“Hacer que los alumnos vuelvan a los colegios e instituciones de enseñanza de la manera más segura posible debe ser una prioridad absoluta”, dijo a principios de agosto Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, en un llamamiento mundial para reabrir los colegios. En España, a pocos días del inicio de curso aún no está claro cómo se pondrán en práctica las medidas anunciadas por diversos gobiernos autonómicos —competentes en materia educativa— para hacer posible una ‘vuelta al cole’ segura.
Expertos consultados por SINC critican con dureza la tardanza con que se ha abordado la cuestión, y la atribuyen a que en la vuelta a la normalidad no se han priorizado las necesidades educativas de niñas, niños y jóvenes. Advierten de que mantener los colegios cerrados sería una medida con potente efecto dominó en todos los ámbitos socioeconómicos: desde el aumento de la desigualdad entre clases y géneros, hasta la pérdida de productividad. También condenan la falta de preparación —tecnológica, de adaptación de contenidos, de formación de la comunidad educativa— para una docencia no presencial.
“No salgo de mi estupor”, admite Jesús Rogero, profesor de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid y experto en el estudio de las desigualdades en la escuela. “La educación debe ser una prioridad básica como país”, añade.
“Estamos hablando de un derecho fundamental de millones de personas que resulta que son niñas/os”, dice Clara Martínez, directora de la Cátedra Santander de los Derechos del Niño de la Universidad Pontificia Comillas. “La asistencia al colegio determina el desarrollo presente y futuro de las niñas y niños, y de todos. La educación va más allá de los conocimientos, en la escuela se transmiten los valores, los modos de hacer que definen una sociedad. Pero no, la escuela no ha sido puesta en primer lugar, hemos mirado para otro lado”.
El pasado mayo se discutía cómo acabar el curso y el debate se enfocaba en dilucidar el papel de los colegios en la diseminación del coronavirus SARS-CoV-2. El cierre de escuelas es una de las primeras medidas de urgencia para contener una pandemia y, en efecto, su importancia en la transmisión de otros virus está demostrada.
Pero en la COVID-19 la evidencia no es tan clara. Niñas y niños padecen la enfermedad de manera mucho más leve y, al menos hasta la adolescencia, no parecen ser transmisores importantes. No se han identificado brotes asociados a niñas y niños pequeños, aunque sí en institutos de secundaria.
Un estudio publicado en agosto por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC, siglas en inglés) indica que “el rastreo de contactos y los datos observacionales de varios países europeos indica que la reapertura de colegios no se ha asociado a un aumento significativo de la transmisión”. Además, “es improbable que el cierre de instituciones educativas sea por sí misma una medida efectiva de control de la transmisión comunitaria de la COVID-19”.
El que los coles no sean focos principales en esta pandemia sitúa bajo una nueva luz el análisis coste/beneficio de su cierre. “Debemos reconocer que hay riesgos asociados a abrir los colegios, y riesgos por dejarlos cerrados”, dice el estudio del grupo multidisciplinar DELVE de la Royal Society británica, basado en datos recabados hasta el pasado 10 de julio.
El coste del cierre escolar
“El cierre de los colegios merma el aprendizaje y deteriora la salud mental y física de las niñas/os, (…) y aumenta las desigualdades tanto en los logros de la educación de los niños/as como en sus perspectivas de futuro (…)”, prosigue.
Para el DELVE el riesgo derivado de reabrir los colegios “no es tan alto comparado con el de reiniciar otras actividades”, aunque admiten que la evidencia en este ámbito es limitada. “En contraste, la evidencia sobre los impactos negativos de mantener los colegios cerrados es considerable y robusta”, concluyen.
En España numerosas voces —sociólogos, pediatras, ONGs como Save the Children— han llamado la atención sobre uno de los efectos del confinamiento en particular: la amplificación de desigualdades. Según el Informe PISA, España ya partía de una situación desfavorable, superando la media europea en brecha digital, segregación del alumnado (concentración de los alumnos/as con menos recursos en los mismos centros), y dificultad para que los hijos/as superen el nivel educativo de sus progenitores, entre otros indicadores de desigualdad.
Un informe de las Asociaciones Profesionales de Psiquiatría y Psicología Clínica, publicado en julio, advierte de que los efectos sobre la población del cierre de colegios los meses pasados han sido muy diversos: en los niveles económicos bajos se agudizó la vulnerabilidad de los niños/as y adolescentes, y “podría aumentar la brecha social”.
Para niños y niñas con menos recursos —recuerda este trabajo— los centros escolares son fuente de recursos cognitivos pero también de alimentos, y deben proporcionar “protección, socialización y reducción de desigualdades en la vida de los y las menores”. Estas funciones no se cumplieron de manera óptima durante el confinamiento. En el informe, las instituciones con menores en acogida refieren “falta de atención por parte de la administración hacia los/las menores y sus familias en el ámbito educativo, ayudas de alimentos y a nivel tecnológico”.
El ‘aparcaniños/as’ y la brecha de género
Una de las razones que se esgrimen desde muy diversos ámbitos para priorizar la enseñanza presencial es que el cole no es solo el cole. Expertos en educación y salud pública de EE UU y Reino Unido resaltan en The New England Journal of Medicine que hasta que no reabran los colegios “tampoco la economía ni el sistema sanitario podrán estar a pleno rendimiento” dado que los padres y madres deben cuidar a sus hijos y hijas; “por tanto, la reapertura segura de los colegios a tiempo completo debería ser una prioridad nacional”.
Las sociedades españolas de salud mental se hacen eco en su informe del estrés de padres y madres “desbordados” que durante el confinamiento teletrabajaban —los que podían— y a la vez educaban a las/los niños. Con la misma intensidad, numerosos artículos han relatado situaciones —familias monoparentales, trabajadores con hijos/as pequeñas— en que el 'todo a la vez' se ha revelado simplemente imposible.
“El confinamiento nos cogió por sorpresa, ahora no nos puede pasar lo mismo”, dice a SINC Jesús Rogero. “Hasta ahora las familias han sido el muro de contención de una crisis histórica”, añade, pero hay grietas. El debate sobre los coles debería incluir, afirma Rogero, un “permiso parental remunerado en caso de suspensión de las clases” para quienes no pueden conciliar; y también una reorganización del presupuesto que tuviera en cuenta las prioridades en un momento como el actual: “Puede que la sanidad sea la primera prioridad, pero la educación es la segunda”, afirma.
“Son las mujeres quienes más han llevado el peso del colegio en casa, advierte a SINC Ángeles Durán, catedrática vinculada al Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Esta investigadora, Premio Nacional de Sociología en 2018, combate desde hace décadas la idea de que “solo tiene valor lo que pasa por el mercado”, y recuerda que “el trabajo no remunerado supone el 30 % más que todo el empleo junto”. Ese esfuerzo económicamente invisible “sigue recayendo de manera mayoritaria sobre las mujeres”.
Un reciente estudio de la University College London le da la razón: las madres británicas de niñosy niñas de primaria dedicaron cinco horas al día a tareas escolares, frente a las dos horas que dedicaron los padres. Ellas también pasaron el doble de tiempo que sus parejas ayudando a sus hijos y hijas en secundaria.
Durán, que también resalta el efecto de amplificar de desigualdades de género durante confinamiento, recuerda que “acompañar a las/los niños es una importante función social del cuidado, que comparten las familias con las escuelas y otras instituciones, desde el momento en que admitimos que las/los niños no pueden estar solas”.
El cole no es, sin duda, “un aparcaniños, aparcaniñas”, pero “tampoco se puede olvidar su función de cuidado”, coincide Clara Martínez. “El cole es un eje central de todo el sistema social y cuando lo tocas, tocas las demás piezas. Por eso no tiene sentido tomar medidas aisladas: si se dice que la enseñanza será semipresencial, también debería ser semipresencial el trabajo. Y el teletrabajo que hemos tenido… No era teletrabajo, era un infierno”.
No reabrir de cualquier manera
El goteo de análisis sobre las ‘vueltas al cole’ en todo el planeta ha sido constante en las últimas semanas. Hay para todos los gustos y, como resalta Luis Miller, investigador en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, “cada uno puede escoger el que prefiera, según lo que quiera resaltar”.
Un ejemplo con resultados alentadores está en los países nórdicos. En julio, Suecia y Finlandia hicieron público un informe conjunto que concluía que, en esos países, la actividad escolar no influye en el número de contagios entre la población. Cuando empezó la pandemia ambos países siguieron distintas políticas: Suecia no cerró los colegios —ni confinó a la población—, y Finlandia sí, temporalmente. Esta diferencia no se tradujo en más contagios asociados a colegios.
En el otro extremo está Israel, que cerró de nuevo los colegios poco después de abrirlos, en mayo, por un importante rebrote en un instituto. Ahora hay que entender qué medidas marcaron la diferencia entre los países nórdicos e Israel.
Un reciente reportaje en Nature repasa lo que se sabe hasta ahora: “Un creciente número de estudios muestra que hay formas de [reabrir los colegios] de manera segura. La clave está en vigilar la higiene y la distancia física; en un sistema de salud pública capaz de responder de forma ágil [con test y rastreo de contactos]; y, sobre todo, en mantener niveles bajos de transmisión del virus en la comunidad”.
Metros, manos y mascarillas
En España, el psiquiatra infantil José Luis Pedreira Massa, profesor de Psicopatología en la UNED y vocal del Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad —con un papel clave en el diseño de la desescalada de los niños—, enumera a SINC las condiciones para una apertura segura de las escuelas: “Son las tres M: metros, manos y mascarillas”. Es contundente: si no se puede mantener la distancia física y cuidar la higiene, “no se debe abrir”.
Pedreira es muy crítico con la gestión de la pandemia por parte de algunos gobiernos autonómicos, también en el ámbito educativo: “La educación, al igual que la sanidad y los servicios sociales, se encuentra trasferida”, recuerda en una tribuna reciente.
Bajada de ratios, adecuación de nuevos espacios para la enseñanza, turnos y desdobles… son medidas que exigen planificación y recursos. “En junio dijimos que lo único que no podía pasar era dejar esto para el final, y es justo lo que está pasando”, dice a SINC Luis Miller.
“Nos ha pillado el toro”, opina Clara Martínez; “contratar miles de profesores y profesoras requiere procedimientos que llevan tiempo, convertir centros culturales en aulas implica mucha coordinación con administraciones locales… Vamos muy tarde”.
Patata caliente
¿Cómo hemos llegado a este punto? “En realidad, la receta para una vuelta al cole segura la sabemos hace meses”, añade Miller, “pero se ha convertido en una patata caliente que los gobernantes se lanzan unos a otros”. La causa, para Miller, está en que el desafío es “muy complejo y con intereses encontrados”.
Es la “paradoja de la aceptabilidad social”, dice Miller: para evitar el coste político de medidas impopulares los decisores esperan a que las consecuencias del problema sean evidentes; así las medidas ganan adeptos, pero entonces ya es demasiado tarde para que surtan efecto.
Para Miller el problema de los colegios es de esta clase porque no todas y todos los implicados tienen los mismos intereses a corto y medio plazo. Lo expresa bien una frase que circula hace semanas en redes: para abrir los coles quizás habría que cerrar las discotecas. Ahora bien, convertir el debate de la reapertura de los colegios en una “pelea de lobbies”, advierte Miller, “traerá consecuencias muy graves. Esto va para largo”.
El reto es global: “Las decisiones sobre la reapertura de colegios seguirán siendo complejas y polémicas”, afirman los autores del trabajo en The New England Journal of Medicine.
Y concluyen: “Pero el argumento de que las y los niños, las familias, las y los educadores y la sociedad necesitan colegios seguros no debería ser controvertido. Si estamos de acuerdo en esto, es inexcusable abrir servicios no esenciales para adultos este verano si eso obliga a las y los estudiantes a quedarse en casa siquiera en parte el próximo otoño”.
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