Con este objetivo, la urbe aprobó una normativa que obliga a los dueños de las azoteas a plantar en ellas algún tipo de vegetación, con el fin de aprovechar así las posibilidades que estas instalaciones ofrecen para mejorar la calidad de vida del conjunto de la población. El ahorro directo de energía que propician los techos verdes lleva asociada una reducción de emisiones de dióxido de carbono. Y, además, las plantas que viven en ellos actúan como sumidero de este gas de efecto invernadero.
Copenhague se suma así a la primera ciudad del mundo que aprobó una legislación sobre la materia, Toronto, en Canadá, donde las cubiertas ajardinadas ocupan ya una superficie de 1,2 millones de metros cuadrados.
Árboles y plantas echan raíces en las cubiertas de hormigón de centros comerciales, sedes institucionales y edificios residenciales y, gracias a su presencia, los propietarios de los inmuebles han conseguido un ahorro energético anual de más de 1,5 millones de kWh.
La gran ventaja es que amortiguan las temperaturas durante todo el año
La capital danesa cuenta con 30 edificios donde la vida vegetal prospera a sus anchas mirando al cielo y se prevé que con la última legislación incremente en 5.000 metros cuadrados anuales la superficie de azoteas que acogen huertos y jardines. Existen, además, cerca de 20.000 metros cuadrados de terrazas elevadas donde la idea también podría implementarse.
A priori, el beneficio más visible de las cubiertas verdes es la mejora de la calidad ambiental y estética urbanas. Disponer de un ambiente con plantas herbáceas y especies arbustivas supone incrementar la biodiversidad urbana, crear un sumidero de dióxido de carbono, reducir el polvo y la contaminación y disponer de un espacio en el que cultivar verduras y frutas para el propio consumo.
Sin embargo, la gran ventaja de los techos ajardinados es que actúan a lo largo de todo el año como verdaderos amortiguadores térmicos, incrementando el aislamiento de las partes externas de los edificios y generando un ahorro en cuanto a la demanda de climatización, tanto en calefacción como en refrigeración.
En invierno, los tejados tapizados de vegetación evitan fugas de calor por conducción hacia el exterior desde la parte más caliente de la habitación, que siempre es el techo, y durante el verano, esta resistencia también dificulta la transmisión de energía.
Hay que tener en cuenta que la cubierta de un edificio es la parte más afectada por la acción solar durante el verano, llegando a irradiaciones de 1.000 vatios por metro cuadrado. Dotar las paredes de un potente aislamiento no es garantía suficiente para un confort térmico, ya que hay que parar o reducir la radiación solar y evitar que la superficie de la cubierta llegue a temperaturas elevadas, que pueden ser incluso superiores a los 60ºC.
Esta función se realiza por medio de la reflexión, la transpiración de las plantas y el equilibrio aire-agua del sustrato, con lo cual el conjunto actúa como un amortiguador térmico adaptable a las necesidades ambientales del momento.
Isla de calor
Los techos verdes también protegen las edificaciones de los rayos ultravioleta y de los cambios bruscos de temperatura, alargando la vida útil que tendría un techo sin protección. Igualmente, son capaces de absorber hasta el 80% del agua de lluvia, contribuyendo a reducir los problemas de inundación causados por las tormentas.
Pero es su capacidad para hacer caer las temperaturas urbanas y combatir el llamado efecto isla de calor lo que les está convirtiendo en una tendencia al alza en algunas ciudades.
Es el caso de Chicago, una de tantas metrópolis víctima de este problema. En pocas palabras: el cemento y el asfalto absorben y atrapan el calor provocando que la ciudad tenga una temperatura más elevada que las áreas rurales circundantes. Los edificios absorben los rayos del sol durante el día y liberan el calor durante la noche.
La azotea ajardinada más grande de Europa se halla en Boadilla del Monte, Madrid
Esta situación se ve agravada por el cambio climático y, precisamente para luchar contra el calentamiento global, la tercera ciudad con más habitantes de Estados Unidos se ha propuesto construir un nuevo Chicago, desde las aceras a los tejados. El eje central de este plan, dotado con 7.000 millones de dólares (unos 5.400 euros), es añadir vegetación y espacios verdes donde sea posible, y conseguir así un efecto refrescante de forma natural.
El ayuntamiento ya dispone de un inmenso techo verde en el que crecen 20.000 plantas de más de 150 especies, y que permite al consistorio ahorrar unos 3.600 dólares anuales (2.825 euros) en climatización. Se estima que, si todas las azoteas de la ciudad contaran con árboles y plantas, se podrían ahorrar 100 millones (78 millones de euros) en energía al año.
De momento existen 359 terrazas elevadas cubiertas de vegetación que ocupan más de medio millón de metros cuadrados, la mayor extensión de América del Norte. Pero los planificadores de la urbe quieren más. Por eso, una normativa exige que todos los nuevos edificios que emplean fondos públicos obtengan el certificado LEED (Líder en Eficiencia Energética y Diseño Sostenible), que generalmente exige un techo verde.
Desde finales de la década de los 90, Suiza obliga a cubrir con vegetación las terrazas de los nuevos edificios, y en Ciudad de México, quienes por iniciativa propia cubren de verde sus techos gozan de incentivos fiscales. En España, donde esta tendencia aún está dando sus primeros pasos, la sede financiera del Banco de Santander, en Boadilla del Monte (Madrid), cuenta con el techo verde más grande de Europa, de unos 100.000 metros cuadrados.
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