Cada vez más buques pesqueros rastrean nuestros mares en busca de una población de peces en caída libre. En las últimas tres décadas el número de embarcaciones ha aumentado un 75%, mientras que alrededor del 90% de las reservas pesqueras mundiales se han explotado por completo (61,3%) o están sobreexplotadas (28,8%), según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre el estado de los recursos pesqueros, caladeros y acuicultura, a escala global.
Las responsables de haber esquilmado los océanos son principalmente las flotas pesqueras industriales. A pesar de que sólo agrupan el 2% de todos los barcos del mundo, estas embarcaciones con una eslora que va desde los 24 a más de 100 metros tienen una capacidad de capturar pescado “abrumadora” en comparación con el resto de pesqueros, tal y como denuncia la organización ambientalista Greenpeace.
Los ecologistas han presentado el informe Monster Boats: una lacra para los océanos (barcos monstruosos en inglés) en el que identifican a los 20 buques que más contribuyen al agotamiento de las reservas y dañan el ecosistema que faenan bajo bandera, son propiedad o están gestionados desde países de la Unión Europea.
"Un número pequeño de magnates se está enriqueciendo con nuestros océanos"
Entre las naves incluidas en la lista se hallan los arrastreros de fondo, como el gallego Eirado do Costal, que se llevan todo lo que encuentran a entre 400 y 1.500 metros de profundidad, y los arrastreros congeladores de pesca pelágica, que atrapan con grandes redes a arenques, caballas, jureles y sardinas, que procesan y congelan en la misma embarcación, por lo que pueden faenar durante largos periodos sin realizar escalas. Ambos destruyen los fondos marinos y hieren o acaban con la vida de otras especies marinas, como tortugas y tiburones, que no están entre sus objetivos: son las llamadas capturas accidentales, los daños colaterales de la pesca de arrastre.
Estos animales sin interés comercial son víctimas también de los buques atuneros, como el español Txori Argi, y los palangreros. Éstos actúan de forma parecida: emplean unos dispositivos flotantes de agregación de peces, los FAD, que atraen a distintos animales que se refugian dentro y alrededor del artilugio y después son capturados con redes de cerco.
Además de las dos embarcaciones españolas ya citadas, en el estudio, en el que hay naves de 11 nacionalidades, destacan tres más: los cerqueros especializados en la pesca de atún Albacora 1 y Albatún 3 y el arrastrero de profundidad Playa de Tambo.
"Los países europeos, especialmente España, tienen una capacidad de pesca superior a lo que los océanos pueden asumir, y la única solución es recortar la flota, por lo que, a la hora de hacerlo, pedimos a los gobiernos que empiecen con los barcos más dañinos, como los de esta lista", reclama Marta González, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace.
El justiciero de los mares
Según datos recientes de la Comisión Europea, la situación en el mar Mediterráneo y el mar Negro es desoladora, mientras que en la zona del Atlántico nororiental los datos son más positivos ya que, si bien se mantiene la sobreexplotación de los caladeros, ésta ha disminuido en los últimos años, pasando del 86% en 2009 al 41% de la actualidad.
Greenpeace exige a los gobiernos competentes la retirada de los buques más agresivos para así cumplir con la reforma de la política pesquera común (PPC), que entró en vigor a principios de año. La normativa europea establece que los estados deben “promover la pesca responsable ofreciendo incentivos a aquellos operadores que faenen con las técnicas menos perjudiciales para el medio ambiente y que aporten los máximos beneficios para la sociedad”.
Asimismo, especifica que deben “esforzarse por ofrecer un acceso preferencial a la pesca a pequeña escala, artesanal y costera” y poner las medidas para frenar las capturas no deseadas y los descartes, que define como “un desperdicio considerable que repercute negativamente en la explotación sostenible de los recursos biológicos y los ecosistemas marinos, así como en la viabilidad económica de la pesca".
La pesca artesanal ofrece un modelo más sostenible y beneficia a la economía local
Para cargarse de más razones contra los abusos de estas embarcaciones, Greenpeace ha puesto en marcha la plataforma El justiciero de los mares, una herramienta digital que permitirá a cualquier persona denunciar de forma anónima los abusos de las flotas industriales de los que tenga conocimiento.
Todo ello con la vista puesta en el encuentro que mantendrán los ministros de pesca de la UE este mes para debatir las propuestas de la Comisión Europea sobre los niveles de captura para 2015, que se distribuirán posteriormente entre las empresas del sector en cada país miembro. De ponerse de acuerdo, entrarían en vigor el 1 de enero del próximo año.
Según el informe Monster Boats, las compañías que gestionan las 20 naves denunciadas consiguen sus fines saltándose la legislación vigente. Entre otras tácticas, emplean sociedades pantalla, paraísos fiscales y banderas de conveniencia. "Un número relativamente pequeño de magnates de la pesca se está enriqueciendo a costa de nuestros océanos, sin importarles los aspectos ambientales y sociales”, denuncia Nina Thuellen, coordinadora internacional de la iniciativa.
En la otra cara de la moneda se encuentran los pescadores artesanales que, a pesar de representar la inmensa mayoría del sector en número de barcos, obtienen una muy inferior tajada del valor económico del recurso, tal y como subrayan los ambientalistas. Estos profesionales faenan de forma más sostenible, ya que utilizan artes fijas de pesca y, además, benefician a la economía local (los grandes barcos pescan a miles de kilómetros de sus países y apenas tocan los puertos de la zona donde operan). “El futuro de las pesquerías está en peligro, y la solución pasa por un modelo de pesca 100% sostenible, donde no tienen cabida los monster boats", concluye la responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace.