¿Tendremos agua suficiente en España? La respuesta, como para casi todas las preguntas a futuro, es: depende. Depende de dónde y, sobre todo, depende de qué se haga en los próximos años.

Sumario

 

Las perspectivas no son buenas: la Península Ibérica es, en gran parte de su superficie, un territorio seco en relación con el resto de Europa, más proclive a las sequías y vulnerable a los efectos del cambio climático. Las decisiones políticas pueden mitigar el problema, pero también agravarlo.

Aquí van algunos datos: España es uno de los países más secos de Europa, con una media de 667 mm (precipitación medida en milímetros de agua); las reservas de agua embalsada están, en la segunda semana de octubre, al 46,2%, inferior al 54,1% de media a diez años en la misma semana; y en la última década hemos pasado cinco de los seis años más cálidos desde que hay registros.

Las precipitaciones se van a reducir en España entre un 2% y un 4% de aquí al año 2040 y que los recursos hídricos disponibles en las diferentes cuencas hidrográficas se reducirán entre un 3% y un 7%

A esto se suma que el panorama a futuro no es halagüeño: el Centro de Estudios de Hidrográficos del CEDEX estima que las precipitaciones se van a reducir en España entre un 2% y un 4% de aquí al año 2040 y que los recursos hídricos disponibles en las diferentes cuencas hidrográficas se reducirán entre un 3% y un 7%.

Serie de temperaturas medias anuales y carácter térmico (respecto a la media 1981-2010) en España desde 1965 / Gráfico: Miteco

Sin embargo, los expertos consultados señalan que estas condiciones hídricas no son una sorpresa. Las sequías son un fenómeno coyuntural pero periódico en España. Y el cambio climático es una realidad constatada que se dejará sentir con más fuerza en años venideros. La cuestión, subrayan, es cómo respondemos a estos elementos. Si nos adaptamos a lo que hay y a lo que viene, o seguimos como si nada. Si adaptamos el uso del agua a los recursos que tenemos. Si prevemos, en definitiva, lo que se viene. Y no son optimistas.

 

Cuencas con déficit estructural

 

¿En qué situación estamos? “Depende de los lugares y de las cuencas”, responde Leandro del Moral, catedrático del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla y uno de los principales investigadores españoles en la gestión del agua. Nada tiene que ver la cornisa cantábrica con Cabo de Gata. Pero hay un problema de raíz: en muchas zonas de España se gasta más de lo que hay.

Ahora son recurrentes las noticias sobre pueblos que se abastecen de agua con camiones cisterna. Pasa desde hace tres años en Fuentedepiedra, un municipio en la comarca de Antequera. Dos veces a la semana, un camión lleva el agua a sus 2.500 vecinos, que ahora esperan que un nuevo pozo solucione el problema. Pero ha ocurrido también en Cala (en la sierra onubense, con las reservas agotadas), en Cuenca y hasta en Ávila.

Hay algunas cuencas donde hay una situación de déficit estructural permanente: la demanda, fundamentalmente la agraria es superior a los recursos

LEANDRO DEL MORAL, catedrático del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla

“Hay algunas cuencas donde hay una situación de déficit estructural permanente: la demanda, fundamentalmente la agraria es superior a los recursos”, abunda. En esta situación están la cuenca del Guadalquivir, la Mediterránea Andaluza o la del Segura. También la del Guadiana sufre gran estrés hídrico, lo que ha provocado la progresiva desecación de las Tablas de Daimiel.

El principal generador de este déficit son los usos agrícolas, según todos los expertos consultados. El riego consume en torno al 80% del agua que tenemos en España, con variaciones según la cuenca: la del Guadalquivir alcanza el 87%. Y este porcentaje en lugar de decrecer, aumenta. Según la última encuesta del INE, el volumen de agua de riego usado en el sector agrario aumentó un 3,7% en 2018 respecto a 2016.

Una persona pesca en un paraje de la cuenca del Ebro donde uso agrícola del agua sigue creciendol / Foto: Manuel Torres Garcia - Pixabay

El uso agrícola sigue creciendo en las cuencas del Ebro, Tajo, Guadiana, Júcar, Guadiana o Guadalquivir. “Hay una tensión muy fuerte, porque es el sector es el más voluminoso y es muy consuntivo”, explica Del Moral, que advierte: el problema no es solo el gran volumen de agua que requiere, sino que es un agua que se evapora y no retorna al ciclo.

Aunque se incorpora tecnología para mejorar la eficiencia del riego, el aumento de la superficie minimiza el saldo del ahorro. Cultivos tradicionales de secano como el olivar, la vid o el almendro, se están pasando al regadío en plantaciones muy intensivas, que da mejores rendimientos. “Hay mucha presión por la productividad”, comenta el experto.

“Son grandes industrias hortofrutícolas, que hoy invierten aquí y mañana en cualquier otro sitio, y están acabando con la agricultura tradicional, porque el pequeño agricultor no puede competir con esos precios”, denuncia Julio Barea, portavoz de Greenpeace.

 

Regadíos de alta demanda hídrica en zonas áridas

 

Un problema añadido es que gran parte de los aumentos para uso agrícola se están produciendo en zonas ya bajo estrés hídrico. Por ejemplo, Almería es ya “la huerta de Europa”. En la comarca del Valle del Almanzora (Almería), eminentemente desértica, hay 24.000 hectáreas de regadío.

Los regantes suelen abastecerse de un trasvase desde el embalse del Negratín, siempre que el embalse esté por encima del 30% de su capacidad. Pero ocurre cada año baja antes de esa cota. El año pasado, los empresarios pretendieron perforar unos pozos para extraer más agua. Los vecinos de las comarcas de Almanzora y Baza se opusieron, por entender que pondría en riesgo el consumo humano.

Otro ejemplo se da en la Axarquía malagueña, donde en la última década se ha producido un boom de los cultivos de subtropicales, principalmente mango y aguacate, de gran consumo hídrico

Otro ejemplo se da en la Axarquía malagueña, donde en la última década se ha producido un boom de los cultivos de subtropicales, principalmente mango y aguacate, de gran consumo hídrico.

El Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía acaba de publicar un libro titulado La burbuja de los cultivos subtropicales y el colapso hídrico de la Axarquía, donde denuncia que la comarca ya está en situación de grave déficit hídrico. Los investigadores concluyen que el consumo total de agua en la zona es de 100,58 hectómetros cúbicos anuales, de los que 64,7 se dedican en exclusiva a los subtropicales.

En cambio, la demanda prevista en los planes de cuenca es de 86,15. Es decir, hay un déficit de 14 hectómetros cúbicos.

Árbol de aguacate con frutos / Foto: Sandid - Pixabay

Rafael Yus, coordinador del trabajo y portavoz de Ecologistas en Acción en la Axarquía, explica que se están convirtiendo zonas históricas de secano en regadío. En la actualidad, el embalse de la Viñuela, que abastece a la zona, está a un 29% de su capacidad.

El problema se agrava porque no se respeta la norma que limita el regadío a las 8.000 hectáreas por debajo de la altura del pantano. Al contrario, se plantan nuevos subtropicales a mayor altura, y para regarlos se perforan pozos (muchas veces ilegales o sobreexplotados), se pinchan tuberías o se comercia con el agua asignada a la comunidad de regantes. “Es insostenible. Hemos sobrepasado la capacidad de la comarca de soportar este regadío. Lo admiten los agricultores, pero piden un trasvase”, lamenta Yus.

 “El trasvase podría paliar el problema a los actuales enganches irregulares, pero aumentaría las expectativas, abriéndose a otra nueva oleada de gente que se engancha irregularmente. Si traes más agua, más gente va a plantar subtropicales”, concluye Rafael Yus.

 

Un sistema de incentivos perverso

 

Otros expertos alertan del mismo problema: en España, las políticas públicas del agua establecen un sistema de incentivos perverso. Así lo denuncia el informe Crónica de una sequía anunciada, de WWF.

Por ejemplo, en 2017 se eximió del pago de tasas y tarifas a los regantes de Almería, ante la sequía. Este tipo de medidas van en contra de aplicar la recuperación de costes de los servicios del agua que exige la Directiva Marco del Agua. El informe resume: “Agua gratis cuando más falta”.

Habría que recuperar los costes e incentivar es que el que ahorre tenga un beneficio”. El principio general de que “quien contamina, paga” no se aplica al uso del agua, asegura Seiz

Para Rafael Seiz, autor del informe de WWF, se camufla con dinero público el impacto de malas decisiones previas: “Tomas más agua, y cuando llegan las vacas flacas te excepcionan el pago de las obligaciones tributarias.

Estamos financiando el perjuicio que provoca el sector privado. Habría que recuperar los costes e incentivar es que el que ahorre tenga un beneficio”. El principio general de que “quien contamina, paga” no se aplica al uso del agua.

Agua del trasvase Tajo-Segura / Foto: Archivo - EP

Julio Barea pone un ejemplo más absurdo de medidas mal diseñadas. En 2017 Greenpeace documentó cómo se estaban regando terrenos en barbecho en Aragón: “Si tienes una concesión de x y no la gastas, el año que viene no puedes pedir el mismo caudal. Así que prefieren regar la tierra”. 

 

Y en el futuro, ¿qué?

 

El futuro no pinta bien, pero se puede cambiar. Existe una situación de déficit estructural porque gastamos más de lo que tenemos, a lo que se añaden sequías cada vez más frecuentes y prolongadas. “Solían ser de 3-5 años, y ahora ya suelen superar los cinco”, asegura Seiz. El aumento de la temperatura tampoco ayuda, pues aumentará la evapotranspiración.

El problema es que la realidad parece servir de parapeto, y no como acicate. “Las autoridades se refieren a ese déficit asumiendo que es un problema heredado: en España llueve poco. Lo usan para asumir una demanda por encima de lo sostenible. Pero la realidad es que en España llueve lo que llueve, como en otros países”, lamenta Seiz. Dicho de otro modo: en España llueve poco, pero nos comportamos como si lloviese mucho.

“No es porque llueva poco o mal, es que seguimos gastando mucha más agua de lo que podemos asumir”

RAFAEL SEIZ, autor del informe de WWF

Los expertos advierten de que domina todavía la visión “ingenieril” de la gestión del agua: tuberías, trasvases, desaladoras. Uno de los principales mitos de la obra pública franquista fueron los embalses. A la “pertinaz sequía” se respondía con un nuevo pantano, a veces a costa de anegar pueblos enteros.

El resultado es que España tiene 1.225 embalses. No hay país que tenga más, en términos per capita. Sin embargo, cada año están más vacíos y tenemos menos agua disponible. “No es porque llueva poco o mal, es que seguimos gastando mucha más agua de lo que podemos asumir”, opina Seiz.

Se ha reducido el consumo urbano gracias a la implantación de sistemas más eficientes, pero eso apenas es una gota en el mar del consumo agrícola. La solución estructural no debe ser más obra, según este experto, sino menos consumo.

“Nosotros proponemos una gestión del agua adaptativa, resiliente y enfocada a reducir el consumo, porque no tenemos seguro de que vayamos a tener tanta agua disponible en el futuro”, explica el representante de WWF. En la misma línea se expresa Julio Barea, de Greenpeace: “Hay que ahorrar primero donde más se gasta: una agricultura de regadío desproporcionada, lejos de lo que puede mantener el país”.

 

Los nuevos planes hidrológicos

 

Las previsiones a corto plazo no dibujan ese escenario. Al contrario, los planes de cuenca no reducen, sino que amplían la superficie de regadío. Estamos en plena fase de alegaciones públicas a los planes hidrológicos de tercer ciclo, que deben definir la gestión del agua de 2021 a 2027. “No soy optimista de que se meta el problema del regadío”, comenta Leandro del Moral.

La Directiva del Agua obliga a que las masas de agua se mantengan en buen estado y al uso racional de los recursos, cumpliendo objetivos por etapas. Por el contrario, se han acumulado los retrasos: los primeros planes, que debían estar en 2009, se aprobaron en 2014. Los segundos (2015-2021) entraron en vigor en 2016.

Embalse de Barrios de Luna situado en la comarca leonesa de Luna, España / Foto: Pixabay

“Hay muchos problemas para asegurar que vayamos a alcanzar el objetivo en 2021 o 2027”, que es el año límite fijado por la Unión Europea, advierte Seiz. “Solo hemos puesto en marcha una de cada cuatro medidas, con excusas de todo tipo. Falta de fondos, crisis, coordinación, problemas en las administraciones […]”. No obstante, el experto detecta una voluntad más ambiciosa en los últimos meses. “Nos van a poner multa en 2027 si no cumplimos la directiva marco”, advierte.

Con todo, la gran cuestión no será la multa, sino la escasez. Tarde o temprano habrá que despertar a la realidad. Así lo cree el experto de WWF: “Tenemos que empezar a internalizar que cada vez llueve menos. No podemos seguir tomando las decisiones como si los embalses nos fueran a salvar de la escasez”. “Jamás podremos vivir sin agua”, lanza Barea: “No hemos dejado de aumentar el consumo en ningún momento. Gastamos lo que no hay, ¿de dónde lo vamos a sacar?”.