En las calles de Zarzalejo, un municipio madrileño de 1.800 habitantes, hay tres paradas de autoestop. Una marca azul sobre la calzada las identifica. Sirven como punto de recogida de vecinos dispuestos a compartir coche en sus desplazamientos cercanos.
"Hemos creado un blog en el que cualquiera puede inscribir sus itinerarios fijos semanales para compartir vehículo", explica Pepa Recuero desde la comisión de Transportes local. "Es una pena que los coches vayan ocupados por una sola persona, sobre todo cuando hay un trasiego constante. Queremos fomentar su uso compartido para aprovechar al máximo la energía", explica.
Y ésta no es la única señal visible de que algo se está moviendo en esta población de la sierra madrileña, a 57 kilómetros al oeste de la capital, en la que conviven vecinos de toda la vida con ex urbanitas hambrientos de un vida más pausada, sostenible y en contacto con la tierra.
Hace dos años, las familias comenzaron a organizarse "para afrontar posibles eventualidades, como la crisis financiera o la disponibilidad de recursos energéticos", explica Javier Zarzuela, uno de los impulsores de la iniciativa vecinal Zarzalejo en Transición.
La era del decrecimiento
Según Zarzuela, maestro de profesión, "desde que descubrimos los combustibles fósiles, hace 150 años, no hemos conocido otra cosa que la expansión. Pero el planeta tiene límites, y éstos empiezan a manifestarse con claridad". "El mercado se ha percatado y eso ha provocado una contracción general. Estamos viviendo los primeros momentos de la era del decrecimiento", anuncia.
"La crisis financiera", advierte Zarzuela, "es la avanzadilla de la crisis energética". Y se plantean nuevos retos. ¿Cómo hacerles frente?: "Fortaleciendo las comunidades a través del intercambio, la actividad comercial y la producción, haciendo ajustes para avanzar hacia una menor dependencia de los combustibles fósiles y de los bienes de consumo de fácil disponibilidad".
El coche no es lo único que los vecinos de Zarzalejo comparten. También cuentan con un huerto común. De las 400 familias que residen en el municipio, 24 están vinculadas a la CSA (Community-Supported Agriculture, o agricultura sostenida por la comunidad). Juntas han alquilado una parcela de tierra y contratado a un agricultor para que la cultive. Todo lo que se produce en ella se reparte, y el trueque es un elemento presente en su funcionamiento.
Una cesta de la cosecha semanal
"Cada familia paga 165 euros al trimestre por una cesta de la cosecha semanal. Hay, además, dos cestas solidarias a cambio de tiempo de trabajo", señala Chuca Palafox, responsable de la comisión de la CSA. "Además de reforzar vínculos entre la gente", destaca, "producimos verdura ecológica, aprendemos a cocinar con menos energía y a conservar los alimentos, recuperamos habilidades perdidas y ganamos en seguridad alimentaria".
La comunidad se ha dotado también de un banco de tiempo y una moneda local que, si todo va bien, pronto será comarcal, compartida con poblaciones cercanas como San Lorenzo de El Escorial, Robledo de Chavela o Fresnedillas. El objetivo es estimular la economía de la zona y fomentar el consumo de proximidad. "Nuestras iniciativas se basan más en hacer que en pedir. No son reivindicativas, pero sí muy visibles", aclara Zarzuela, quien concluye: "No queremos convencer a nadie, sólo servir de ejemplo".
La última de ellas intenta concienciar a los vecinos de la importancia de aislar sus viviendas para conservar el calor "porque los precios de la energía se van a disparar", vaticina Zarzuela. Desde la comisión de Energía se organizan charlas con arquitectos, se fomentan "energías de transición" como los paneles solares y se invita a los vecinos a asociarse para obtener materiales al mejor precio.
Totnes, cuna del movimiento
El movimiento de Ciudades en Transición nació en 2005 en Totnes, una población de 10.000 habitantes del sur de Inglaterra. Allí, el permacultor Rob Hopkins comenzó a ensayar con amigos alternativas para hacer frente a los retos que plantea el cambio climático y el agotamiento de los combustibles fósiles.
"No tenemos las soluciones, pero las estamos buscando. El objetivo es crear comunidades resilientes –capaces de absorber un impacto y salir fortalecidas de él– en cualquier parte del mundo. Cada país y cada cultura lo adapta a su manera y con sus propios ingredientes", declara el cofundador de Transition Towns.
En 2011, la valenciana Susana Martínez, su compañero y los dos hijos de la pareja decidieron poner rumbo a Totnes dispuestos a aprender del modelo. "La idea de un pueblo que se mueve hacia la sostenibilidad nos parecía muy interesante" apunta. "El tema de las eco-aldeas es muy bonito, pero no todo el mundo puede dejar casa y trabajo para crear un entorno más sostenible, así que lo ideal es hacerlo donde tu vives: en tu pueblo, tu barrio, tu empresa", constata.
Pagar y consumir menos
En Totnes, asegura Martínez, "la gente se asocia con los vecinos para pagar y consumir menos, lleva otro ritmo de vida y se implica mucho en los proyectos. Los hay de todo tipo: educación, salud, comida, huertos compartidos, energía, ecohousing (construcción ecológica), recuperación del paisaje. Cualquier idea para mejorar la comunidad es bienvenida, una persona puede ponerla en marcha fácilmente con dos o tres amigos".
"Me sorprendió que la gente te sonreía por la calle", destaca. " Todo el mundo va en bicicleta y lleva su bolsa de tela para comprar en los comercios locales, donde puedes encontrar todo tipo de comida ecológica, en la que se indica el nombre del productor y la distancia que han recorrido los productos... ¡No tienen ni la mitad de sol que nosotros y en el 30% de las casas cuentan con paneles solares!", añade.
"Cada vez que se inaugura un proyecto, hay una fiesta. Se termina, y hay otra. La celebración es algo muy importante", subraya. "De hecho, mucha gente se engancha al siguiente proyecto gracias al ambiente positivo que se genera".
A su regreso a España, Susana realizó los cursos de formación para la transición y hoy imparte talleres y charlas de motivación. "Cualquiera puede iniciar una iniciativa de transición", sostiene. "Basta con un pequeño grupo de personas concienciadas. No hay que esperar a que nadie te dé permiso para actuar o te diga cómo hacerlo. Si puedes hacerlo, hazlo", concluye.
Dos mil iniciativas en 34 países
Hoy, la Red que comenzó a tejerse en Totnes tiene presencia en 34 países –desde Japón a Brasil o Australia– a través de más de 2.000 iniciativas de todo tipo. En España, el fenómeno despegó en 2010 y, según Javier Zarzuela, "está extendiéndose muy rápidamente".
Entre las comunidades pioneras destacan Coín, Fuengirola y Mijas (las tres en Málaga), Barcelona, Bilbao, Móstoles (Madrid), Vilanova i la Geltrú (Barcelona), Vitoria-Gasteiz, El Casar (Guadalajara) o el mismo Zarzalejo, donde el año pasado tuvo lugar el Primer Encuentro de Transición del estado español.
Juan del Río, educador para la sostenibilidad y coordinador de Transición Sostenible cifra entre 30 y 40 los colectivos, pueblos y ciudades vinculados a este movimiento en todo el país, aunque hay muchos otros grupos que, sin declararse en transición, precisa, trabajan en la misma dirección.
Para Susana Martínez, "en cuanto a concienciación, los españoles estamos a años luz de otros países. Estamos muy preocupados con la crisis económica, pero la energética no la tenemos en cuenta. Somos adictos al petróleo. Nuestra ropa, el transporte, los alimentos, los envasados, los productos fitosanitarios, todo viene del petróleo... Necesitamos reaccionar y apostar por las renovables ya".
"Más que un movimiento", señala Javier Zarzuela, "esto es una movilización. Es una aventura social que, por su propia naturaleza, es incontrolable y nos desborda. En realidad, no sabemos cómo se va a desarrollar, porque los acontecimientos van por delante de nosotros. La clave es estar lo más preparados posible", remata.
Comentarios (1)