Según un estudio realizado por el Laboratorio Internacional en Cambio Global chileno (impulsado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas español, CSIC), la Universidad Católica de Chile y la organización Conservation Nature, entre otros organismos, algunas de las principales áreas productoras de vino se verán afectadas “sustancialmente” por el aumento paulatino de las temperaturas medias y la disminución de la pluviosidad.
En España, se vaticina un desplazamiento del cultivo hacia el Cantábrico
El estudio Cambio climático, vino y conservación, publicado el año pasado por la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (Actas de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense) llegó a la conclusión de que la zona apta para la supervivencia de los viñedos, concentrada mayoritariamente en las regiones de clima mediterráneo del globo (Mediterráneo, California, centro de Chile, extremo suroccidental de Sudáfrica y sudeste de Australia) puede decrecer a mediados de siglo entre una quinta y tres cuartas partes, según el nivel de calentamiento alcanzado.
En concreto, las estimaciones de los investigadores son de que las actuales regiones vinícolas perderán entre un 25% y un 73% de superficie en el supuesto de un nivel de concentración representativa de gases de efecto invernadero (RCP, en sus siglas en inglés) de 8,5 (escenario en el que su nivel seguiría aumentando a lo largo de todo el siglo) y entre un 19% y un 62% si el RCP es de 4,5, el segundo más bajo de los planteados por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (en el que la concentración de gases empezaría a descender hacia 2040).
A causa de esta pérdida de suelo cultivable, los productores de vino trasladarán los viñedos en nuestro hemisferio hacia el norte (la Europa nórdica, el sur de Gran Bretaña o el oeste norteamericano), o a zonas de mayor altitud, en busca de territorios menos calurosos y secos.
Ello conllevaría la pérdida de hábitats naturales que acogen especies de animales que tendrán dificultades para adaptarse a tan rápidos cambios en su ecosistema y, ante un previsible aumento de la demanda mundial de vino, debido al crecimiento demográfico, un mucho mayor consumo de agua para la agricultura, advierten los autores del trabajo, quienes reclaman una urgente tarea de adaptación de los viñedos al cambio climático para prevenir estos impactos ambientales.
La punta del iceberg
Entre las zonas que podrían verse más afectadas por la llegada de los cultivos de viña huyendo del calor y la sequía, los autores señalan la región de las montañas Rocosas, entre Estados Unidos y Canadá, donde el oso pardo y el lobo gris podrían ver su supervivencia comprometida por esta causa. Para España, el mayor productor mundial, con 954.000 hectáreas de viñedo (un 5,6% del total de superficie cultivada del país) se vaticina un progresivo desplazamiento del cultivo hacia el Cantábrico.
El especialista en cambio global de Conservation International y autor principal del estudio, Lee Hannah, opina que “la sensibilización de los consumidores y la industria viticultora y las acciones de conservación serán necesarias para mantener el vino de alta calidad y a la vez reducir las externalidades negativas sobre los ecosistemas”. El investigador señala que “esto es sólo la punta del iceberg y el mismo consejo se debería tener en cuenta para muchos otros cultivos globales".
Los firmantes recomiendan una planificación conjunta entre viticultores y científicos de la expansión de los viñedos que evite las zonas de mayor importancia ecológica, incentivar entre los consumidores la compra de aquellos vinos obtenidos de forma sostenible y respetuosa con la biodiversidad y la investigación sobre nuevas variedades de uva de mayor tolerancia a los cambios del clima.
Los expertos coinciden en la necesidad de adaptar los viñedos a los cambios en el clima
El mundo de la viticultura es consciente desde hace años de que el cambio climático tendrá un efecto insoslayable sobre esta industria. El calentamiento propiciará modificaciones en las cualidades de la uva que afectarán al vino que se obtenga de ella.
Una investigación del Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario, NEIKER-Tecnalia, la Universidad de Navarra y el CSIC presentada este año en el congreso European Geosciencies Union (Unión Europea de Geociencias, EGU) celebrado en Viena (Austria) concluyó que la uva de variedad tempranillo registrará un color menos intenso y una mayor acidez.
Las vides sometidas artificialmente a situaciones de mayor temperatura, más estrés hídrico (fueron regadas un 40% menos) y superior concentración atmosférica de dióxido de carbono proporcionaron un mosto con un menor contenido de antocianos (polifenoles o sustancias colorantes que se hallan en la piel y las semillas de la uva y dan su color a los vinos tintos) y un mayor pH (acidez) que las que se encontraban en condiciones normales. Asimismo, en las plantas que fueron situadas en condiciones de cambio climático, la vendimia se adelantó nueve días.
En 2006 se celebró en Barcelona el primer Congreso Mundial sobre Cambio Climático y Vino, que reúne a empresarios, enólogos, científicos, viticultores, importadores y sumilleres de más de 40 países y cuya tercera edición tuvo lugar en 2011 en Marbella (Málaga) con la presencia de un millar de asistentes, entre los que se contó el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan.
Entre las conclusiones de los debates destacó la necesidad imperiosa de una adaptación de los viñedos a los cambios en el clima, que resulta más fácil para las variedades autóctonas de cada territorio, así como el uso de medios más sostenibles para el cuidado del cultivo, con la finalidad de reducir la contribución del sector al calentamiento global, entre los que se presentaron experiencias como el regreso al uso de animales de tiro para las labores agrícolas, o de aves de corral u otras especies de fauna silvestre para la lucha contra las plagas.
Comentarios