Junto a las guías de 24 horas, se recomendó montar sistemas de vigilancia de la actividad física, el comportamiento sedentario y los patrones de sueño en niños/niñas menores de cinco años. En respuesta a esta llamada, pusimos en marcha el estudio SUNRISE, que recopila datos objetivos sobre los patrones de actividad física, sedentarismo, tiempo de pantalla y sueño en niños/niñas pequeñas de todo el mundo.
Después de un seguimiento de cinco años, hemos publicado nuestros resultados. La conclusión principal es que los países europeos, en gran medida, no han logrado crear directrices nacionales ni adoptar o adaptar las directrices de la OMS, organizar sistemas para la vigilancia de los comportamientos de movimiento y crear una política de salud nacional para todos los comportamientos de movimiento para los menores de cinco años.
Las directrices de la OMS son una oportunidad de mejorar la salud pública que necesitan traducirse en políticas específicas.
Medidas urgentes para una primera infancia saludable
Proponemos una serie de medidas a adoptar en un plazo menor de cinco años. Particularmente, el trabajo debería focalizarse en las posibles desigualdades de acceso y oportunidad a un entorno óptimo de desarrollo integral de nuestros infantes:
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La adopción de guías o adaptación de las mismas.
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El desarrollo o mejora de sistemas de vigilancia como el proyecto SUNRISE, que ya se desarrolla en el territorio español.
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La educación de todas las personas que puedan promover su cumplimiento o desarrollo.
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Implantación de políticas suficientes que permitan la viabilidad de todo ello, identificando los puntos fuertes y débiles (desigualdades) en su aplicación.
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Potenciar el uso de estas guías en contextos y entornos de desarrollo de los niños y niñas durante la primera infancia, como por ejemplo en guarderías, colegios o entornos familiares, donde se lleven a cabo planes específicos que ayuden a cumplir con estos consejos.
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Cada país debe desarrollar guías propias, que tengan en cuenta la realidad, el entorno y las posibles desigualdades específicas. En este sentido, hacemos desde aquí un llamamiento a cualquier persona de interés que pueda colaborar con su desarrollo para que nos contacte, pues desde el grupo EPAFit (Universidad de Sevilla) se están dando los primeros pasos en la realización del consenso para esta población.
Aunque existe una idea generalizada de que nuestros hijos e hijas juegan y se mueven lo suficiente, recomendamos a familias y maestros que comprueben si realmente las guías de la OMS se cumplen.
Facilitar a los niños/niñas pequeñas que puedan moverse depende de la implicación de todos. Por un lado la familia, que en la medida de lo posible debe llevarlos a parques y espacios que propicien el juego y la interacción con sus iguales. Por otro la comunidad educativa, mediante la adaptación curricular, intentando que los niños y niñas aprendan mediante el juego con iguales, descubriendo el medio que les rodea y aprendiendo del movimiento. Y por supuesto, la sociedad en general, mediante actividades en comunidad que hagan que nuestros hijos e hijas se muevan más, se relacionen más con su entorno próximo, aprovechando sus ventajas y el contexto ambiental.
Su salud está en nuestras manos.