En uno de los distritos más pobres de Manila (Filipinas) comenzó hace poco más de dos años una pequeña gran revolución. Allí, Illac Díaz, un popular modelo y actor local reconvertido en emprendedor social, transformó una botella de plástico usada en una bombilla solar. Gracias al recipiente transparente de un refresco, colocado en el techo de una chabola, en el interior de una precaria vivienda se hizo la luz.
Desde aquel día, la fundación MyShelter ha llevado este tipo de electricidad gratuita a más de 28.000 hogares de la capital filipina. La iniciativa, bautizada con el nombre Un litro de luz (Isang litrong liwanag en tagalo) ha cruzado ya las fronteras del país asiático y se convertido en un movimiento internacional.
Algunas empresas empiezan tímidamente a colaborar con el proyecto, en el que han participado estudiantes del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Con el apoyo de compañías, agencias y voluntarios, la organización pretende llegar al 2015 con más de un millón de lámparas-botella instaladas en todo el mundo.
Fabricar la lámpara cuesta menos de un dólar y además se reciclan envases
La técnica que hace posible este logro, que ha cambiado la vida de miles de familias sin recursos, es tan sencilla como barata y se apoya en el uso de una botella, que tiene que ser de plástico transparente y de una capacidad de al menos litro y medio o dos litros.
El envase se llena de agua limpia, destilada o purificada, a la que se añaden tres cucharadas de lejía, y se cierra el tapón herméticamente. El desinfectante evitará la aparición de moho y algas, mantendrá el líquido lo más claro posible y alargará la vida de la lámpara hasta cinco años.
Una vez realizada la mezcla, la botella-bombilla se coloca en un agujero circular en el techo, como si se tratara de una claraboya, y se ajusta y se sella con silicona o resina de poliéster. Una parte del recipiente queda dentro de la vivienda y otra fuera. Los rayos del sol viajan en vertical a través del envase y al chocar con el agua generan una refracción horizontal de 360 grados, capaz de iluminar el interior de la habitación.
Las lámparas artesanales diseñadas por Illac Díaz emiten la misma luz que una bombilla de entre 40 y 60 vatios, según la intensidad del sol, aunque solo funcionan de día. “No hay en el mundo una bombilla más barata que ésta, que cuesta menos de un dólar”, asegura el padre del invento. “Hemos desarrollado otro modelo, que ahora cuesta 20 dólares y esperamos que con el tiempo se abarate hasta 10, pero todavía muy pocos se lo pueden permitir”, avanza.
Se trata de un prototipo que consta, además de la botella-bombilla, de una segunda lámpara dotada de algunas células solares. Estas absorben la energía lumínica procedente de la botella, se cargan durante el día y pueden seguir funcionando de noche.
A pesar de los grandes avances tecnológicos y de la existencia de sofisticados aparatos electrónicos de todo tipo, se calcula que mil millones de personas no tienen todavía acceso a la electricidad en el planeta.
Movimiento internacional
La mayoría viven en zonas marginales, en chabolas o infraviviendas minúsculas, sin ventanas y sin ninguna fuente de iluminación natural, excepto la procedente de la puerta de entrada o alguna ventana. Viven en la oscuridad incluso durante el día. Solo en Filipinas, el 25% de la población se encuentra por debajo del umbral de la pobreza y existen tres millones de casas sin alumbrado.
Para iluminarse, los habitantes de los barrios más desfavorecidos utilizan velas y lámparas de queroseno, con el consiguiente riesgo de incendios para la vivienda y las que la rodean, generalmente construidas con materiales de desecho. Por eso, aunque la bombilla solar no funcione por la noche, al menos garantiza seguridad durante el día.
Además, como asegura Illac Díaz, con el ahorro que se genera al no tener que comprar velas, las familias pueden invertir en este nuevo tipo de fuente lumínica y en las versiones mejoradas en las que está trabajando el joven empresario.
Las botellas-bombilla han llegado ya a más de veinte ciudades filipinas. El ayuntamiento de la superpoblada Manila, la capital, y el Gobierno nacional han asumido los gastos de fabricación, mientras la Fundación My Shelter se encarga de formar a las familias en la técnica para producirlas.
Mil millones de personas carecen todavía de acceso a la electricidad
Aunque el objetivo del proyecto es proporcionar iluminación solar sin coste alguno, también trata de ayudar a los residentes a ahorrar en su factura eléctrica, reduciendo el consumo energético durante el día. Es una manera de sobrellevar el creciente aumento de los precios en un país donde gran parte de sus habitantes no llega a un salario mínimo de 18 euros mensuales.
El éxito de la iniciativa ha hecho que se propague rápidamente por otros países como Colombia, Guatemala, Perú, India, Camboya, Bangladesh o Tanzania. En cada lugar donde se desarrolla el proyecto existen formadores que enseñan a la comunidad cómo funciona la técnica, para que sean capaces de reproducirla en nuevos hogares.
“No buscamos ganar dinero, sino permitir a la gente acceder a una tecnología de fuente abierta, libre”, afirma Illac Díaz. “Cualquiera puede copiarnos. Eso es lo que nos ha ayudado a crecer”, considera.
Pero además de luchar contra la pobreza y apoyar a las comunidades que económicamente no pueden acceder a las redes eléctricas convencionales, las bombillas solares ayudan a combatir el cambio climático. Según la organización, cada una de ellas evita la emisión de 200 kilos de CO2 al año.
Otra de los beneficios para el medio ambiente de este innovador método es que se basa en el principio del reciclaje y aprovecha las botellas de plástico usadas para transformarlas en algo útil.
La bombilla de los pobres es además de una vía de iluminación eficiente y sostenible, que puede llegar a prestar sus funciones durante cinco años.
El proyecto, que viene avalado por su progresiva implantación en Brasil y México desde 2008 se considera ya el mayor programa para dotar de luz verde a los más necesitados a nivel mundial.
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