Desde que las tropas rusas cruzaron la frontera y comenzó la invasión a Ucrania, casi tres millones y medio de personas ucranianas han abandonado el país, según los últimos datos proporcionados por ACNUR. De éstos, UNICEF estima que casi la mitad son niños y niñas.
En la madrugada del 24 de febrero los niños ucranianos se despertaron con el sonido de las alarmas antiaéreas, al que siguió el estruendo de bombardeos, explosiones y el inicio de una experiencia traumática que cambiará su vida.
En tan solo unos días miles de niños y niñas abandonaron sus casas, dejando atrás sus juguetes, amigos y rutinas para huir de un conflicto bélico que no eran capaces de entender. Cambiaron la comodidad de su hogar por la frialdad de los refugios antiaéreos, a sus amigos por desconocidos con los que compartir miedos e incertidumbre, y una vida estable por un futuro incierto.
Después del impacto de ver destruidos los edificios y ciudades que han formado parte de su infancia, iniciaron un periplo para huir del país que supuso hacer frente a largas esperas, enormes distancias y grandes dificultades.
Aunque asegurar su bienestar físico es una prioridad, no debe omitirse el efecto que las experiencias vividas pueden tener en la salud mental de la población infantil ucraniana.
Desde los primeros bombardeos los niños se han enfrentado a situaciones estresantes que se alejan de la estabilidad que debe caracterizar a la infancia. Es normal que manifiesten problemas emocionales como miedo a la muerte, preocupaciones constantes y tristeza continua. También es frecuente, sobre todo en los más pequeños, que se muestren irritables e impacientes, que tengan problemas de sueño y que muestren conductas regresivas como mojar de nuevo la cama.
La ausencia del padre, que debe permanecer defendiendo el país, puede tener un impacto grande en los niños y contribuir a que manifiesten un apego excesivo hacia su madre o hacia el familiar que permanece con ellos. Algunos niños podrán presentar estrés postraumático y revivir las experiencias traumáticas experimentadas, semanas e incluso meses después, a pesar de encontrarse ya en un ambiente seguro y alejados de la guerra.
Necesitan un entorno seguro y estable
Uno de los primeros objetivos al abordar la salud mental de los niños y niñas ucranianos es proporcionarles un entorno seguro y estable, para que recuperen las rutinas de sueño y alimentación lo antes posible. Los largos y frecuentes desplazamientos de los primeros días tras abandonar el país dificultan la prestación de ayuda psicológica, pero se debe facilitar que su vida sea lo más normalizada posible en cuanto logren permanecer en un lugar estable.
Proveer espacios para el juego y promover el contacto con otros niños y niñas en los campos de refugiados les puede ayudar a reducir sus miedos y sentirse más seguros. Jugar, dibujar, bailar y participar en actividades propias de la infancia puede contribuir a normalizar su día a día y alejarles así del estrés que perciben en el entorno. Además, compartir tiempo con otros que se encuentran en una situación similar permite que se presten apoyo mutuo y que se fortalezca su capacidad para afrontar la adversidad.
La importancia de expresar las emociones
Expresar sus emociones es importante para que puedan procesar de forma adecuada la situación que están viviendo. Es frecuente que algunos niños eviten hablar de lo que está ocurriendo, actúen como si no pasara nada o no manifiesten aparentemente ningún síntoma de malestar emocional. En esos casos no debemos suponer que las experiencias vividas no les han afectado. El impacto en su bienestar emocional puede no ser visible en esos momentos, pero es muy posible que aflore más tarde.
Por eso es importante transmitirles que es normal que se sientan tristes, enfadados o preocupados, lo que puede ayudarles a expresar mejor sus emociones. Animarlos a escribir cómo se sienten o dibujar sus miedos es también recomendable para lograr un adecuado procesamiento emocional.
Consejos para cuidadores
Un sinfín de dudas y preocupaciones pueden ocupar la mente de los niños y niñas refugiados. Los padres o cuidadores deben proporcionar respuesta a sus inquietudes, adecuando la información a su edad.
Evadir preguntas puede incrementar su ansiedad, ya que son espectadores directos de lo que está ocurriendo. Sin embargo, se deben evitar conversaciones sobre la guerra o toma de decisiones delante de los niños, ya que su capacidad cognitiva no les va a permitir comprender adecuadamente el lenguaje de los adultos.
También debe controlarse la exposición a imágenes de internet que contribuyan a revivir experiencias dolorosas y que aumenten su sufrimiento. El estado emocional de los niños depende en gran parte del bienestar emocional de los padres. Por ese motivo es importante que los cuidadores reciban también apoyo psicológico para poder afrontar la incertidumbre y poder proporcionar un entorno de seguridad y calma a sus hijos.
El camino hacia la recuperación emocional
Dar estabilidad y promover la mayor normalidad posible puede ayudar a que los niños ucranianos que llegan a un nuevo país recuperen poco a poco su bienestar emocional. No es un objetivo fácil, ya que se enfrentan a una vida nueva, con un idioma que desconocen, unas normas culturales diferentes y con la incertidumbre de no saber cuándo volverán a su país.
El recuerdo terrible de las experiencias vividas puede paliarse con un entorno seguro, con una acogida cálida, y con iniciativas solidarias que les ayuden a recuperar la confianza en los demás y a apreciar la bondad frente a la guerra.
Llamamos resiliencia a la capacidad de superar circunstancias adversas, adaptándose y saliendo fortalecido de una situación traumática. Integrar la experiencia en su historia de vida y poder recordar el pasado sin que su estabilidad emocional se vea dañada es un indicador de la aceptación de lo vivido. Convertir el trauma en resiliencia supone un paso firme para avanzar. Para avanzar mirando con esperanza hacia el futuro.