El modelo lineal de extraer, producir, consumir y tirar tiene los días contados. Es insostenible y nos llevaba al desastre. Se impone la economía circular, aquella en la que la secuencia no finaliza en los vertederos, sino que las prioridades son alargar al máximo la vida de los artículos elaborados, reutilizando y reparando, y darle otra nueva, y después, si es posible, otra, y otra más, a los materiales de que se componen por medio del reciclaje.
La Unión Europea (UE) es la primera gran potencia económica que apuesta por este cambio de estrategia a largo plazo, que supone todo un cambio de paradigma tras un siglo largo de consumismo y derroche de recursos. En marzo, el Parlamento Europeo (PE) aprobaba un paquete de medidas para instar a la Comisión, el ejecutivo de la UE, a que ponga en marcha una economía circular en el territorio de los que, tras el Brexit, volverán a ser 27.
Incidir en la gestión de los residuos urbanos, de los vertederos, en el empaquetado y reparar o reciclar las baterías y equipamientos electrónicos son los ejes de la propuesta aprobada por los eurodiputados.
Residuos urbanos, empaquetado y gestión de equipos electrónicos son los ejes
La reducción de residuos es el tema central. Según las estadísticas comunitarias, la UE generó en 2014 la friolera de 2.598 millones de toneladas de desechos. Sólo un 8% de los mismos se produce en los hogares. El 30% procede de la actividad de minas y canteras, y un 34% los causa la construcción. La gestión de este problema es de una colosal dificultad. De hecho, pronto sería imposible.
Las diferencias entre países a la hora de gestionar los residuos municipales, los que generan los ciudadanos en sus casas y actividades cotidianas, son enormes. Sacando el promedio, cada europeo genera casi cinco toneladas al año (474 kilos exactamente, unas seis veces el peso medio de una persona). Y, entre ellos, tira 15 kilos de media de comida al cubo de la basura cada mes.
Mientras la media de los todavía 28 estados es de un 44% de reciclaje y compostaje de los mismos, y que un 28% acabe en los vertederos, España sólo alcanza un 31% de reciclaje y amontona el 58% de los desechos en los basureros –de los que además tiene nada menos que una treintena de ilegales, por lo que ha sido amonestada por la UE–. Sus cifras sólo las superan, alcanzando las tres cuartas partes de rechazo, los países que están a la cola del desarrollo en el continente: Rumanía, Eslovaquia, Letonia, Hungría, Bulgaria, Grecia, Croacia y Malta, que llega a un descorazonador 86%. Cuando el máximo legal exigido en 2016 por la UE es del 35%.
Los mejores en este terreno, como casi en todos los relacionados con el medio ambiente, son daneses, alemanes (¡66% de reciclaje y 0% a los vertederos!), Países Bajos, Bélgica, Suecia y Austria, que no tiran indiscriminadamente ni el 4% de los residuos, según datos en todos los casos, como en el párrafo anterior, de 2014. En muchos casos, los mismos se incineran de forma controlada para producir energía eléctrica o calorífica. En el otro extremo, Malta sólo recicla el 8%.
Madera y plástico
Así, mientras la Comisión (CE) planeaba alcanzar un 65% de reciclaje de residuos en general y un 10% de los residuos urbanos para 2030, el Parlamento Europeo propuso subir este porcentaje al 70% y que el máximo que pueda acabar en los vertederos en esa fecha sea el 5%.
Por lo que se refiere a los materiales de empaquetado, otro de los ejes del paquete de medidas, que son básicamente cartón, papel, vidrio, plástico, madera y metal, de nuevo se registran grandes diferencias en su tratamiento correcto según los países. Madera y plástico son los que peores cifras presentan, y una vez más España (con sólo un 56% de envases en el contenedor amarillo) aparece a la cola. El PE propone reemplazar botellas de plástico y latas por botellas de vidrio reutilizables.
Las baterías, cada día más empleadas, son otro gran problema ambiental europeo. En 2013 apenas se procesaron adecuadamente el 40%, el resto se tiró en vertederos o se quemó. En todos estos campos, el Parlamento propone incrementar los porcentajes de recuperación no solamente para favorecer el medio ambiente, sino para generar nuevos materiales que aporten empleo y beneficios económicos. Un ejemplo: reciclando el 95% de los teléfonos móviles se recuperarían materiales por valor de un billón (un millón de millones) de euros.
España lleva a los basureros el 58% de los desechos, cuando la UE sólo autoriza el 35%
Austria, primer país del mundo cuyo jefe de Estado pertenece a un partido ecologista, es uno de los pioneros en la puesta en marcha de la economía circular. Los ejemplos son múltiples: en la capital, Viena, la planta de eliminación de residuos de Spittelau proporciona calefacción a 60.000 hogares en una ciudad de poco más de dos millones de habitantes y refrigeración al mayor hospital de la misma.
El Ayuntamiento ha creado en las plantas de reciclaje espacios para que los ciudadanos depositen aquellos productos en buen estado que ya no utilizan, como libros, bicicletas o aparatos electrónicos. “Si hace falta los reparamos y los vendemos a muy bajo precio en una tienda de segunda mano que hemos abierto en el centro de la ciudad. Los ingresos se destinan a protectoras de animales”, explica Ulrike Volk, del departamento de Gestión de Residuos.
Y, en una medida sin precedentes, el Tribunal Administrativo Federal rechazó en febrero los planes de ampliación del aeropuerto de la capital porque una tercera pista en el aeródromo implicaría un aumento significativo de las emisiones de gases de efecto invernadero del país.
A nivel español, el pasado mes de marzo se firmó la Declaración de Sevilla: el compromiso de las ciudades por la Economía Circular, un documento que aboga por un modelo económico que “transforme los residuos en recursos” y constituya una posible “solución ante la crisis medioambiental que genera el actual modelo económico de desarrollo lineal (coge-fabrica-tira)”.
A la misma se sumaron, además de la ciudad anfitriona, Córdoba, Granada, Jaén, Vigo, Toledo, Tarragona, Logroño, Badajoz, Coslada, Fuenlabrada, Bustarviejo (las tres en Madrid), Gavà y Granollers (ambas en Barcelona). El documento es una respuesta al Llamamiento a las ciudades en favor de la Economía Circular realizado en París, en diciembre de 2015 durante la Cumbre por el Clima, al que se han sumado ya Ámsterdam, Bruselas, Copenhague, Lisboa, Londres, Milán o Roma.
Una de las ciudades firmantes de la declaración española, Logroño, acoge el primer laboratorio europeo de economía circular, TheCircularLab, una iniciativa promovida por el gestor de residuos Ecoembes para trabajar de forma integral sobre todas las fases del ciclo de vida de los envases y los residuos urbanos y tratar de promover la sensibilización de la ciudadanía respecto al problema.
Comentarios