Los magros resultados de las últimas cumbres del clima se reciben con preocupación en Amsterdam. Que la temperatura media del planeta no aumente más de 1,5 grados a finales de siglo resulta vital para los Países Bajos, asentados sobre un delta, con un tercio de su territorio por debajo del nivel del mar y dos tercios sometidos al riesgo de inundaciones, de las que los salva el mayor complejo de diques, compuertas hidráulicas, canales, esclusas y estaciones de bombeo del mundo.
Sí, como prevén los científicos del Panel Intergubernamental (IPCC) de la ONU, el nivel del mar sube entre 30 y 60 centímetros para 2100 (estudios del gobierno neerlandés temen que sean hasta 1 o 2 m), y el Rin, el Mosa y el Escalda se desbordan con mayor frecuencia debido al deshielo y a lluvias más intensas, las actuales defensas resultarán insuficientes. Y está aún bien presente el recuerdo del desastre de 1953, cuando un enorme temporal en el Mar del Norte, combinado con una marea viva, causó más de 1.800 muertos e ingentes daños materiales en el sur del país, impulsando la construcción en Zelanda de un Plan Delta de infraestructuras que costó el equivalente de 5.000 millones de euros.
Así que ya se trabaja para reforzar la mayor de las protecciones contra el agua del país, el Afsluitdijk, el dique de 32 kilómetros de longitud y 90 metros de ancho que en 1932 separó el Zuiderzee, una bahía de 5.000 km2 que se adentraba 100 kilómetros en el continente, del resto del mar del Norte, convirtiéndola en el actual IJsselmeer, reserva de agua dulce para 2,5 millones de personas y para la próspera agricultura intensiva nacional.
El Afsluitidjk cerró una bahía de 5.000 km2 y ahora separa un lago del mar del Norte
Las grandes cifras de la construccción del Afsluitdijk ('dique de cierre' en neerlandés) son impresionantes: trabajaron en él día tras día más de 5.000 personas; se emplearon 23 millones de metros cúbicos de arena, 16 millones de metros cúbicos de arcilla rellena de guijarros (un material que se encuentra en las morenas de los glaciares) y 18 millones de metros cúbicos de biomasa forestal para reforzarlas, además de miles y miles de toneladas de rocas. Transportaron todos estos materiales 105 barcos de fondo plano arrastrados por 72 remolcadores, una flota completada por 11 dragas y 73 barcas de remos.
A las 13:02 horas del 28 de mayo de 1932, con el cierre del último tramo, las sirenas de aquellas embarcaciones aullaron para celebrar que el Zuiderzee (el mar del Sur) dejaba de existir para dar paso a la lJsselmeer (el lago del río IJssel), que, poco a poco, fue sustituyendo el agua salada bombeada hacia el mar por la dulce que seguían aportando los ríos y que posteriormente sería drenado en parte para ganar nuevas extensiones para el cultivo, lo que convertiría además dos antiguas islas, Urk (que aún conserva buena parte de su costa) y Schokland (totalmente rodeada de terrenos agrícolas) en tierra firme.
La construcción de esta 'gran muralla', que los astronautas neerlandeses aseguran que también se ve desde el espacio, fue la respuesta a otra gran inundación registrada en 1916 (en 1953, esta colosal obra de ingeniería salvó al norte del país de la furia del océano que se cebó en el sur), pero también a la necesidad de ganar tierras al mar o a los humedales de una nación densamente poblada en la que hasta bien entrado el siglo XX eran frecuentes las hambrunas.
Una provincia nueva salida de las aguas
Es algo que los neerlandeses llevan haciendo desde la Edad Media, creando pólders gracias a sus canales, sus diques y sus típicos molinos de viento, cuya principal función era bombear agua. "God schiep de Aarde, maar de Nederlanders schiepen Nederland" ('Dios creó el mundo, pero los neerlandeses hicieron los Países Bajos'), afirma un dicho popular. La mayor operación de este tipo de la historia, desarrollada entre 1940 (en plena ocupación alemana) y 1968, permitiría hacer emerger una nueva provincia, Flevoland, de 1.400 kilómetros cuadrados, en la que hoy viven más de 400.000 personas. Cornelis Lely, el ingeniero impulsor del proyecto, falleció cuatro meses antes de que se cerrara el muro y en su honor se bautizó la nueva capital provincial como Lelystad,
Como inesperado efecto colateral, esta recuperación de tierras al mar permitió a los arqueólogos poder estudiar al aire libre los restos de 435 barcos naufragados entre los siglos XII y XIX, con más de 33.000 objetos a bordo. La recién nacida provincia se convirtió en "el cementerio más grande de barcos en tierra firme del mundo", explica el arqueólogo André van Holk, uno de los responsables de rescatar y estudiar este patrimonio, arqueólogos submarinos que trabajan sin necesidad de escafandras y botellas o oxígeno, y excavan sobre campos de patatas o de tulipanes.
“El dique tiene que estar preparado para una tormenta que se produce una vez cada 10.000 años, pero el cambio climático puede aumentar esa frecuencia”, señala Tjalling Dijkstra, máximo responsable del proyecto De Nieuwe Afsluitdijk ('El nuevo Afsluitdijk'), que pretende hacer de la infraestructura “un escaparate de lo que podemos lograr en materia de desarrollo sostenible”. Las innovaciones energéticas y ambientales previstas se presentan en el vanguardista edificio inaugurado la primavera de 2018 en el asentamiento de Kornwerderzand, en el extremo oriental de la misma barrera, que en su primer año de actividad recibió más de 100.000 visitantes.
Habrá instalaciones de energía solar, eólica, hidráulica y por electrodiálisis inversa
De aquí a 2020, el dique, que también es una presa que retiene el agua del lago y regula su salida al mar, y sobre el que pasa una autopista que enlaza las provincias de Holanda del Norte y Frisia y que recorren más de 50.000 vehículos diarios, será ampliado (un metro más de altura), reforzado y reformado (con ángulos más bajos que dispersarán las olas).
Para ello se emplearán 75.000 grandes bloques de hormigón de 6.500 kilos cada uno, diseñados para que cuando encajen entre sí no se puedan volver a separar, y se construirán bombas capaces de evacuar el equivalente de 12 piscinas olímpicas por minuto, con una inversión global de 1.000 millones de euros que debe garantizar la plena eficacia de la 'muralla' al menos hasta 2050.
Además de batallar contra los elementos, el Afsluitdijk se convertirá en una gran planta de producción de energías limpias. Ya están en marcha 8 proyectos, a los que se sumarán otros 5 hasta 2023, que incluyen islas flotantes de paneles solares, turbinas ubicadas en las compuertas y otras en cometas submarinas que aprovecharán el flujo bombeado del lago hacia el mar (y que son tres veces más eficientes que las situadas en superficie, con un coste un 50% menor), un gran parque eólico sobre las aguas del mar de Wadden y una carretera cuyo pavimento generará energía fotovoltaica.
Actualmente, solo el 6% de la energía que consumen los Países Bajos, una sociedad altamente industrializada y, con 17 millones de habitantes apiñados sobre 42.500 kilómetros cuadrados, de las más densamente pobladas del mundo, es de origen renovable, y el remodelado dique servirá para probar nuevas tecnologías limpias. Uno de los proyectos más avanzados es el de la planta Blue Energy, situada sobre la misma barrera.
Se trata de una instalación que usa el diferencial en concentración salina del agua entre uno y otro lado para producir electricidad mediante el intercambio de iones, una tecnología de vanguardia que “aplicada en el 30% de los ríos que llegan al mar en el mundo, podría dar luz a todo el planeta”, garantiza el catalán Jordi Moreno, uno de los investigadores que la han desarrollado durante los últimos seis años.
“Se trata de un proceso de electrodiálisis inversa. Unas membranas dejan pasar los iones pero no el agua. Lo óptimo es una diferencia de 30 gramos de sal por litro en un lado y 1 gramo en el otro. Aquí tenemos 22 gramos en el mar y 1/2 gramo en el lago, y además bajas temperaturas, que reducen la eficiencia del proceso. Así que, si lo estamos logrando en este lugar, lo podemos hacer en cualquier sitio”, asegura. Curiosamente, las membranas, hechas de polímeros plásticos, son una reconversión de la vieja película fotográfica realizada por una importante multinacional del sector, que le ha encontrado una nueva utilidad en la era de la fotografía digital que la dejó obsoleta
Mientras teme y se prepara para los efectos de los temporales y las inundaciones, el país de los canales empieza a sufrir otros efectos menos esperados del calentamiento global. “En los últimos años hemos vivido episodios de escasez de agua. El verano del año pasado sufrimos restricciones y no se permitía ni regar jardines ni lavar coches. Y la agricultura se ha visto afectada. ¡Jamás hubiéramos podido ni pensarlo!”, se lamenta Tjalling Dijkstra, para quien, sin embargo, “el cambio climático no es un problema, es una oportunidad”.