El calor no ha protegido a Àfrica y el coronavirus ha empezado a extenderse por el continente más pobre del planeta, el último al que ha llegado, y donde, ante la generalizada falta de medios económicos y materiales, una infección generalizada podría provocar una inimaginable catástrofe humana.
Pese a lo que esperaban los investigadores, que temperaturas más altas frenaran la progresión del COVID-19, la pandemia afecta ya a 50 de los 54 países africanos con más de 7.000 casos y más de 280 muertes, después de que Malaui anunciara sus primeros tres contagios a última hora del jueves. De momento, solamente continúan sin anunciar contagios las islas Comoras, Lesoto, Santo Tomé y Príncipe y Sudán del Sur, aunque la poca fiabilidad de sus sistemas de información no garantiza que no los tengan.
"No existe una base de evidencia sólida" de que el calor frena al virus
“Esta hipótesis [sobre el calor] ha llevado a algunos países europeos a implementar políticas iniciales basándose en que las tasas de transmisión disminuirán durante los meses de verano y la creencia de que los países africanos afrontarán epidemias más pequeñas que sus contrapartes europeas. Sin embargo, no existe una base de evidencia sólida para tales afirmaciones”, indica un estudio publicado estos días en la prestigiosa revista científica The Lancet, firmado por un equipo interdisciplinar de investigadores europeos y africanos, entre ellos el ministro de salud de Gambia.
“Si bien algunos países de África occidental cuentan con medidas para la epidemia de ébola de 2014, la región incluye a algunos de los países más pobres del mundo (según datos del Banco Mundial, nueve de los 25 países más pobres se encuentran en la región)”, señala el informe.“Hemos analizado la progresión a partir del primer y el quinto infectado en África del Oeste y pensamos que las altas temperaturas no detienen la epidemia. Burkina Faso y Senegal, por ejemplo, siguen un patrón idéntico al de España. Al ritmo actual, el impacto será como mínimo tan devastador como en Europa”, explica Joan Vives-Tomàs, uno de los autores del análisis y director del Medical Research Unit de Gambia.
Muchos países de africanos disponen de sistemas de salud con pocos recursos, por lo que no podrían hacer frente a la pandemia. La mayoría de los países de la región africana occidental, la más cercana a Europa, tienen menos de cinco camas de hospital y dos médicos por cada 10.000 habitantes, según datos del observatorio de salud global de la OMS. En contraste, Italia y España, desbordadas por los contagios, tienen 34 y 35 camas de hospital, respectivamente, y 41 médicos por cada 10.000 ciudadanos.
518 UCIs para 52 millones de personas
Más datos comparativos: España, con 47 millones de habitantes, contaba antes de la crisis con alrededor de 4.500 camas en unidades de cuidados intensivos, mientras que Kenia, con alrededor de 52 millones de habitantes, tiene sólo 518 plazas de UCI.
La cifra oficial de muertos en el continente alcanza ya las 286 víctimas y Sudáfrica sigue a la cabeza con 1.462 infectados. Le siguen Argelia (986), Egipto (865), Marruecos (691), Túnez (455), Camerún (306) y Burkina Faso (288). También hoy Libia ha informado de su primera fallecida, una mujer de 85 años, y Egipto de 85 nuevos enfermos, su máximo diario desde que la epidemia llegara a este país de más de cien millones de habitantes.
Las cifras actuales de positivos en África, sensiblemente más bajas que en el resto del mundo, se deben probablemente a que la pandemia ha llegado más tarde, probablemente por el menor número de conexiones aéreas internacionales y la menor participación africana en el comercio globalizado, y por la incapacidad de la mayoría de estados de realizar tests. En un mes y medio, los caso conocidos han pasado de cero a 6.000 en 47 países.
“Daba esperanza pensar que gracias al calor el virus avanzaría más despacio en África. Es una decepción y una preocupación”, se lamenta Melisa Martínez-Álvarez, coautora del análisis y experta en sanidad pública.
No se podrá confinar a una población sin recursos que vive con un euro al día
Incrementará los efectos del contagio el hecho de que en la mayor parte del continente africano es impensable, y poco eficaz, aplicar medidas como los confinamientos. Por una parte, buena parte de la población habita en viviendas pequeñas donde se agolpan, a menudo sin habitaciones separadas, un gran número de miembros de familias extensas. Por otra, está la ausencia de sanitarios propios y con agua corriente limpia en muchas de dichas viviendas, decenas de millones en todo el continente.
Pero, por encima de todo, está el hecho de que cientos de millones de personas viven con menos de un euro al día de trabajos informales que deben desarrollar a diario en las calles. Carecen de la capacidad económica de acumular ciertas reservas de víveres para poder encerrarse en casa. Una vez más, un mundo injusto condena a los más pobres a sufrir las peores consecuencias de sus errores.
En el lado más positivo de la balanza, la experiencia en gestión de emergencias sanitarias con enfermedades infecciosas juega a favor de la contención del COVID-19 enÁFrica. “Aunque las enfermedades no son comparables, hay equipos acostumbrados a lidiar con crisis de ébola, cólera, fiebre amarilla, meningitis o sarampión, ese conocimiento favorecerá la contención”, espera la doctora nigeriana Mary Stephen, técnica de la OMS.
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