El 20 de junio de 2024, Día Mundial de las personas refugiadas. Nada que celebrar, pero sí mucho que visibilizar.

En 1951, en la Convención de Ginebra de las Naciones Unidas y tras la II Guerra Mundial, se acuñó el término “refugiado”. Surgió para proteger a las víctimas europeas del holocausto. Desde entonces, las cifras de refugiados crecen año tras año.

Los años comprendidos entre 2010 y 2020 pasaron a la historia como los de los prolongados y los nuevos desplazamientos. A término de junio de 2023, más de 110 millones de personas se encontraban desplazadas forzosamente. Las Naciones Unidas anticipan que el número de refugiados podría duplicarse en esta década, y no sería de extrañar. Entre los principales motivos destacan las guerras, la violencia o la vulneración de los derechos humanos.

 

Conflictos no resueltos y nuevas tragedias

 

A los actuales conflictos no resueltos –en Afganistán, en Siria, en Colombia o en el Sáhara Occidental– se suman las nuevas tragedias del panorama geopolítico actual, por ejemplo Palestina, Sudán y Ucrania.

Así, el desplazamiento forzado actual no es un fenómeno temporal sino prolongado. En cierta manera, es crónico para muchas generaciones. Se estima la duración media del desplazamiento en contexto de refugio en 20 años, frente a 10 años para el desplazamiento interno, dentro de las fronteras nacionales.

En 2022, el 67 % de la población refugiada mundial estaba en situación de asentamiento prolongado. Eso quiere decir más de 25 000 personas estaban exiliadas por al menos cinco años consecutivos en países de renta baja o media.

 

Abordaje de la salud mental en estos contextos, una tarea pendiente

 

La literatura académica sobre salud mental y migraciones subraya la dicotomía de los adjetivos que aplicamos a las personas refugiadas. Se oscila entre los conceptos de vulnerabilidad y de afrontamiento. Ser refugiado expone a mayores situaciones de riesgo, por la propia naturaleza del término. Sin embargo, también implica un despliegue de estrategias de supervivencia. Se trata de un proceso de pérdidas y de duelos constantes.

En consecuencia, la afectación psíquica del exilio viene determinada por la coexistencia de factores de riesgo y de protección, tal y como se describe en el Síndrome de Ulises.

Es poco habitual que la atención psicológica a personas refugiadas se incluya en las agendas políticas, pese a la evidencia de que promovería la convivencia y la integración en las sociedades receptoras

Además, la inmensa mayoría de las veces este proceso psicológico se vive en soledad. Es poco habitual que la atención psicológica a personas refugiadas se incluya en las agendas políticas, pese a la evidencia de que promovería la convivencia y la integración en las sociedades receptoras.

 

Atención psicológica en los campamentos de refugio saharauis de Tinduf (Argelia), un espejo sobre el que mirar

 

En 2010 se creó, en los campamentos de refugio saharauis de Tinduf, el Departamento de Salud Mental, tras más de cuarenta años de refugio prolongado.

Dumaha Mohamed, miembro del Grupo de Investigación Internacional de Psicología del Testimonio de la Universidad Complutense de Madrid, es una referente del servicio desde sus comienzos. En una conversación reciente me contaba cómo se había creado en noviembre de 2023 el primer Colegio de Psicología en los campamentos. Actualmente, el Ministerio de Salud tiene en su plantilla a trece psicólogos para las wilayas (municipios). Además, han incluido la figura de cinco psicólogos educativos en las escuelas, y de cuatro más en el Ministerio de Asuntos Sociales y de Promoción de la Mujer.

Al mismo tiempo, en los seis hospitales activos cuentan con la figura de varios psicólogos. Estos profesionales de la psicología se rotan para atender a pacientes y a usuarios, además de promover campañas de sensibilización para acercar la psicología a la población.

Dumaha habla de ello con pasión, orgullo y superación. Defiende en primera persona la necesidad de incorporar la atención psicológica en estos contextos para fomentar la vida y la convivencia.

Con todo, este proyecto de atención psicológica a la población exiliada saharaui no ha estado exento de dificultades. Algunas de las labores encomiables han sido encontrar el equilibrio para acercar la psicología a la población y para mantenerla en armonía con la medicina y con la cultura saharauis. Sin duda, que los equipos de trabajo hayan sido liderados por saharauis ha sido otra de las claves del éxito.

No obstante, pese a todo el empeño del pueblo saharaui para dignificar su salud mental, las cicatrices de la violencia política dinamitan, en muchas ocasiones, el derecho a la salud mental.

La guerra y sus efectos, el drama de la pérdida de seres queridos –casi todas las familias saharauis han perdido a algún miembro– hacen que surja el sentimiento de inseguridad y desesperanza

DUMAHA MOHAMED,  investigador internacional de Psicología de UCM

“La guerra y sus efectos, el drama de la pérdida de seres queridos –casi todas las familias saharauis han perdido a algún miembro– hacen que surja el sentimiento de inseguridad y desesperanza. La permanente ansiedad, la falta de oportunidades para rehacer la vida, el aislamiento o las incertidumbres sobre el futuro han sido y son factores estresantes de la mayoría de los trastornos mentales aquí. Nuestra población se ve obligada a vivir en calidad de refugio en los campamentos, se demuestra desde hace 40 años; en una situación de emergencia se encuentran razones para sentir frustraciones de forma continua.”