El 7 de septiembre se conmemora el Día Internacional del Aire Limpio por un Cielo Azul 2024, cuyo propósito es promover la investigación y las prácticas efectivas para mejorar la calidad del aire. Este factor incide directamente en el medioambiente y en nuestra salud. En la edición de 2024, el lema seleccionado es `Invertir en #AireLimpioAhora´.

Sumario

 

El 19 de diciembre de 2019, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución para celebrar un Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul e invitó al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) a facilitar esta celebración en colaboración con otras organizaciones pertinentes. Esta efeméride que se celebró por primera vez en 2020 pretende impulsar más esfuerzos para mejorar la calidad del aire, proteger la salud humana y reconocer los vínculos entre la reducción de la contaminación atmosférica y la mitigación del cambio climático.

El lema de 2024 Invertir en #AireLimpioAhora enfatiza la necesidad urgente de establecer asociaciones más sólidas, aumentar la inversión y asumir una responsabilidad compartida para combatir la contaminación del aire. Puesto que la contaminación del aire no conoce fronteras, es esencial que todas las partes involucradas se esfuercen por proteger la atmósfera global y asegurar un aire saludable para todos. Colaborar más allá de los límites geográficos, superar barreras sectoriales y evitar enfoques aislados ayuda a reducir la polución atmosférica, promoviendo la financiación e inversión en soluciones que mejoren la calidad del aire. En la página oficial de la campaña, International Day of Clean Air for blue skies (cleanairblueskies.org), se puede encontrar más información sobre este día, además de una guía práctica para que todo el mundo pueda contribuir a la causa e incluso registrar sus propias iniciativas para mejorar la calidad del aire.

 

8 millones de muertes prematuras al año, que podrían doblarse antes de 2050

 

La contaminación atmosférica representa el mayor peligro ambiental para la salud humana y es una de las principales causas de muertes y enfermedades evitables a nivel mundial. El 99 % de la población mundial respira aire contaminado, es decir, que supera la directriz PM2.5 de la OMS (Organización Mundial de la Salud). Anualmente se producen más de 8 millones de muertes prematuras a la contaminación del aire en interiores y exteriores. Si no se toman medidas contundentes, se espera que las muertes relacionadas con la contaminación al aire libre aumenten en más del 50 % antes de 2050.

La contaminación del aire afecta de manera desproporcionada a grupos vulnerables en países en desarrollo, como mujeres, niños y ancianos, especialmente a aquellos con bajos ingresos que utilizan métodos de cocina y calefacción con leña y queroseno

Las autoridades internacionales ya están midiendo el impacto de la polución. De hecho, en 2020 el PNUMA, en colaboración con la empresa de tecnología suiza IQ Air, lanzaron una plataforma mundial para medir la calidad del aire en todo el mundo y que actualmente abarca los datos de más de 6.000 ciudades de 117 países. Esta plataforma aprovecha información en directo obtenida de fuentes gubernamentales, ciudadanos y estudios científicos, además de la utilización de inteligencia artificial y datos de satélites. Proporciona evaluaciones fácilmente comprensibles en una ubicación específica durante las últimas 24 horas. Esto incluye previsiones sobre la calidad del aire, datos acerca de la dirección y velocidad del viento, las temperaturas, la humedad y mediciones de la presión atmosférica. Además, se ha incorporado la función que muestra la exposición acumulada por hora a aire de mala calidad, siguiendo las nuevas pautas establecidas por la OMS.

 

Consecuencias en la salud humana y en el medioambiente

 

Los contaminantes climáticos de corta vida (CCCV) son considerados como algunos de los agentes contaminantes más estrechamente relacionados con los impactos en la salud y el calentamiento global a corto plazo. Permanecen en la atmósfera desde unos pocos días hasta varias décadas, lo que significa que la reducción de sus emisiones puede llevar a beneficios prácticamente inmediatos tanto en términos de salud como en la mitigación del cambio climático, especialmente para las personas que residen en áreas donde se logre disminuir sus niveles.

En paralelo, las partículas diminutas e imperceptibles de la contaminación se infiltran profundamente en nuestros pulmones, alcanzan el flujo sanguíneo y penetran en nuestros sistemas biológicos. Según la OMS, la contaminación del aire es responsable del 34 % de las muertes por enfermedades cardíacas, del 20 % de las causadas por accidentes cerebrovasculares, del 18 % de los fallecimientos por EPOC (enfermedad pulmonar) y del 7 % de las muertes por cáncer de pulmón. Adicionalmente, el ozono troposférico, formado por la interacción de diversos contaminantes con la radiación solar, también es un desencadenante de asma y enfermedades respiratorias de larga duración.

 

Genera unos gastos mundiales en salud de más de 5 billones de dólares al año

 

El impacto económico más evidente de la contaminación atmosférica es el coste para el sistema de salud pública. La contaminación atmosférica le cuesta a la economía mundial más de 5 billones de dólares al año en gastos sociales. Los efectos son peores en el mundo en desarrollo, donde en algunos lugares, las pérdidas sociales representan casi el 7,5% del PIB.

 

Carbono negro, ozono troposférico y metano son los principales contaminantes

 

El carbono negro mayormente proviene de fuentes como los motores diésel, la incineración de desechos y el empleo de cocinas y estufas que queman carbón, queroseno o biomasa (como madera o residuos animales). Las partículas de carbono negro tienen un tamaño tan reducido que pueden ingresar profundamente en los pulmones, el sistema circulatorio, el corazón y el cerebro, dando lugar a respuestas inflamatorias y otros efectos perjudiciales para la salud en el largo plazo. Afortunadamente, estas partículas tienen una vida útil breve, alrededor de diez días. Esto significa que, si las emisiones de carbono negro y otros contaminantes climáticos de corta duración se redujeran significativamente en los próximos años, se podría frenar el calentamiento global en hasta 5°C para el año 2050.

El ozono troposférico se genera mediante la interacción de emisiones de metano, óxidos de nitrógeno y otros contaminantes considerados como "precursores", provenientes de sectores como la industria, el tráfico, la gestión de residuos y la producción de energía. Este proceso ocurre en presencia de la radiación solar. Aunque su existencia es breve y desaparece en cuestión de días, pequeñas cantidades pueden persistir durante 1 a 2 meses, funcionando como factores que contribuyen al calentamiento climático. Reducciones en estas emisiones pueden desempeñar un papel crucial en la prevención de los efectos adversos del cambio climático.

El metano es un potente contaminante climático responsable de alrededor del 30 % del aumento de las temperaturas globales desde la Revolución Industrial. Un 40 % de las emisiones de metano generadas por la actividad humana proviene de prácticas en el ámbito agropecuario, principalmente de los arrozales y la producción ganadera. Le siguen en importancia las emisiones provenientes de aguas residuales, desechos sólidos y la industria petrolera y gasífera. Estas emisiones de metano juegan un papel significativo en la formación de ozono troposférico. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la Coalición Clima y Aire Limpio (CCAC) y la Agencia Internacional de la Energía (AIE) publicaron recientemente el estudio "El imperativo de reducir el metano de los combustibles fósiles" en el que se señala que una rápida reducción de emisiones de metano de combustibles fósiles podría evitar un aumento de temperatura global de hasta 0.1 °C para mediados de siglo. Esto tiene más impacto que retirar todos los automóviles y camiones del mundo de las carreteras. Aunque el escenario de emisiones netas cero para 2050 muestra una disminución de metano gracias al aumento de energías limpias, el informe concluye que este avance es insuficiente para reducir las emisiones de metano a un ritmo necesario para evitar los peores efectos del cambio climático.

La exposición prolongada a este ozono aumenta el riesgo de asma y otras enfermedades respiratorias crónicas, pudiendo afectar el desarrollo pulmonar en los niños. Aunque el metano persiste durante alrededor de una década, la adopción de mejores prácticas de manejo de residuos, en particular la captura y quema de metano como fuente de energía limpia, podría llevar a una rápida disminución de estas emisiones.

La implementación de medidas para controlar contaminantes climáticos de corta vida, enfocándose en las principales fuentes de metano y carbono negro, podría reducir el calentamiento global hasta en 0,5 °C en las próximas décadas. Además, evitaría 2,4 millones de muertes prematuras causadas por la contaminación del aire y prevendría la pérdida de más de 50 millones de toneladas de cultivos anualmente debido al ozono troposférico

 

Una emergencia mundial que tiene solución

 

La OMS ha categorizado la contaminación del aire como una crisis global. Sus efectos van más allá de la salud humana y el bienestar, ya que también impacta negativamente tanto en la economía como en los ecosistemas. Este problema golpea de manera desproporcionada a los individuos y comunidades más frágiles. Aunque la solución es compleja y requiere una acción concertada por parte de los gobiernos, no es imposible. Experiencias pasadas y presentes nos demuestran que gran parte de la contaminación del aire causada por actividades humanas es evitable y, como se ha evidenciado en distintos casos, reducir sus niveles proporciona ventajas adicionales, como una población más saludable y productiva, un entorno natural más robusto, la disminución de la pobreza y una mayor prosperidad compartida.