El 26 de abril de 1986, una explosión en la central nuclear soviética Vladímir Ilich Lenin, situada a tres kilómetros de la ciudad de Prípiat (Ucrania), provocó uno de los mayores desastres medioambientales de la historia. Treinta años después del accidente de Chernóbil, cuyas consecuencias siguen sufriendo actualmente los habitantes de Ucrania, Rusia y Bielorrusia, el gobierno ucraniano ha anunciado su intención de convertir parte de la zona afectada en la mayor planta de energía solar del mundo.
El ejecutivo de Kiev busca relanzar el desarrollo del territorio con la instalación de paneles solares en la zona de exclusión ─un área de 30 kilómetros cuadrados alrededor del reactor nuclear que estalló en 1986─. La infraestructura será capaz de generar cerca de un tercio de la electricidad que proporcionaba la antigua central: más de 1 gigavatios de energía solar y 400 megavatios de otros tipos de energía renovable.
El proyecto tendrá un coste de entre 1.000 y 1.500 millones de dólares
La energía solar, una de las fuentes energéticas más seguras del mundo, pasa por su mejor momento a escala mundial gracias a la reducción de sus costes y a la mejora constante de la tecnología. Grandes plantas fotovoltaicas se están construyendo en países como Egipto, Marruecos, China o India ─que cuenta con el primer aeropuerto que se abastece únicamente con energía fotovoltaica─.
La construcción de la infraestructura tendrá un coste de entre 1.000 y 1.500 millones de dólares (entre 887 y 1.330 millones de euros). El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (EBRD, por sus siglas en inglés), ha sido una de las primeras entidades en reaccionar, mostrando su disposición a financiar parte o la totalidad del proyecto siempre y cuando haya otros inversores, sea rentable y cumpla con los más altos estándares ambientales. El gobierno ucraniano también negocia con empresas estadounidenses y canadienses, según el portal de noticias Bloomberg.
El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo ya ha destinado hasta el momento más de 500 millones de dólares (unos 443 millones de euros) para construir un sarcófago de acero inoxidable sobre el reactor destruido para contener la radiación que emite, que seguirá siendo peligrosa durante miles de años. Según los planes, esta estructura debería estar lista en 2017.
Demasiado peligroso
El proyecto que ahora impulsa Ucrania tiene varias ventajas: hay disponible tierra abundante y barata, y la luz del sol pega en el territorio como en el sur de Alemania, uno de los mayores productores de energía solar. Además, la zona dispone de las líneas eléctricas de alta tensión necesarias para transmitir la electricidad a la red nacional, que permanecen intactas desde el accidente. Y también se cuenta con personal especializado en la generación y distribución de electricidad, según el ministro de Ecología del país, Ostap Semerak.
Sin embargo, algo que todavía no se ha desvelado es cómo va a trabajar el personal en la nueva planta de energía solar y qué cantidad de exposición será ‘segura’ para sus integrantes, puesto que la instalación se ubicará en un territorio considerado todavía demasiado peligroso para la vida humana. Actualmente, en la vasta zona contaminada de Ucrania y Bielorrusia sólo viven unos pocos centenares de personas que se negaron a abandonar sus hogares. En ella, la naturaleza ha seguido su curso con toda normalidad: la población de animales salvajes, como los lobos, está en pleno crecimiento.
Bielorrusia apuesta por la energía atómica y abrirá su primera planta en 2018
La apuesta de Ucrania por la energía renovable en Chernóbil supone dar un giro más hacia el bloque europeo dejando atrás la dependencia energética de Rusia, país que le ha cortado el suministro de gas en repetidas ocasiones. Por si fuera poco, ambos países están en guerra desde hace más de dos años después de que Moscú se anexionara la península de Crimea y apoyara los movimientos secesionistas en las regiones orientales rusófonas de Donetsk y Lugansk. En los últimos días, la tensión de este conflicto olvidado, que suma miles de muertos y desplazados, se ha reavivado.
Mientras tanto, en el distrito bielorruso de Brahin, una de las zonas más contaminadas por la radiactividad tras la catástrofe nuclear de 1986, se construye una planta solar que ocupará un espacio inservible para la agricultura de la extensión de unos 80 campos de fútbol con 85.000 paneles y 22,3 megavatios de potencia. Esta instalación nace a la sombra de la planta de energía nuclear de Astravets, que está siendo levantada por el gobierno ruso y empresas del mismo país con la oposición de la población local y del resto de estados vecinos, quienes ya han denunciado accidentes. Se espera que el primer reactor entre en funcionamiento en 2018.
“El mundo tiene que ser muy consciente de qué pasará en caso de que haya un acto terrorista en una central nuclear o en un almacén de residuos nucleares. Tenemos que trabajar para conseguir eliminar la energía nuclear, en todas sus formas”, manifestaba en una reciente entrevista con EcoAvant.com la doctora bielorrusa Valentina Smolnikova, testigo de primera mano de la tragedia de Chernóbil.
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