Según cálculos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en el mundo ya operan 1.600 millones de aparatos de aire acondicionado. La universidad británica de Birmingham cree que realmente son ya 3.600 millones. La AIE augura que en 2050 serán 5.600 millones de unidades, según se afirma en su informe El futuro de la refrigeración, donde vaticina que en las tres próximas décadas se venderá una cada 10 segundos.
En los próximos 30 años se venderá un aparato de este tipo cada 10 segundos
Los investigadores británicos son aún más pesimistas, creen que dentro de 30 años zumbarán en ventanas y azoteas 14.000 millones de estos electrodomésticos, casi cuatro veces más que ahora. Y que en estos 30 años se instalarán 19 de ellos cada segundo. El incremento constante de las rentas disponibles en China o India tendrá buena parte de la culpa de este gigantesco incremento.
Y aparatos de aire acondicionado y ventiladores consumen ya cerca del 20% de la electricidad empleada en los edificios de todo el planeta, aunque su distribución es muy irregular: mientras el 90% de las casas de Estados Unidos o Japón disponen de un dispositivo de refrigeración, que están presentes en menos de un tercio de los hogares de todo el planeta, y en España los tienen casi la mitad de los hogares, en los países más cálidos, en su inmensa mayoría en vías de desarrollo, son una rareza solo al alcance del 8% de la población.
“El crecimiento del enfriamiento artificial creará una demanda masiva de energía y esto causará un gran aumento en la contaminación y de las emisiones de CO2, causante del cambio climático. El mundo no debe resolver una crisis social creando una catástrofe ambiental”, afirma Toby Peters, autor del estudio Un mundo fresco. Descifrando el enigma energético del enfriamiento para todos de la universidad inglesa.
Energías limpias o sucias
El estudio dirigido por Peters concluye que si no queremos que esos 14.000 millones de aparatos disparen las emisiones, que podrían llegar a consumir el 80% de la energía de fuentes renovables para entonces, “debemos dejar de preguntarnos '¿cuánta electricidad necesitamos generar?' y comenzar a preguntar '¿cuál es el servicio que requerimos y cómo podemos proporcionarlo de la manera menos dañina?'”, advierte.
Y eso si alimentamos estos aparatos con energías limpias. Hacerlo con combustibles fósiles puede causar un grave impacto para la salud, incluso muchas muertes. "Las olas de calor aumentan y suben en intensidad. Tendremos más demanda de refrigeración que requerirá más electricidad. Pero si nuestro país sigue dependiendo de centrales eléctricas de carbón para obtener electricidad, cada vez que encendamos el aire acondicionado, ensuciaremos el aire, causando más enfermedades e incluso muertes", advierte Jonathan Patz, experto en cambio climático y salud humana de la Universidad de Wisconsin en Madison (Estados Unidos).
En un artículo titulado Impactos en la salud relacionados con la calidad del aire derivados del cambio climático y de la adaptación de la demanda de refrigeración para edificios en el este de los Estados Unidos, publicado hace unas semanas en un número especial sobre cambio climático de la revista PLOS Medicine, un equipo de investigadores de esta universidad pronosticaba hasta 1.000 muertes adicionales por año en el este de Estados Unidos solamente por culpa del incremento del consumo eléctrico para refrigerar edificios.
Además del consumo, los gases refrigerantes tienen un potente efecto invernadero
El impacto del aire acondicionado sobre el cambio climático no se reduce a su consumo de electricidad. Además está el tema de los gases refrigerantes, en su mayor parte hidrofluorocarburos (HFC) que son un poderoso gas de efecto invernadero si se liberan a la atmósfera, lo que sucede si cuando los aparatos finalizan su vida útil no son objeto de un adecuado tratamiento de reciclaje.
El aire acondicionado es un invento reciente, pero que como sucede con todos los excesos humanos, ha alcanzado un enorme impacto y consumo en menos de un siglo. Ya a finales del siglo XVIII, el prolífico Benjamín Franklin descubría el efecto refrigerante de la evaporación de líquidos, pero los aparatos capaces de refrigerar estancias no llegarían hasta principios del XX.
El primer equipo que refrescaba una fábrica se instaló en 1906 en Estados Unidos. El primero instalado en una casa lo fue en Minneapolis en 1914, pero medía más de dos metros de alto y siete de largo. Los equipos individuales instalables en ventanas o terrazas como hoy los conocemos son obra de H.H. Schultz y J.Q. Sherman y empezaron a comercializarse, a precios prohibitivos, en 1932. En 1939 recorrió las calles el primer coche con aire acondicionado.
Para Peters, "la mayoría de la gente tiende a pensar en consumo de energía en términos de calor y luz y transporte, pero cada vez más, va a usarse para el frío. La demanda de frío ya es enorme, está creciendo rápidamente y la cubrimos básicamente de la misma manera que lo hemos estado haciendo durante un siglo. El frío es la Cenicienta del debate energético: si no cambiamos la forma en que lo proporcionamos, las consecuencias serán dramáticas”.
Resulta vital pues, si no se puede evitar que se instalen, reducir el consumo de estos aparatos. Según un estudio del Laboratorio Nacional Ernest Orlando Lawrence de Berkeley (Estados Unidos), si fuera posible desarrollar aires acondicionados que consuman un tercio menos y eliminar los HFC, se evitaría la construcción de 1.550 nuevas plantas de energía eléctrica en todo el globo. Esta medida tendría un impacto sobre el volumen de emisiones ocho veces mayor que la presa china de las Tres Gargantas y dos veces mayor que el de la iniciativa para potenciar la energía solar en la India.