El agua y la energía son elementos básicos para vida y el progreso de las sociedades. Una parte importante de la producción de energía depende del agua y la energía también es fundamental para proporcionar agua dulce.
Por un lado, se requiere agua en la generación y transmisión de energía para la producción de la hidroeléctrica, nuclear y térmica. Por otro, según las Naciones Unidas, el 8% de la generación de energía global es necesaria para la provisión de agua: su recogida, transporte, distribución y posterior tratamiento.
Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) de 2012, unos 580.000 millones de metros cúbicos de agua dulce se destinan a la producción de energía cada año, es decir, el sector emplea agua aproximadamente en la misma cantidad y a la misma velocidad que ésta fluye por el río Ganges o el Misisipi. Es aproximadamente el 15% de la extracción de agua total del mundo y se destina sobre todo a la refrigeración de las centrales térmicas. Esta cifra sólo es superada por la del agua empleada para la agricultura.
El consumo mundial de energía aumentará el 50% entre 2007 y 2035, según datos de la EIA
Pero el pastel no se reparte a trozos iguales. Unos 768 millones de personas no tienen acceso a agua potable, 2.500 millones no disponen de unos servicios sanitarios adecuados y 1.300 millones de individuos no se benefician de la energía generada. La mayoría de los afectados habitan en zonas marginales y rurales de los países más desfavorecidos y la situación les atrapa en un ciclo de pobreza y enfermedades como el cólera.
Por todo ello, este año, Naciones Unidas centra el Día Mundial del Agua en el nexo que existe entre el agua y la energía, abordando así las desigualdades sociales. Asimismo, se persigue el desarrollo de nuevas políticas en el marco de la energía verde que puedan hacer frente a los enormes retos que plantea el aumento de la demanda de estos recursos como consecuencia del crecimiento previsto de la población mundial –de 7.000 millones a 9.000 millones en 2050–, del crecimiento económico, sobre todo en los países en desarrollo, y de los efectos del cambio climático.
La Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA, por sus siglas en inglés) estima que el consumo mundial de energía se incrementará alrededor del 50% de 2007 a 2035.
Garantizar la seguridad alimentaria
A la relación vital de agua y energía, se le une un elemento más: los alimentos. Agua, energía y alimentos son las tres piezas de un mismo rompecabezas, si bien las soluciones que ofrece el sistema las considera por separado.
Entre el 15 y el 23 de marzo se celebra la Marcha Mundial por el Agua y el Saneamiento
Siguiendo este ritmo de crecimiento, en 2030 necesitaríamos el 30% más de agua, el 40% más de energía y el 50% más de comida. Según los expertos, resolver los problemas de acceso al agua puede automáticamente facilitar la disponibilidad de comida.
Precisamente en esta línea, a finales del pasado mes, la FAO advirtió de que la escasez de agua es uno de los problemas más urgentes de seguridad alimentaria en los países de Oriente Próximo y África del Norte, visto que se espera una disminución del 50% de la disponibilidad de agua dulce en la región para 2050.
Conscientes de la urgencia del momento, cientos de miles de personas se reúnen estos días en más de 80 países de todo el mundo para exigir a los gobiernos un mayor compromiso para solucionar la crisis global de acceso al agua y a los servicios sanitarios adecuados bajo el movimiento de la Marcha Mundial por el Agua y el Saneamiento 2014.
“Estas personas caminarán en gesto de solidaridad con los millones que se siguen viendo obligados a caminar para conseguir agua y a defecar al aire libre”, explican desde la página web de la movilización, que tiene lugar entre el 15 y el 23 de marzo.