Las plantas termosolares de concentración (CSP en sus siglas inglés) aparecen como la tecnología que puede convertir definitivamente la energía solar en una alternativa real a las fuentes no renovables. Diversos países están incentivando la construcción de este tipo de centrales, que no deben confundirse con las fotovoltaicas.
China ha llegado a un acuerdo con la empresa californiana SolarReserve para construir una planta de 1000 megavatios (MW) con capacidad de almacenamiento. El objetivo de este país es llegar a los 10.000 MW en los próximos años, con lo que se reducirían notablemente sus emisiones de carbono. SolarReserve también construirá una planta de este tipo en África, en la provincia del Cabo Septentrional (Sudáfrica), de 100 MW de capacidad, y la primera e este tipo en Chile, de 260 MW. Abengoa, la empresa española constructora de buena parte de las centrales termosolares en nuestro país (y que lucha actualmente por dejar atrás sus problemas económicos), también está construyendo una planta en el desierto chileno de Atacama. Por su parte, Dubai también se ha embarcado en una construcción del mismo tipo que le llevará a disponer de 1.000 MW en 2030.
La primera termosolar del planeta de uso comercial se inauguró en España en 2007
España construyó su primera planta termosolar en 2007 (Solúcar PS10 en Sevilla) y en 2013 ya contaba con más de 50, con una potencia por encima de los 2.000 MW. Nuestro país está considerado como uno de los líderes en este tipo de tecnología, junto con Estados Unidos. Precisamente, una de las mayores plantas solares del mundo es la de Crescent Dunes, que se encuentra en Nevada y fue construida por SolarReserve. Actualmente, en el mundo se pueden generar 4.940 MW anuales de energía base por medio de este tipo de plantas.
Sin embargo, las centrales termosolares de concentración no se pueden considerar algo realmente nuevo. Esta tecnología se conoce desde finales del siglo XIX y principios del XX, pero no se empezaron a construir plantas hasta los años 60 del siglo pasado. De hecho, no ha sido hasta hace unos años que los precios de esta tecnología han ido descendiendo de forma constante y el mercado de la energía ha decidido apostar por esta forma de producir electricidad. Fue en España donde se inauguró en 2007 la primera planta termosolar del mundo de uso comercial (la PS10) que aún funciona y provee de energía a 25.700 hogares, evitando la emisión anual de 31.200 toneladas anuales de CO2 a la atmósfera.
SolarReserve explica en su página web que una planta de este tipo “utiliza la energía solar y no requiere de combustibles fósiles, suministra electricidad según demanda, de manera muy similar a una central nuclear, de gas natural, de petróleo o carbón, con la salvedad de que no genera emisiones de carbono ni desechos peligrosos, y utiliza poca agua”. Es decir, todo buenas noticias para el medio ambiente.
Pájaros carbonizados
La tecnología fotovoltaica es la forma más extendida de aprovechar la energía solar. Utiliza placas solares de materiales semiconductores para producir electricidad directamente. Esto es lo que podemos ver instalado como placas en hogares particulares, o como grandes plantas en las zonas más soleadas de España. A diferencia de estas, las centrales termosolares de concentración utilizan espejos o lentes que dirigen la luz solar hacia una superficie pequeña donde se concentra y se crea gran cantidad de calor, el cual impulsa un motor, que suele ser una turbina de vapor.
Hay muchos sistemas para concentrar la luz, con diferentes niveles de efectividad. Generalmente, todos son móviles, para poder recoger al máximo el sol orientándose según se mueve el astro en el cielo. El tipo de centrales más comunes son las cilindro-parabólicas que copan el 90% del mercado mundial. Están formadas por campos de espejos o lentes en forma de media luna que concentran la luz en un tubo situado en el centro de esta figura, el cual está relleno de un material que puede ser sal, y que se calienta para después generar calor y energía al accionar un motor.
Las CSP eliminan la incertidumbre y la dependencia de los combustibles fósiles
Otros tipos de centrales son las de discos Stirling, las de reflector fresnel lineal compacto y las torres de energía solar. Este último sistema concentra toda la energía de los reflectores en una torre central que contiene habitualmente agua de mar, que se calienta. Esto produce energía y calor para mover un motor o para almacenar, al igual que en las plantas cilindro-parabólicas. Aunque hace unos años las torres de energía solar no eran suficientemente rentables, las nuevas plantas proyectadas serán de este tipo, ya que sus costes han descendido mucho y esta tecnología permite un mejor almacenamiento.
Precisamente, esta es la ventaja principal de las centrales termosolares de concentración sobre las fotovoltaicas. El presidente de SolarReserve, Kevin Smith, explica cuál es el gran problema de estas últimas: “La dificultad (...) es que son intermitentes. Cuando el sol se pone, estás acabado”. Sin embargo, las plantas termosolares pueden almacenar la energía no utilizada y alimentar la red eléctrica por la noche, cuando no hay radiación para producir electricidad. Esto es muy importante, porque elimina la incertidumbre y la dependencia de los combustibles fósiles para mantener un flujo de energía estable. Además, utiliza una cantidad mucho más baja de agua que otros tipos de tecnología.
Aunque las perspectivas son optimistas, las centrales termosolares tienen algunos obstáculos por delante. El primero es de tipo económico. Aunque el coste del kilovatio por hora ha bajado exponencialmente, el objetivo es que sea menor de los 10 céntimos para poder ser competitivos en el mercado, uno de los temas a tratar en la próxima Cumbre Internacional Termoeléctrica en Sevilla.
Por otro lado, muchos pájaros y otros animales mueren carbonizados al cruzarse con el haz de radiación concentrado. Una información denunciaba que más de 28.000 aves habían muerto quemadas al acercarse a los reflectores en la plataforma californiana de Ivanpah, unos datos que resultan casi insignificantes si se comparan con la eficacia letal de otros 'enemigos' de las aves como el choque contra las ventanas (con una media de 599 millones de aves muertas al año) o los generadores eólicos (responsables del fallecimiento de entre 140.000 y 328.000 pájaros cada año). Después de estudiar durante un año los cadáveres encontrados en la zona, se estimó que la mortalidad era mucho más baja y estaba en torno a los 3.000 animales, número que otras centrales han conseguido reducir aún más con algunos cambios en los reflectores.