La Política Agraria Común (PAC) es la principal política pública de la UE. Sus orígenes se remontan a 1962 en el contexto de escasez de alimentos tras la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, la PAC ha ido cambiando sus objetivos y sufriendo distintas reformas. Las ayudas a los productores han ganado peso frente a la producción de alimentos. En las últimas décadas, estas reformas han empezado a reconocer también los beneficios ambientales asociados a la agricultura extensiva.
En la actualidad, la PAC trata de corregir los problemas tanto ambientales (contaminación, pérdida de biodiversidad, cambio climático), como socioeconómicos (despoblación rural, inequidad regional, especulación alimentaria) que genera la producción intensiva de alimentos y otros productos agropecuarios.
Desde el año 2018, se está elaborando una nueva reforma para el periodo 2023-2030. Esta nueva reforma trata de introducir un cambio profundo en su estructura, orientándola a la consecución de resultados concretos, fundamentalmente ambientales y sociales. Para ello se están diseñando diferentes acciones, algunas voluntarias y otras de obligado cumplimiento para los agricultores.
Como novedad, esta reforma incluye la elaboración del Plan Estratégico de la PAC en cada país. Cada plan estratégico establecerá las intervenciones adaptadas a las necesidades concretas del sector agrario y al medio rural de cada territorio.
En el caso de España, el desarrollo de este plan está siendo un proceso abierto y participativo. En él, están interviniendo el Ministerio de Agricultura, las Comunidades Autónomas, distintas organizaciones agrarias y medioambientales del ámbito nacional, así como otros interlocutores.
Los científicos y científicas especializadas en biodiversidad y servicios ecosistémicos asociados a los espacios agrarios han formado grupos de trabajo en 13 países para colaborar en el desarrollo de esos planes.
Entre las conclusiones de estos grupos destaca la urgencia de incrementar la superficie protegida de zonas no cultivadas como barbechos, linderos y pastizales extensivos en el conjunto de Europa. En materia de gestión, subrayan que es imprescindible aumentar los fondos destinados a mitigar los efectos negativos de la agricultura en la biodiversidad y el clima. Además, se reitera la necesidad de un seguimiento y evaluación continuos en los resultados obtenidos.
El grupo que se ha formado en España (ES-PAC) ha hecho una síntesis de las principales evidencias científicas que pueden apoyar el diseño del plan español.
La conservación de la biodiversidad en España
España es el país europeo con los mayores niveles de biodiversidad en zonas agrarias. Un 38 % de las especies y un 23 % de los hábitats considerados como de conservación prioritaria en nuestro país dependen de los paisajes agrarios. La conservación de estas especies y hábitats está determinada por el tipo de usos que se realizan en dichos espacios. En consecuencia, la PAC tiene un papel muy relevante a la hora de garantizar su conservación.
Recientemente en España se han aprobado diversas estrategias nacionales alineadas con los compromisos internacionales para la conservación de la biodiversidad. Estas son: la Estrategia Nacional para la Conservación de Polinizadores, la de Infraestructuras Verdes y Conectividad y Restauración Ecológica y la Estrategia para la Conservación y Utilización de Parientes Silvestres de los Cultivos y Plantas Silvestres de Uso Alimentario.
Estas estrategias consideran la PAC como fuente de financiación. Por tanto, el Plan Estratégico de la PAC será un instrumento clave para la conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos asociados en los paisajes agrarios en nuestro país.
El paisaje en la conservación de la biodiversidad
Diversos estudios científicos demuestran que para que las medidas de conservación sean efectivas es necesario que tengan objetivos explícitos y cuantificables. Además, es necesario que se consideren diversas escalas: las parcelas agrarias, los paisajes donde se insertan y las regiones en las que se localizan.
Dentro de estas escalas, el paisaje tiene una especial relevancia para el mantenimiento de la diversidad. La estructura y complejidad del paisaje determinan los procesos y servicios ecosistémicos, afectando a las dinámicas de las especies, comunidades y hábitats. Por tanto, la escala paisaje debe ser considerada y estar integrada en las medidas que se diseñen para garantizar su efectividad.
España destaca en el contexto europeo por tener una gran variedad de paisajes agrarios. Se reconocen ocho grandes tipos: cultivos herbáceos mediterráneos, las dehesas y otros sistemas agrosilvopastorales, los olivares, los viñedos, los sistemas mixtos eurosiberianos, los sistemas ganaderos extensivos y mixtos, los frutales, y los arrozales. En consecuencia, el plan estratégico de la PAC debería contemplar medidas específicas para cada uno de estos paisajes agrícolas y ganaderos.
Evidencia científica para diseñar la PAC
En un trabajo que saldrá publicado próximamente (Ardeola: International Journal of Ornithology (2021), 68: 445-460), hemos identificado las evidencias científicas para facilitar que el plan estratégico español de la PAC cumpla con los objetivos de conservación de la biodiversidad.
En primer lugar, el plan debe estar basado en objetivos claros y específicos para cada sistema agrícola. Además, estos objetivos deben ser acordes con los objetivos de las estrategias ambientales nacionales y europeas.
Del mismo modo, es importante que el diseño de las medidas concretas y el seguimiento de los resultados ambientales se base en la evidencia científica existente. Por ello, es importante fomentar la investigación, especialmente en aquellos sistemas agrarios menos conocidos, como los arrozales o varios cultivos leñosos.
En segundo lugar, dado que las medidas no siempre serán de obligado cumplimiento, es importante que su diseño potencie la aceptación por parte de los agricultores de aquellas medidas que sean voluntarias. Hay diversos aspectos que pueden contribuir a ello: por un lado, disminuir la complejidad burocrática, por otro lado, facilitar la formación y transferencia de conocimientos a los agricultores. Al mismo tiempo, es importante difundir las evidencias de los beneficios obtenidos por la aplicación de las distintas medidas.
Otro aspecto importantes sería apoyar y fomentar figuras como los sistemas agrarios de alto valor natural. Estos previenen el abandono o cambio de usos del suelo en aquellas zonas de especial importancia para la conservación. Igualmente, no hay que olvidar la conservación de la diversidad doméstica –las razas y variedades locales–. Esta abre la posibilidad de medidas de conservación sinérgicas para la diversidad silvestre y doméstica.
No obstante, se debe garantizar que estas medidas no compitan con las fuentes de financiación centradas en la diversidad silvestre. Por último, hay que revisar la reglamentación de la agricultura ecológica para incluir entre sus normas el mantenimiento de la biodiversidad.
En definitiva, el conocimiento científico disponible permite desarrollar medidas potencialmente eficaces para la nueva PAC 2023-2030. Basar las herramientas de la nueva PAC en evidencias científicas mejorará la protección de la biodiversidad en los paisajes agrarios. Al mismo tiempo, favorecerá una financiación más adecuada que ayudará a los agricultores a desarrollar sistemas agrarios más justos y sostenibles.
Este artículo es resultado de la reunión del grupo de trabajo ES-PAC en Noviembre 2020, organizado por M. Díaz, E.D. Concepción y M.B. Morales bajo la coordinación a nivel europeo de Guy Pe’er. Francisco M. Azcárate, Gerard Bota, Lluis Brotons, Santiago Mañosa, Pedro J. Rey, Daniel García, Alberto Navarro, Rocío Tarjuelo, Fabián Casas, Ignasi Bartomeus, Pedro Olea, José Vicente López-Bao, Carlos Palacín, Juan Carlos Alonso, Luis Miguel Bautista, José A. Sánchez-Zapata, Federico Fernández, Irene Guerrero, Begoña Peco, Marcos Miñarro, Javier Seoane, Susana Suárez-Seoane, Juan Traba, Francisco Valera, Elena Velando-Alonso y Gerardo Moreno atendieron a la reunión y aportaron información relevante.
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